Por José Guerra, 29/03/2015
Generalmente un país donde sus ciudadanos emigran es porque sufre un
conflicto bélico, hay inestabilidad política o se experimenta una crisis
económica severa y recurrente. Las oleadas de inmigrantes que llegaron a
Venezuela en el siglo XX, provenientes al principio de Europa, obedecieron a
las penurias provocadas por guerras. Posteriormente de América Latina vino mucha
gente, especialmente de Colombia y luego de Argentina, Chile, Perú y Ecuador,
en las década de los setenta, motivada en las dictaduras que se instalaron en
esos países del sur de América y también por la estabilidad económica que había
en Venezuela y por la fortaleza del bolívar, una de las monedas más fuertes del
mundo. También llegaron cubanos a comienzos de los años sesenta, huyendo de la
dictadura de Fidel Castro. Los árabes y chinos fueron bien recibos en este
país. El aporte de los inmigrantes fue muy positivo para el desarrollo de
Venezuela y para su diversidad étnica y cultural.
Ahora los papeles se invirtieron y son los venezolanos los que emigran
en masa, hacia variados destinos, en todos los continentes. Tal vez ha sido el
profesor de la Universidad Simón Bolívar, Iván De La Vega, quien mayor tiempo
le ha dedicado a cuantificar y estudiar este fenómeno, relativamente nuevo.
Conviene mencionar que cada vez que un gobierno anuncia que va a aplicar un
sistema socialista, la gente suele salir espantada de ese país. Cuba es un caso
típico al respecto.
Según el profesor De la Vega, en los últimos diez años han salido de
Venezuela más de 1.500.000 personas, por diferentes motivos y razones, pero
claramente hay tres que sobresalen. En primer lugar, la situación de
inseguridad que vive el país, reflejada en los miles de asesinados cada año a
manos del hampa. Ello crea un estado de zozobra en muchas familias que
temerosas de que sus hijos o parientes mueran baleados, optan por emigrar. En
segundo lugar destaca la crisis política y el estado de conflictividad
permanente que vive el país y que ha provocado estrés permanente en ciudadanos
inermes, que no ven sosiego en sus vidas. Finalmente, el factor económico juega
un rol fundamental, en la medida en que la inflación, la falta de empleos y la
desvalorización del bolívar han deprimido los salarios y truncado la esperanza
de jóvenes profesionales y emprendedores.
El caso de las universidades es patético. Miles de profesores se han
marchado a otros países donde valoran mejor su trabajo y calificaciones, por
cuanto las remuneraciones en Venezuela no compiten ni siquiera con las de
Haití, cuando se valoran en dólares.
El drenaje de jóvenes hacia el exterior debería preocupar a un gobierno
con un mínimo de sensatez. Pero no es así y más pareciera que Maduro estuviese
contento con el hecho que la juventud abandone al país. Para incentivar a los
venezolanos a que permanezcan en el país, debe producirse un cambio político,
que restaure la confianza, disminuya la inflación, genere empleos bien
remunerados y combata sin contemplaciones la inseguridad personal. Nada de esto
lo puede hacer Maduro.
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