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lunes, 30 de marzo de 2015

La emigración venezolana, @JoseAGuerra


Por José Guerra, 29/03/2015

Generalmente un país donde sus ciudadanos emigran es porque sufre un conflicto bélico, hay inestabilidad política o se experimenta una crisis económica severa y recurrente. Las oleadas de inmigrantes que llegaron a Venezuela en el siglo XX, provenientes al principio de Europa, obedecieron a las penurias provocadas por guerras. Posteriormente de América Latina vino mucha gente, especialmente de Colombia y luego de Argentina, Chile, Perú y Ecuador, en las década de los setenta, motivada en las dictaduras que se instalaron en esos países del sur de América y también por la estabilidad económica que había en Venezuela y por la fortaleza del bolívar, una de las monedas más fuertes del mundo. También llegaron cubanos a comienzos de los años sesenta, huyendo de la dictadura de Fidel Castro. Los árabes y chinos fueron bien recibos en este país. El aporte de los inmigrantes fue muy positivo para el desarrollo de Venezuela y para su diversidad étnica y cultural.

Ahora los papeles se invirtieron y son los venezolanos los que emigran en masa, hacia variados destinos, en todos los continentes. Tal vez ha sido el profesor de la Universidad Simón Bolívar, Iván De La Vega, quien mayor tiempo le ha dedicado a cuantificar y estudiar este fenómeno, relativamente nuevo. Conviene mencionar que cada vez que un gobierno anuncia que va a aplicar un sistema socialista, la gente suele salir espantada de ese país. Cuba es un caso típico al respecto.

Según el profesor De la Vega, en los últimos diez años han salido de Venezuela más de 1.500.000 personas, por diferentes motivos y razones, pero claramente hay tres que sobresalen. En primer lugar, la situación de inseguridad que vive el país, reflejada en los miles de asesinados cada año a manos del hampa. Ello crea un estado de zozobra en muchas familias que temerosas de que sus hijos o parientes mueran baleados, optan por emigrar. En segundo lugar destaca la crisis política y el estado de conflictividad permanente que vive el país y que ha provocado estrés permanente en ciudadanos inermes, que no ven sosiego en sus vidas. Finalmente, el factor económico juega un rol fundamental, en la medida en que la inflación, la falta de empleos y la desvalorización del bolívar han deprimido los salarios y truncado la esperanza de jóvenes profesionales y emprendedores.

El caso de las universidades es patético. Miles de profesores se han marchado a otros países donde valoran mejor su trabajo y calificaciones, por cuanto las remuneraciones en Venezuela no compiten ni siquiera con las de Haití, cuando se valoran en dólares.

El drenaje de jóvenes hacia el exterior debería preocupar a un gobierno con un mínimo de sensatez. Pero no es así y más pareciera que Maduro estuviese contento con el hecho que la juventud abandone al país. Para incentivar a los venezolanos a que permanezcan en el país, debe producirse un cambio político, que restaure la confianza, disminuya la inflación, genere empleos bien remunerados y combata sin contemplaciones la inseguridad personal. Nada de esto lo puede hacer Maduro.



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