Por Angel Alayón 16
de marzo, 2015
Las
sanciones impuestas por Barack Obama a 7 funcionarios del gobierno venezolano
han inflamado de antiimperialismo los discursos y los han llenado de frases
desafiantes. Venezuela ha realizado ejercicios militares para defenderse de una
posible invasión de los Estados Unidos de América. El #YankeesGoHome ha vuelto
como hashtag en un tiempo en que las redes sociales han sustituido las
trincheras y la valentía es digital.
Ante
una situación que el gobierno de Venezuela ha interpretado como una escalada en
el conflicto, surge con frecuencia una pregunta: ¿por qué Venezuela continúa
vendiéndole petróleo a un país que, según la versión oficial, tiene planes de
invadirnos?
¿Por
qué continuar alimentando al tigre que pretende devorarnos?
El
país le sigue vendiendo petróleo a Estados Unidos porque los daños
autoinfligidos de interrumpir el suministro serían muy altos para Venezuela,
mientras que el perjuicio para los Estados Unidos sería insignificante.
En
la actualidad, Venezuela despacha diariamente unos setecientos cincuenta mil
barriles de petróleo diarios a Estados Unidos. Si decidiera no vendérselo a ese
país, tendría que vendérselo a brokers internacionales, quienes se lo
revenderían a clientes en el mercado internacional, incluyendo a Estados
Unidos. La cantidad de petróleo venezolano, que representa apenas el 8% de las necesidades
de importación de Estados Unidos, llegaría al país del norte, sólo que ahora lo
haría mediante intermediarios. Así, la decisión de Venezuela no alteraría el
flujo de petróleo que Estados Unidos recibe diariamente. En estas
circunstancias, Venezuela deberá vender su petróleo a un precio menor al que le
vende directamente a sus clientes en los Estados Unidos y, de esta manera,
sería la única perjudicada con una decisión como ésta. Cosas del mercado.
Este
escenario pudiera ser todavía más costoso de lo que parece, pues cerca de la
mitad de las exportaciones de petróleo venezolano a los Estados Unidos son a la
filial venezolana CITGO, que tiene una capacidad de refinación adaptada a las
condiciones del petróleo venezolano, un tipo de crudo pesado que será más
difícil de vender en otros mercados. Algo que también se reflejaría
negativamente en el precio de venta y, por lo tanto, en los ingresos en divisas
de Venezuela.
Tampoco
se puede desestimar que la decisión de no venderle petróleo a los Estados
Unidos pudiera ser considerada un “ataque” bajo la Ley de International
Emergency Economic Powers, lo que le permitiría al Presidente de Estados Unidos
confiscar cualquier activo venezolano que se encuentre en jurisdicción
norteamericana. Una materia para la discusión entre abogados expertos en estos
temas.
La
única forma de causarle un perjuicio directo a Estados Unidos con el petróleo
es retirando de la oferta mundial los barriles que le vendemos. Esto
equivaldría a que, por ejemplo, Venezuela anuncie que a partir de mañana habrá
una reducción de su oferta petrolera en setecientos cincuenta mil barriles de
petróleo diarios. El precio del petróleo en el mundo aumentaría (probablemente
poco) perjudicando a la economía estadounidense y a la mundial. Sin embargo, la
caída de los ingresos en Venezuela sería de tal magnitud que la etiqueta de
crisis humanitaria podría ser insuficiente para describir lo que ocurriría en
el país. Mientras que el daño a los Estados Unidos sería muy limitado: la
cantidad de crudo que le vendemos representa menos del 1% de la oferta mundial
de petróleo. Pero para Venezuela esa cantidad alcanza la mitad de los barriles
que le generan divisas. Cosas de la asimetría.
Ya
Venezuela ha reducido sus ventas de petróleo a Estados Unidos. En diciembre del
año 2000 llegamos a venderle un millón setecientos setenta y seis mil barriles
de petróleo diario. Hoy le vendemos menos de la mitad de aquel monto. China e
India son ahora destinos importantes para nuestro petróleo, pero desplazar a
los Estados Unidos como cliente es algo que no puede hacerse de la noche a la
mañana.
En
resumen: la idea de dejar de venderle petróleo a Estados Unidos es un
sinsentido económico, pues no perjudica al supuesto enemigo y sí le causa un
daño a Venezuela. Mientras tanto, Miraflores tendrá que lidiar con la
contradicción simbólica de venderle a las tropas enemigas la energía que
permite el movimiento de sus aviones y blindados.
Cuando
se trata de guerras imaginarias, todo es posible.
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