Luis Manuel
Esculpí marzo de 2015
La paráfrasis me ha permitido titular
con el conocido epílogo del Manifiesto redactado por Marx y Engels del cual se
cumplieron recientemente 167 años que se convirtió en una de las más famosas y
divulgadas consignas a lo largo de ese tiempo. El pensador alemán influyó
notablemente a los diversos movimientos revolucionarios que se desarrollaron en
la segunda mitad del siglo XIX y buena parte del siglo XX. No podría jamás
haber imaginado que, en su nombre, pretendidos discípulos transformaran su
pensamiento en una repetición de dogmas inmutables, anquilosando en una suerte
de catecismo para justificar así una especie de nueva religión. Mucho más grave
aún, quienes apoyándose en la ilusión de millones de seres humanos que "no
sólo quisieron interpretar el mundo sino transformarlo", constituyeron
regímenes dictatoriales y cometieron abominables crímenes en nombre de la
revolución. La desaparición de los estados policiales de Europa del Este, con
apenas una que otra escaramuza y todo el simbolismo emblemático de la caída del
muro de Berlín, puso al descubierto la farsa de la propaganda comunista.
Sobreviven dos gobiernos con esas semejanzas, uno en el Caribe y otro en Asia,
en América Latina existen intentos contradictorios e imitaciones trasnochadas.
Bueno, pero esa es otra historia.
Para seguir en la onda del Manifiesto,
en este tiempo un "nuevo fantasma "recorre no solo a Europa sino el
planeta. En verdad, más que un espectro es un monstruo gigantesco, se trata de
la corrupción, del robo de los dineros del Estado, para enriquecer a
funcionarios, a boliburgueses y bolichicos, del lavado de dinero y legitimación
de capitales provenientes de diferentes delitos. Estos supuestos
revolucionarios no se guían por la prédica del mencionado Manifiesto, pareciera
retratados en un texto critico escrito por "el barbudo de Tréveris"
cuatro años antes, en 1844, conocido como los Manuscritos, "si el dinero
es el vínculo que me une a la vida, que me une a la sociedad, que me une a la
naturaleza y al hombre, entonces, ¿no es el dinero el más grande de todos los
vínculos?”, quienes llegaron al poder anunciando el fin de la corrupción,
terminaron conformaron el gobierno más corrupto conocido, acumulando fabulosas
fortunas, dando así origen a una nueva casta, estrechamente vinculada a la
nomenclatura.
Con el estallido del reciente escándalo
de la Banca Privada de Andorra (BPA) han coincidido "en transacciones para
el lavado de dinero la mafia rusa a través del capo Andrei Petrov", la
China encabezada por Gao Ping, los Pujol de Cataluña, el cartel de Sinaloa de
México y relacionadas con el blanqueo de 4.200 millones de dólares de capital
venezolano, entre ellos 2000 millones de dólares presuntamente desviados de
PDVSA; para lo cual constituyeron diversas empresas fantasmas.
Con la intervención del Banco de Madrid
(filial del BPA en España) están siendo investigados por la misma causa: el ex
Viceministro de Energía Nervis Villalobos; el ex Viceministro de Seguridad
Ciudadana Alcides Rondón, el Viceministro de Desarrollo Eléctrico Javier
Alvarado, el exdirector de la DISIP Carlos Aguilera; Francisco Jiménez ex
directivo de PDVSA y el empresario de seguros Omar Farías. Todos clientes
privilegiados de ese banco.
En el caso de Carlos Aguilera señalan
que a un consorcio de compañías por contratos con el Metro por 1.850 millones
de dólares cobro el 4,89% por concepto de comisiones. Antes de dirigir la DISIP
Aguilera había sido escolta del Presidente Chávez, al igual que Alejandro
Andrade cuyo nombre aparece en cuentas mil millonarias en el HSBC suizo. Aun no
se han dado a conocer a nombre de quien están en las empresas fantasmas que
recibían las transferencias de PDVSA. Apenas han aparecido algunas muestras del
monumental fraude. Se comenta en los medios financieros que allí figuran
funcionarios que han concentrado muchísimo poder político y económico.
Lo más llamativo de estos escándalos es
que se han dado a conocer por investigaciones efectuadas por el Departamento
del Tesoro estadounidense, el Banco de España y publicados por la prensa
internacional, en los medios de comunicación venezolanos (salvo pocas y
honrosas excepciones) no ha tenido la cobertura que un caso de tamañas
proporciones amerita.
El gobierno, por su parte, se ha hecho
el loco y ha ignorado completamente referirse a estos casos de corrupción que
constituyen los más graves conocidos en nuestro país en toda su historia. El
desfalco a la nación se calcula en el orden de varias decenas de millones de
dólares. En las cadenas diarias ni la más mínima referencia, como si no tuviera
nada que ver con ellos. La Fiscalía y la Contraloría acompañan el silencio
gubernamental. De proponerse una investigación en la Asamblea Nacional
seguramente correrá la misma suerte de todas las anteriormente solicitadas:
será negada. Siempre es oportuno recordar que estos delitos, al igual que los
de violación a los derechos humanos, no prescriben.
La confluencia, en un mismo banco, de capitales
mafiosos provenientes de distintos países, con un pasado marcado por luchas por
el cambio social, contra la injusticia y por la libertad, olvidaron la añeja
frase final del Manifiesto, algunos proclaman la existencia de un "hombre
nuevo" y han degenerado con las prácticas y las mañas más antiguas de
corrupción conocidas. El discurso cada vez se distancia más de su práctica
mostrando sus dobleces. La esperanza y los sueños, si alguna vez de verdad los
acompañaron, son consideradas irrealizables. La probidad ya no se considera una
virtud. Ahora lo importante es aferrarse al poder aunque para ello haya que
propiciar o permitir cualquier tipo de trapacería. La descomposición
internacional confluye en algunos bancos donde legitiman capitales sin gritar consignas,
apenas podrán susurrar: ¡Corruptos del mundo Uníos!
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