Por Jean Maninat 20
de marzo de 2015
Sabemos
como comienzan estas cosas, nunca como terminan” suele ser un comentario
fundado en el sentido común, esa máquina portentosa en la reproducción de una
de las formas de la sabiduría que menos se equivoca: el lugar común. Es cierto,
son muchas las situaciones donde “sabemos como comienzan estas cosas, nunca
como terminan”, y nos sentamos a esperar, abstraídos como quien come cotufas
-un estado de sublimación Zen- a que los acontecimientos se desarrollen en todo
su caótico desorden.
A
quienes, a falta de mejores instrumentos de discernimiento, acudimos con frecuencia al sentido común de
otros para orientarnos en el borrón de las
peripecias de la política nacional, nos cayó la locha, como un ladrillo en la
cabeza, que el mejor de los planes A, B e incluso C, que se tenía a mano, era
prepararse con tiempo para las elecciones parlamentarias y no distraerse
sacándole punta al lápiz de cuanta ocurrencia nos trajera el primer sol de la
mañana.
Alguna
gente de la oposición democrática se
pregunta, con toda razón, por el destino de tantas firmas recolectadas y tantos
congresos ciudadanos anunciados; al fin y al cabo, el sentido común, y los
buenos modales, dictan que al tratarse de iniciativas constitucionales y
democráticas, merecerían que sus proponentes tuviesen a bien brindar una
información detallada de su paradero; sobre todo a quienes fueron convocados a
facilitar su autógrafo, o donar su paciencia y humanidad para rellenar un
recinto vacío. ¿Qué pasó con esas iniciativas? ¿En cuál reservorio pastorean
sus logros? Convengamos que responder a tan válidas inquietudes, les otorgaría
autoridad a la hora de reclamar transparencia a los demás grupos políticos
opositores reunidos en la MUD, como suelen hacer con airada frecuencia.
Como
era de esperarse, quienes hasta hace nada visualizaban las elecciones
parlamentarias en los confines cronológicos de Matusalén, llegan ahora con el
pasito apurado, y el jabón todavía en las orejas, a exigir que se hagan
primarias en todos lados y se deshagan los consensos tan arduamente labrados.
Los hay quienes convinieron con lo consensuado en la mañana y en la tarde
convocaron una rueda de prensa para denunciar los pactos a “espaldas del
pueblo”. Otros, a sabiendas de que
fueron escogidos por consenso para presentarse en una circunscripción
determinada, dado su arrastre particular en ella, luego exigen que les hagan su
primaria personalizada -una especie de baby shower- en la seguridad absoluta de
que van a ganarlas.
El
sentido común indica que se les debería permitir a la administración Obama y al
gobierno del presidente Maduro, dirimir sus desavenencias en torno a la orden
ejecutiva emanada -a lo mejor hasta por default- de una computadora en la Casa
Blanca. Mientras Mambrú está distraído en su guerra de quincallería -a nadie le
interesa, las colas son para comprar jabón y pañales y no para alistarse en la
defensa de la patria- habría que finiquitar
la selección de candidaturas, presentarlas públicamente, y comenzar a
barrer el país circunscripción por circunscripción con un mensaje unitario de
cambio y superación de las calamidades causadas por el gobierno.
Quienes,
una vez más, pretenden distraer la atención de las elecciones parlamentarias y
retardar la puesta en marcha del mecanismo que le retorne la iniciativa
política a la oposición democrática, están jugando con una oportunidad única
para desmontar democráticamente al régimen. En esta materia, hay una dolorosa
experiencia acumulada y sabemos -en votos propios- como comienzan las cosas y
también como terminan: en la más frustrante derrota.
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