Boris Muñoz 20 de marzo, 2015
Venezuela es un país de conspiraciones.
Desde que el fallecido Presidente Hugo Chávez asumió el cargo en 1999, el
gobierno de Venezuela ha reportado no menos de ochenta planes de asesinar al
Presidente y derrocar al Chavismo, el cual continúa con el presidente Nicolás
Maduro al frente. El elenco de sospechosos habituales incluye trabajadores
agrícolas, paramilitares, terroristas y ex presidentes estadounidenses y
colombianos, en combinación con oligarcas venezolanos y grupos extremistas de
oposición. Siempre es posible que haya conspiraciones, pero ninguna de las
denunciadas han sido convincentemente probadas por el gobierno. Pero eso no ha
detenido al chavismo a la hora de usar intrigas, reales o imaginadas, para
atacar a sus oponentes. Apenas hace un mes, el presidente Maduro ordenó el
arresto del líder de oposición Antonio Ledezma, acusándolo de participar en un
plan para matarlo, supuestamente desarrollado en Washington, Nueva York, Miami
y Madrid.
La orden ejecutiva firmada por el
Presidente Barack Obama hace una semana, imponiendo sanciones a siete
funcionarios que incluyen a una fiscal y seis militares venezolanos vinculados con
violaciones a los derechos humanos y corrupción, inflamaron tanto la narrativa
de una conspiración contra el Chavismo como el lenguaje de sus portavoces. La
primera respuesta de Maduro fue pedir a la Asamblea Nacional poderes especiales
que le permitieran responder a la amenaza imperialista. Y la mayoría chavista
en la Asamblea le concedió su petición en menos de setenta y dos horas.
Diosdado Cabello, Presidente de la Asamblea Nacional y quien es considerado el
hombre fuerte del régimen, hizo un llamado al pueblo a defender su patria y
advirtió que todos aquellos que no estuvieran dispuestos a hacerlo serían
tratados como traidores. El fin de semana el gobierno puso en marcha dos
semanas de ejercicios militares, mostrando armas hechas en Rusia y China y dando
discursos llenos de fuerte retórica patriótica —incluyendo cánticos de Yankee
Go Home!— para evocar lo que ellos han denominado el “peligro inminente” que
plantea Estados Unidos.
Los aliados regionales de Maduro, los
miembros de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA),
también cerraron filas con él. Evo Morales, el presidente de Bolivia, dijo que
las sanciones ocultaban una “amenaza para invadir Venezuela”. En un anuncio
oficial, el Presidente de Cuba, Raúl Castro, dijo que “Ningún país tiene el
derecho a intervenir en los asuntos internos de un estado soberano ni de
declararlo una amenaza a su seguridad nacional sin alguna justificación real”.
Seguir la política de América Latina
durante la semana pasada fue como ser testigo de la aparición sorpresiva de un
fantasma familiar que la mayoría de la gente pensaba que había sido enterrado
en el siglo XX: el espectro de la Guerra Fría. Recuerdos de las intervenciones
pasadas de Estados Unidos pueden encontrarse en todas partes a lo largo de
América Latina, un territorio que solía ser conocido como el patio trasero del
Gigante del Norte. Pero las amenazas de una invasión directa parecían
pertenecer a un pasado que se enterró al finalizar el siglo XX, con Cuba como
el último cabo suelto.
La orden de Obama, que congeló los
bienes en Estados Unidos y anuló las visas a los siete funcionarios
venezolanos, fue sólo un trámite para poner en efecto las sanciones que ya
habían sido aprobadas por el Congreso de su país en diciembre de 2014. Las
sanciones están dirigidas sólo a funcionarios de nivel medio, una señal de que
Obama quería actuar de manera cautelosa frente al gobierno de Maduro. Los
analistas en Venezuela ven las sanciones como una reacción a la orden de Maduro
de reducir el número de funcionarios de la embajada de Estados Unidos de 100 a
17, alegando que algunos estaban “implicados en actividades conspirativas para
desestabilizar al país”. Maduro afirmó tener videos, grabaciones de audio y
testimonios para probarlo. Aunque ningún interés vital para Estados Unidos fue
atacado, el episodio incrementó las tensiones entre los dos países. Mientras
tanto, la pregunta que surge es si el momento de las sanciones fue el correcto
o si ellas serían contraproducentes, incluso hasta para poner en peligro el
objetivo estratégico de superar más de medio siglo de estancamiento con Cuba.
Una cosa es el limitado alcance de la
medida, otra muy distinta es el lenguaje utilizado en la orden ejecutiva es
otra. Allí se establece que el Presidente de los Estados Unidos dice que:
“La situación en Venezuela, incluyendo
la erosión de las garantías de derechos humanos por parte del Gobierno de
Venezuela, la persecución de los opositores políticos, restricción de la
libertad de prensa, el uso de la violencia y las violaciones y abusos de los
derechos humanos en la respuesta a las protestas contra el gobierno, y el
arresto arbitrario y la detención de manifestantes antigubernamentales, así
como la exacerbante y significativa presencia de corrupción pública constituye
una amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad nacional y la política
exterior de los Estados Unidos, y declaro una emergencia nacional para hacer
frente a esa amenaza”
Declarar que el país es una amenaza a la
seguridad de Estados Unidos y que sus acciones constituyen una emergencia
nacional son requerimientos técnicos para aplicar cualquier sanción: una
especie de formulismo. De cualquier forma, la interpretación literal de esa
fraseología ha generado una explosión de propaganda nacionalista enfocada en el
patriotismo y el alarmismo y, paralelamente, intensas discusiones entre voces disidentes
en la oposición y sectores progresistas que critican al chavismo.
