Por Margarita López Maya, 23/03/2015
Cambiar el rumbo para Venezuela implica reconstruir las relaciones
entre diversos sectores de la sociedad, entre ellos, el de los intelectuales,
con el Petroestado. La superación de la crisis y la construcción de cimientos
sólidos para la democratización política necesita mucho de ellos.
¿Qué rol han jugado los intelectuales con Chávez, y ahora con Maduro?
Las izquierdas siempre han presumido de tener en sus filas a intelectuales y
artistas. Decía un colega historiador -políticamente conservador- que las
derechas políticas no necesitan ser cultas. Les bastan sus valores y
tradiciones. Las de izquierda, por lo contrario, buscan mejorar el devenir de
la humanidad rompiendo viejos e injustos esquemas. Eso implica a juro, entre
otros atributos, estudiar, pensar y discutir con independencia y libertad.
La llegada del chavismo al poder despertó entusiasmos entre
organizaciones de izquierda, movimientos populares, y también entre
intelectuales, profesionales y artistas. Los nuevos gobernantes, a su vez,
estaban ávidos y abiertos a ideas y opiniones, y carecían entonces de apoyos
internacionales. De allí emergió una dinámica rica, aunque también con tensiones,
de múltiples vasos comunicantes entre intelectuales y profesionales venezolanos
y del exterior, con diversos sectores del Petroestado con miras a novedosas
políticas públicas. Las experiencias de los equipos formuladores de la política
contra el Alca, por ejemplo, o para la propuesta de Reforma Policial,
reflejaron en sus procedimientos y resultados lo fértil de esa relación.
Cuando el Gobierno torció rumbo hacia este socialismo estatista, se
produjo un quiebre en esa relación. Los vasos comunicantes fueron obstruyéndose
hasta reducirse por parte del poder a una relación instrumental. Exige apoyo
incondicional, tal cual como el modelo cubano. De allí que los escasos
intelectuales venezolanos chavistas que quedan solo cumplen hoy papel
propagandístico, pues ni se los valora o necesita. La cartilla ha sido
prefijada. En el plano internacional sí quedan algunos nombres, aunque la
verdad también son cada vez menos: los Ramonet, Borón y afines, sempiternos
invitados a la Red de Intelectuales, Artistas y Movimientos Sociales en Defensa
de la Humanidad.
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