Por Eddie Ramírez, 31/03/2015
Conspirar, es decir unirse contra un superior o soberano, es materia de
militares con o sin la participación de civiles. Marco Tulio Bruni-Celli,
distinguido abogado, sociólogo, político y experto en derechos humanos, plantea
el tema en su libro El 18 de octubre, de obligatoria lectura para entender
mejor no solo ese importante hecho, sino para reflexionar sobre el papel de los
militares en nuestra historia del siglo XX y de estos últimos quince años.
Bruni-Celli señala, con muchas pruebas, que los militares “vienen
conspirando en Venezuela sistemáticamente contra todo tipo de gobierno desde
que se creó el Ejército Nacional”, recalcando que ello es independiente de si
es una dictadura, una democracia, una buena o mala administración o de los
presupuestos y condiciones socio-económicas de los militares. Además, dice
Bruni-Celli, “siempre han buscado y en la mayoría de los casos han logrado
comprometer previamente, y ganar como aliados para sus acciones subversivas, a
sectores del mundo civil”.
Tradicionalmente, opinantes políticos superficiales achacan las
conspiraciones de los militares a simples ambiciones personales, lo cual
pareciera estar lejos de la verdad. El citado autor analiza a profundidad el tópico,
mencionando la tesis de Rómulo Betancourt de que, por lo general, los militares
“sienten que se les asigna un destino manifiesto y una misión providencial como
salvadores de países”. Entendamos que en Venezuela la idiosincrasia de los
militares no difiere significativamente de la de los civiles. Conspirar implica
un alto riesgo y las más de las veces el conspirador va a parar a la cárcel o
al exilio. Para un militar conspirar puede significar perder su carrera y el
derecho a jubilación. Por ello, la motivación, equivocada o no, debe ser
importante y no simple ambición.
Cuando existen mecanismos institucionales para controlar abusos del
poder Ejecutivo o para corregir crisis severas, es injustificable que los
militares decidan conspirar. La discusión se presenta cuando no existen esos
mecanismos. En teoría, no corresponde a los hombres de uniforme decidir cuándo
deben actuar. Esto es particularmente cierto cuando los civiles no están de
acuerdo sobre el qué y el cómo salir de un gobierno. Para que una conspiración
tome cuerpo se requiere una crisis política y/o económica, apoyo civil y una
masa crítica de militares descontentos.
El 18 de octubre de 1945 fue una iniciativa de los militares que contó
con el respaldo de Acción Democrática y con el visto bueno de los dirigentes
Rafael Caldera y Jóvito Villalba. Posteriormente, el nuevo gobierno contó con
la benevolencia del partido comunista. El 24 de noviembre de 1948 fue un golpe
militar con el apoyo tácito de Copei y de URD, y la pasividad de la población. El
23 de enero de 1958 fue también un golpe militar, pero con respaldo de todos
los partidos políticos, intelectuales y gremios profesionales, así como con
acciones de calle. El 4 de febrero y el 27 de noviembre de 1992 fueron golpes
militares fallidos sin ningún apoyo civil, salvo un pequeño grupo de cabezas
calientes, aunque Caldera y Uslar justificaron a posteriori a los alzados.
Estos hechos indican que también los civiles han sido unos permanentes
conspiradores, aunque con diferentes grados de involucramiento.
Hoy en día Venezuela padece la crisis más severa del siglo XX y lo que
va del XXI, Periódicamente el régimen inventa conspiraciones para encarcelar a
civiles que considera enemigos políticos y a militares que percibe como
desafectos. No tiene base la acusación del eje conspirativo
Madrid-Bogotá-Miami, mucho menos que Estados Unidos piensa invadirnos. ¿Existe
otra conspiración más “endógena”? Solo sabemos que hay descontento en todos los
sectores y que, a pesar de que la vía electoral es muy estrecha, debemos votar
aunque ello no sea suficiente para salir del totalitarismo.
Como en botica: De regreso de la revolución es un valioso y
valiente testimonio de la admirada profesora Gloria Cuenca sobre su desencanto
de la utopía comunista. Nuestros diputados que aspiren a la reelección deben
presentar un informe de su gestión y asistencia a las sesiones. Pareciera que
algunos ni siquiera han leído las Memorias y Cuentas de los ministerios, las
cuales reflejan el desastre de la administración, a pesar de lo que ocultan.
Presumimos que la MUD emite comunicados blandengues aspirando que sea lo
“políticamente correcto” para evitar descalificaciones del régimen, pero los
mismos no convencen a ninguna de las partes. El hampa tolerada por el régimen
asesinó en Puerto La Cruz a nuestro compañero de Gente del Petróleo, ingeniero
Erik Serrano y a su hijo. En todo el país los malandros actúan impunemente
amparados en lo afirmado por los rojos de que” los saqueos de febrero de 1989
fueron el inicio del movimiento revolucionario”. Maduro debe renunciar. ¡No más
prisioneros políticos, ni exiliados!
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