De hecho, las sanciones han sido una muy
esperada oportunidad para Maduro, cuya popularidad está en un mínimo histórico
del veinte por ciento. Alrededor del 80% de la población, que está sufriendo
los estragos de una severa crisis, cree que el presidente está conduciendo el
país en la dirección equivocada.
David Smilde, un miembro Senior en la
Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA, por sus siglas en
inglés) y moderador del blog Venezuelan Politics and Human Rights dice que, en
el caso de Venezuela, las sanciones son nocivas por una simple razón:
“La estrategia principal de Maduro ha
sido representar los serios problemas de gobernabilidad que enfrenta como el
resultado de una guerra económica llevada a cabo por la burguesía nacional,
apoyada por Estados Unidos. Declarar a Venezuela una amenaza a la seguridad
nacional y declarar un estado de emergencia en referencia a ésta difícilmente
podría encajar mejor en la narrativa de conspiraciones del gobierno de Maduro”
De alguna forma, de repente, el mundo se
ha puesto de cabeza. Después de anunciar espureamente al lobo por tanto tiempo,
Maduro ha recibido la oportunidad perfecta para decir que el lobo es “muy real”
y que, para ponerlo de manera más cruda, siempre ha estado al acecho.
En teoría, los poderes especiales que le
ha otorgado la Asamblea Nacional a Maduro le permitirán proteger la soberanía,
seguridad, e integridad del país de cualquier amenaza externa o interna. En la
práctica, son un cheque en blanco para actuar en cualquier área que él crea
conveniente. . Las respuestas de los cuerpos de seguridad del gobierno
venezolano a las protestas del año pasado condujeron a cuarenta y tres muertes
y cientos de heridos. Más de tres mil manifestantes y miembros de la oposición
han sido detenidos, entre ellos varios funcionarios electos y uno de los más
prominentes líderes de oposición, Leopoldo López. Ahora el gobierno podría
fácilmente incrementar su control sobre la oposición, imponiéndoles más
limitaciones a los derechos civiles, deteniendo a otros de sus líderes o,
posiblemente, suspendiendo las elecciones parlamentarias que deben celebrarse a
finales de año.
Las sanciones marcan un cambio
importante en la política de Estados Unidos hacia el gobierno Chavista. Durante
los últimos quince años, Estados Unidos ha seguido la línea propuesta por John
Maisto, su embajador para Venezuela desde 1997 hasta el año 2000, la cual era
juzgar a Hugo Chávez (y, por ende, a Nicolás Maduro) por lo que hiciera en
lugar de por lo que dijera. Ahora bien, de cualquier forma, con estas sanciones
el gobierno Obama ha tomado una nueva posición: actuar unilateralmente y sin
agotar los canales diplomáticos, a través de la inclusión de la participación
de instituciones hemisféricas como la Organización de los Estados Americanos
(OEA).
Fausto Masó, uno de los comentaristas
más respetados en Venezuela, dijo que Obama, finalmente, quiere apostar en
Venezuela porque sabe que Maduro no es Chávez. “Chávez era un campeón electoral
y un líder sólido”, me dijo Masó. En contraste, Maduro se ha vuelto cada vez
más asediado: “En el corto plazo, el Chavismo usará las sanciones como
propaganda nacionalista anti-imperialista, pero a largo plazo cualquier confrontación
tendrá un efecto debilitador en el gobierno de Venezuela”, potencialmente
aislando al país en el medio de la peor crisis económica de su historia. Según
Masó, la principal interrogante es si Maduro permitirá las elecciones
parlamentarias. “Hasta ahora, ha dicho que habrá elecciones, pero podría emitir
una orden ejecutiva para suspenderlas”, dice. “Si lo hace, estaríamos entrando
en tierra incógnita”.
A pesar de todo el clamor
anti-imperialista, el gobierno venezolano ha dado señales de no querer escalar
la confrontación. La semana pasada, Maduro dijo que él quería llegar a Obama
para hablar de sus diferencias. Desde Quito, los cancilleres de los países en
la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) le pidieron a Obama revocar la
orden ejecutiva y entrar en diálogo con el gobierno venezolano. “Maduro ha
hecho esa invitación muchas veces en el transcurso del año pasado y el gobierno
de Estados Unidos ha rechazado con razón al gobierno venezolano, sugiriendo que
necesita negociar con su oposición política y asistir al pueblo de Venezuela.
Pero ahora, esa petición de diálogo luce mucho más apropiada. Si Estados Unidos
ha declarado a Venezuela como una amenaza inusual y extraordinaria a la
seguridad nacional, parece razonable pedirle que se siente en una mesa con
Venezuela para discutir sus diferencias”, dijo Smilde.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico