Rosalía Moros de
Borregales 15 de marzo de 2015
@RosaliaMorosB
Por
todos es sabida la terrible realidad que vivimos en nuestro país. La violencia
que actuaba en secreto, en la oscuridad de la noche o subrepticiamente a plena
luz del día, ahora nos muestra su cara de monstruo cercenando vidas que ejercen
su legítimo derecho a la protesta, en un país donde se han ido agotando todas
las posibilidades de una vida digna. Las
autoridades que deberían defender a los ciudadanos justifican la tortura de
jóvenes que hace apenas un tiempo dejaron los pañales. Mientras una madre sufre
el horror de ver la cara de su hija destrozada por perdigones y, minutos más
tarde enfrenta la muerte de su amada; la máxima autoridad baila con un cinismo
que nos deja perplejos.
Por
otra parte, muchos de los que piensan que están en el bando de los buenos
justifican acciones engendradas en el odio, y el odio no puede dar a luz a la
justicia, la cual, en el fondo, es lo que la mayoría desea. Los días pasan y no
pareciera que hay una luz al final del túnel para nuestro país. Estamos viviendo
la cosecha de semillas del mal que fueron sembradas, regadas y cuidadas por
muchos. La Biblia nos señala en el libro de Gálatas 6:7 "No os engañéis;
Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también
segará". Hemos cosechado los frutos del odio.
¡Hemos
caminado alejados de Dios! Hemos pretendido reducir al Dios omnipotente,
omnipresente y omnisciente a un simple amuleto al servicio de nuestros
caprichos. Nos hemos interesado más en adivinar nuestro futuro que en vivir
cada día bajo su mano amorosa. Hemos pensado equivocadamente que Él está de un
lado o del otro; sin entender que su gracia, su luz y su amor están solo con
aquellos que con corazón sincero le buscan. Hace tiempo que la palabra
arrepentimiento dejó de existir en el vocabulario de muchos; pues, hinchados en
su vanidad y soberbia han vivido bajo la hueca filosofía de "no
arrepentirse de nada".
De
tal manera que, hemos perseverado en una actitud obstinada, endureciendo
nuestros corazones hacia nuestro prójimo; calmando la angustia del vivir diario
con placeres egoístas que exaltan el yo y destruyen el nosotros. ¡Pero, no
perdamos la fe! Dios no está lejos, El tiene para nosotros pensamientos de bien
y no de mal, para darnos el fin de justicia, bondad y verdad que esperamos. La
fe en su esencia más profunda es obediencia, la obediencia a sus mandamientos.
Por esa razón, es necesario que volvamos a la Palabra de Dios, que cambiemos
nuestros pensamientos por los pensamientos de Dios.
Pero,
¿acaso, cambiará una nación que se vuelva a Dios los planes orquestados por un
sistema político que pretende sobrevivir y expandirse a costa de nuestras
riquezas? Enfáticamente sí. Jesucristo no se quedó colgado en la cruz. Él
resucitó y su Palabra dice que ese mismo poder que lo levantó de la muerte
actúa en aquellos que le creen. Dios no está solo en los templos, Él camina con
cada uno que le invoca, le obedece y le honra. Así, como muchas pequeñas luces
al unirse pueden desplegar una gran luz, de la misma forma, muchos ciudadanos,
hombres, mujeres, jóvenes y niños, que rindan sus vidas a Dios, que clamen con
fervor cada día y que actúen de acuerdo a sus mandamientos pueden hacer
frustrar los planes del mal e instaurar la justicia y la verdad en nuestra
nación.
¡Es
la hora de Dios! La hora de volvernos con todo nuestro corazón a Él. Es la hora
de que en cada rincón de la geografía de nuestra patria, en cada hogar,
escuela, liceo, universidad; en cada iglesia, en cada lugar de trabajo unamos
nuestras voces en oración, pidamos perdón elevando plegarias por nuestra
nación. Es la hora de no dejarnos seducir por el mal para acabar con el mal. La
hora de bendecir al que te maldice, aun cuando cada célula de tu ser grite que
le odies. La hora de estrecharnos las manos entre hermanos venezolanos. Y
cuando el mal vestido de humanidad se pare frente a ti para hacerte daño,
primero invoques el nombre de Dios, y luego, abras tu boca con la autoridad y
el amor que provienen de Él. Te aseguro que Dios hará más allá de lo que te
imaginas. ¡Es la hora de Dios!
"Nos
hemos olvidado de Dios. Hemos olvidado la misericordiosa mano que nos guardó en
paz, nos multiplicó, nos enriqueció y nos fortaleció. Y, con nuestro corazón
engañoso, hemos supuesto, vanamente, que todas estas bendiciones eran producto
de alguna sabiduría superior o virtud propia. Intoxicados por triunfos
ininterrumpidos, hemos llegado a ser demasiado autosuficientes como para sentir
la necesidad de redención y gracia, demasiado altivos como para orar al Dios
que nos creó. Nos corresponde humillarnos ante el Poderoso, confesando nuestros
pecados nacionales y pidiendo clemencia y perdón en oración". Abraham Lincoln.
@RosaliaMorosB
Gracias por tu artículo. Me insipiró...
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