José Rafael López
Padrino 19 de marzo de 2015
Nada
más falaz que afirmar que vivimos tiempos de libertad, soberanía e
independencia. Todo lo contrario, padecemos las consecuencias de un proyecto
político militarizado, represor, entreguista y reaccionario pero que se
disfraza con una falaz retórica socialista y antiimperialista. El desastre
milico-bolivariano constituye una actualización de los perversos y
anquilosantes populismos de los años 40-60 pero con una impronta bonapartista.
El bonapartismo deriva del papel desempeñado por Napoleón I y su sobrino Luis
Bonaparte en la historia de Francia y fue acuñado por primera vez por Marx en
“El 18 Brumario de Luis Bonaparte” (1869). Suelen ser regímenes militarista de
carácter represivo, instrumentos del capital extranjero, que usurpan la
representatividad del pueblo, y generan falsas esperanzas libertarias entre los
más humildes y excluidos sociales.
El
carácter bonapartista del régimen milico-bolivariano es evidente. Al margen de
su retórica socialista, el régimen ha continuado imponiendo su capitalismo de
Estado explotador, con el apoyo de la Fuerza Armada, de los cuerpos represivos
y del capital transnacional. Maduro y su pandilla han continuado ejecutando las
políticas neoliberales del fallecido comandante galáctico (impuestos
regresivos, apertura petrolera -empresas mixtas-, pago de la deuda
externa, endeudamiento interno-externo,
devaluación de la moneda, etc.) y ha puesto en práctica nuevas iniciativas
perversas como la creación de las zonas económicas especiales, verdaderos
paraísos de explotación neoliberal.
Es
evidente que el socialfascismo bolivariano no ha superado los límites
socio-económicos de un “capitalismo de Estado explotador”. Las medidas
económicas no han ido más allá de estatizaciones de empresas con contenido
capitalista, de la creación de unas improvisadas empresas de producción social
que han resultado un total fracaso, y del establecimiento de cooperativas
socialistas, verdaderos engendros de atropellos contra los trabajadores.
El
vocablo socialista para los milicos bolivarianos no tiene otra connotación más
que la de un simple edulcorante social para cubrir el verdadero rostro de su proyecto explotador,
excluyente y represor. Nos hablan de un ajuste monetario socialista, cuando en
realidad se trata de una vulgar devaluación, invocan una política de precio
justo socialista para los combustibles, ante un ramplón aumento de la gasolina.
Reivindican una soberanía energética socialista, para anunciar la nueva
apertura bolivariana ya sea en el otorgamiento leonino de concesiones
petroleras a transnacionales y/o la creación de nuevas empresas mixtas.
Estas
políticas equivocadas evidentemente han profundizado la crisis económica del
país, la cual se refleja en una elevada cifra de desempleo real (14%), en un
acentuado proceso de inflacionario (68% al cierre del 2014) la más alta del
mundo, según expertos, en una sistemática devaluación de la moneda (266 BsF por
dólar USA), en un deterioro de la capacidad adquisitiva del venezolano y un
proceso de desindustrialización del
país. Pero además, en un descomunal endeudamiento externo (de 28 mil millones
de $USA en 1998 a 330 mil millones de $USA en el 2014), ello a pesar de los
enormes recursos que por concepto del negocio petrolero han entrado a las arcas
de la nación (aproximadamente 1.893 billones de $USA en estos 16 años).
La
fascinación de ciertas izquierdas, en especial la Latinoamericana y la Europea,
por los regímenes bonapartistas y antidemocráticos, no es un hecho nuevo, ni
asilado. Ya es común ver a dirigentes y organizaciones políticas de “izquierda”
reptar en apoyo de estos regímenes bien sea por ingenuidad ideológica (pocos lo
creen) o por pragmatismo económico (bien remunerados). Si no, que le pregunten
a Pablo Iglesias, a Juan Carlos Monedero, o al decano de todos ellos Ignacio
Ramonet.
Más
temprano que tarde el pueblo venezolano será el sepulturero del absurdo y
reaccionario bonapartismo bolivariano.
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