Miguel Méndez Rodulfo 27 de marzo de 2015
Una
de las cosas que tenemos que mejorar como sociedad, es nuestra solidaridad y
apoyo para con los presos políticos; sin embargo el compromiso debe ser una
futura Venezuela sin personas en esta condición. La frase maniquea e hiriente
que usa el régimen para encarcelar a sus adversarios: “no hay presos políticos,
sino políticos presos” debe erradicarse y con ello la práctica abyecta de
perseguir a quienes piensan distinto. Cometer estas tropelías es un
despropósito y un atentado a la democracia y a la propia Constitución. No
podemos permitir que el paso del tiempo y los sucesivos escándalos, que se
solapan unos con otros, nos distraigan de la atención que merecen estas
personas y de la lucha por su liberación. Antonio Ledezma es un “Señor”, un
luchador nato. Un hombre con una fe inquebrantable que no sabe rendirse. Eso lo
tiene claro el régimen y por ello fueron por él. Inventaron una patraña para
relacionarlo con actos de sedición y la “prueba” fue el manifiesto publicado
sobre la transición. Mayor disparate y arbitrariedad no se puede encontrar en
el mundo entero. El envío de un comando de asalto conformado por casi 80
hombres, la manera salvaje como fue invadida su oficina, el derribo a
mandarriazos de la puerta de vidrio de la entrada, su apresamiento, captura y
traslado a empujones y la posterior huida de los efectivos, conforman uno de
los mayores atropellos a los derechos humanos cometidos en Venezuela.
A
mediados de los años 90, como orgulloso padre, filmaba un acto cultural en el
que participaban mis hijos. Para mi sorpresa, en los mismos ajetreos se
encontraba el entonces Gobernador de Caracas. Él no sabía quién era yo, pero
nos reconocimos en lo mismo y nos saludamos e intercambiamos impresiones sobre
el manejo de las handycam, además de identificar “cuáles son los tuyos y estos
son los míos”. De esto me acordé cuando una hija de Mitzi, en CNN, calificaba a
Antonio como un “abuelazo”. Debe serlo efectivamente, porque su comportamiento
anterior ha dejado rastros de una enorme calidad humana. Años después, en 2010,
durante el velatorio del recordado Julián Manrique, Jefe de Master de RCTV
durante décadas, vi bajar de su camioneta y aproximarse en solitario hasta el
ataúd, al Alcalde Metropolitano de Caracas. Conversando con los familiares
íntimos del deudo se mantuvo en actitud de guardia de honor durante casi una
hora. Era su manera de rendir tributo a un personaje afable, pero también de
ser solidario con un grupo familiar de fuerte raigambre adeca. Estas son unas
escasas muestras del talante y la dignidad de Ledezma, como lo llaman algunos.
En
la lucha política, Antonio es un líder con grandes relaciones internacionales,
especialmente en América Latina y en Europa. No hay sino que recordar el foro
que organizó hace unos años de parlamentarios del mundo por la paz en Venezuela
y sus fuertes vinculaciones con la Internacional Socialista. Pero además de eso
es un sobreviviente. Me atrevería a decir que de los políticos de su generación
es el más representativo y luchador, algo que tiene mucho significado,
considerando que este oprobioso régimen ha descabezado a por lo menos dos
generaciones de relevo en el ámbito político. Armado de una fe inquebrantable,
se propuso dar cumplimiento al mandato electoral que lo eligió como Alcalde
Mayor, a pesar del increíble escamoteo de sus funciones y de su presupuesto, en
un acto bárbaro que revelaba palmariamente la naturaleza forajida de este
gobierno. Luego, haciendo gala de su tozudez para exigir respeto por el marco
jurídico, hizo una efectiva huelga de hambre a las puertas de la OEA, que llamó
la atención internacionalmente y que permitió frenar el atropello del gobierno
de ni siquiera dejarle pagar la nómina del grupo a que quedó reducida la
Alcaldía Metropolitana. La lucha es por Antonio, Leopoldo, Daniel y todos los
que están injustamente presos.
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de marzo de 2015
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