Por Jesús Alexis González, 23/03/2015
El caudal de información que sobre Venezuela está circulando en las
redes sociales, en lo atinente a múltiples
acciones de corrupción (antivalor de la honradez) en evidente negación de la
ética y la moral que conduce a la degradación del ser humano, al tiempo de
desviarlos de los valores consagrados
en el entorno sociocultural e impedirles ser virtuosos (presencia de virtudes); nos ha inducido a jerarquizar
(sobre lo económico) el tema en el presente artículo ante la “destrucción social” que genera leer
mensajes tales como que en USA descubrieron una red de lavado de dinero
procedente de la corrupción en Venezuela, que se crearon compañías fantasmas,
que se usaron contratos falsos y prestamos ficticios para lavar dinero por un
monto superior a US$ 2.000 millones, que se descubrieron muchas cuentas
secretas a nivel mundial, que el blanqueo de capitales mediante la “lavadora
Andorra” podría superar los US$ 4.200 millones, que un ex viceministro en la
gestión inmediatamente anterior recibió soborno de US$ 50 millones, que grupos
irregulares conectados al extremismo islámicoviajan con pasaportes venezolanos legítimos;
sin olvidar los US$ 25.000 millones denunciados por altos funcionarios como
desviados al beneficio personal (en desmedro de las importaciones), así como la
“impresionante” declaración pública de un importante vocero oficial en cuanto a
que se procurará una Ley para impulsar la repatriación de capitales estimados
en un monto que supera los US$ 400.000
millones; instrumento legal que ( afirma) facilitará demostrar que en “la
cuarta salió más capital que en la quinta” (¿confesión
de parte?).
En el ámbito económico y administrativo, el concepto más empleado de corrupción
es el relacionado con el uso del poder
público para beneficio privado (no admite discusión), pero soslaya un
enfoque de mayor trascendencia: la
violación de valores, que se convierte en una calamidad pública al impulsar la tolerancia y elogio hacia la
ostentación de riqueza de dudosa procedencia, hasta asumirla como una
“manera correcta” de actuación. Los valores, son convicciones profundas de los
seres humanos que determinan su forma de ser y orientan su conducta, e
involucran sentimientos y emociones (cada individuo construye su escala de
valores) y están dichos valores de alguna manera ligados entre sí. La ética, alude costumbre o hábito y se convierte
en una guía que orienta al ciudadano sobre las obligaciones y el debido
comportamiento (regido por leyes), y lo enseña a actuar de manera correcta en
sociedad; es decir juzga la actuación realizada de una forma consciente
fundamentada en lo moral (el deber
hacer).Losvalores éticos están
constituidos por una serie de normas o pautas que regulan la conducta de los
individuos en vinculación con sus fundamentos racionales (amistad, honradez,
responsabilidad, justicia, respeto, tolerancia, dignidad, gratitud, sinceridad,
valentía, libertad, etc.). La moral,
por su parte, es el conjunto de reglas y convenios establecidos por cada
sociedad para ser aplicados en la vida cotidiana en aras de orientar las
acciones y juicios del individuo sobre lo justo y lo injusto, lo correcto o
incorrecto, lo bueno o malo, hacer el bien y evitar el mal. Los valores morales han de entenderse como
las prácticas sociales que condicionan la forma
correcta de actuar. En síntesis, la ética hace referencia al cómo debe ser y la moral a lo que se practica; que para el tema en
comento equivale a evitar que sean
corruptos.
A tenor de lo expresado, puede inferirse que la actual crisis
venezolana sobrepasa lo político y económico hasta configurar una situación más
dramática: una crisis moral, cuya
manifestación relevante es tanto una falta
de compromiso ético como una pérdida
de valores morales en el marco de una descomposición gubernamental con
manifiesta corrupción política (manipulación,
malversación, nepotismo, etc.) que nos perjudica a todos, no solo en el
escenario económico sino muy especialmente al sistema democrático por intermedio
de imperfecciones en la estructura político-partidista, y sobre la credibilidad
ciudadana en relación a las políticas públicas y los procesos electorales
habida cuenta al desagrado que genera el observar como algunos funcionarios del
alto gobierno, políticos e integrantes del sector privado con vinculación
estatal se enriquecen indebidamente (¡con vanidad y orgullo!), en implícita
renuncia al rol que deben cumplir como agentes
morales; dando preferencia al poder y al dinero como motivadores de su
conducta.
Un indicador que facilita medir el comportamiento de la corrupción, es
el denominado Índice de Percepción de la
Corrupción (IPC)elaborado desde el año 1995 por la ONG internacional Transparency International (TI) para
medir los niveles de corrupción en el sector público definido como el abuso del
servicio público para el beneficio particular (sobornos, pagos irregulares,
malversación de fondos y otros.); e igualmente mide la eficacia y solidez de las iniciativas anticorrupción. Dicho índice,
para el caso específico de Venezuela, nos muestra que pasamos de ocupar a nivel mundial el puesto 41 (1 es el
menos corrupto y 174 el más corrupto) en el año 1997 (fin de la etapa
democrática) al lugar 100 en 2003 (primeros años del “proceso revolucionario”)
equivalente a un “vertiginoso ascenso” de ¡59
puestos en 6 años! a una “velocidad promedio” de ¡10 puestos por año!; mientras que en los 16 años de dicho proceso el “ascenso” fue desde la posición 77 en 1998
(36 puestos con relación a 1997) hasta el lugar
161 en 2014, sitial que nos consagró como el país más corrupto de Sudamérica superando a Paraguay (150), Guyana
(124), Ecuador (116), Argentina (107), Surinam (100), Colombia (94), Perú (85)
y a Chile y Uruguay (21) como los menos corruptos. Nuestro desalentador puesto
161 (año 2014), refleja que únicamente superamos a países como Libia y
Uzbekistán (166), Turkmenistán (169), Irak (170), Afganistán (172), Sudan (173)
y a Corea del Norte como el más corrupto (174); es de resaltar que varios de
estos países son considerados “amigos de Venezuela”. Sirva de información
ilustrativa, que en 2014 el país menos corrupto del mundo fue Dinamarca (1)
seguido de Nueva Zelanda, Finlandia, Suecia, Suiza, Noruega y Singapur (7).
A título de reflexión final,
asumimos que un enfrentamiento serio de la corrupción ha de sustentarse tanto,
y muy especialmente, en una educación en
valores, en armonía constructiva con la educación formal lo cual puede parecer un “sueño perdido en el
tiempo” pero ello es preferible a no
hacernada; en sintonía con Max Weber cuando afirma que los funcionarios
gubernamentales deberían ser un conjunto de trabajadores intelectuales
altamente especializados, y cuyo valor
supremo sea la integridad; ya que sin este funcionariado se cernería sobre
nosotros el riesgo de una terrible
corrupción y una incompetencia generalizada, e incluso se verían amenazadas las realizaciones
técnicas del aparato estatal.
Econ. Jesús Alexis González
Jagp611@gmail.com
@jesusalexis2020
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