Por Leonardo Silva
Beauregard, 23/03/2015
He tratado varias veces el tema de ese mecanismo por el cual el
fascismo intenta borrar, callar, ocultar, velar la realidad y la sustituye por
otra creada en los laboratorios de propaganda del Estado, su realidad. Este
método, aunque de origen soviético, fue depurado por el nazismo y se compendia
en la conocida frase de Joseph Goebbels: “una mentira repetida mil veces se
convierte en verdad”.
Las revoluciones –las marxistas, especialmente- comparten esta
característica con el fascismo. Sucede con la historia, por ejemplo. Eliminan
la historia conocida y la sustituyen con una nueva versión. Así, el finado de
Sabaneta convirtió en héroe del bolivarianismo a un personaje que no podía
estar más reñido con la visión liberal del mundo y el Estado, al bandolero incendiario,
iletrado y violador, Ezequiel Zamora. También transformó al propio Simón
Bolívar, firme seguidor del liberalismo y decidido proponente del Estado
Liberal Burgués con su estricta división de poderes independientes como
fundamento del Estado de Derecho, en socialista marxista; a pesar de que Marx
escribió el Manifiesto Comunista 17 años después de su muerte (del terror de
Bolívar a lo que él llamó la pardocracia, o gobierno de los pardos mestizos, es
mejor ni comentar). ¿Y qué puede decir el lector del Cristo socialista del
chavismo?
La reacción del acorralado y desprestigiado desgobierno chavista a las
medidas decretadas por Barack Obama contra siete -siete, ¡siete nada más;
sobran tres dedos de las manos!) funcionarios del chavismo acusados de violar
DDHH y de corrupción (cosa que pareciera ser cierta ya que resulta un poco
extraño que revolucionarios socialistas antiimperialistas humanistas posean
cuentas en el Imperio que fueron congeladas por esas medidas-, era predecible:
vociferar que las sanciones eran contra Venezuela y no contra los individuos
expresamente identificados en el decreto, que eran un atropello del
imperialismo, que constituían injerencia en los asuntos internos del país,
etcétera, etcétera, bla, bla, bla… Es decir, en una sola maniobra desvirtuar la
realidad plasmada en la letra de la Executive Order e intentar reemplazarla con
“su” realidad.
Aunque es cierto que el decreto califica a nuestro país como amenaza
para la seguridad nacional de EEUU, es indiscutible que las sanciones afectan
exclusivamente a personas naturales claramente diferenciadas del resto de los
venezolanos. No existe ni una sola sanción contra el Estado Venezolano más allá
de oficializarlo como objeto de investigaciones y de declarar a todo
funcionario del gobierno chavista, sin excepción, susceptible de ser
investigado.
Era imposible que la imbecilidad, ignorancia y puerilidad de los
primitivos e iletrados líderes que hoy conducen el régimen, no se manifestara
en las “contramedidas” ante el decreto.
La primera -muy depravada por cierto y además, delito- fue obligar a
los niños en edad escolar a escribir cartas y hacer dibujos “en contra” de
Obama. Escudarse en infantes inocentes que no tienen conciencia ni comprenden
lo que está sucediendo ni sobre lo que están escribiendo, es en extremo
cobarde. Pero no podía esperarse menos de admiradores de terroristas como El
Chacal que con sus bombas democratizadoras de la muerte, ha despachado a unos
cuantos niñitos, o de Saddam Hussein, que emplazaba baterías antiaéreas en
zonas residenciales para protegerlas de bombardeo con las vidas de civiles.
Sencillamente, un acto indignante y abominable.
Pero para equilibrar las cosas con un poco de humor –no todo puede ser
arrechera con el chavismo- decidieron recoger firmas para que Obama derogue el
decreto. ¡Diez “millonas” de firmas! La verdad, es para morirse de la risa.
¡¿Será posible (creo que lo es) que estos señores no sepan cómo se manejan los
países serios y no tan serios?! ¡¿De verdad pensarán que el Presidente de EEUU
cambiará su decisión por las firmas de 10 millones de personas?!
(supuestamente, pues las escrutará Smartmatic). La incoherencia de esta campaña
apoyada por el hashtag de Twitter “#ObamaDerogaElDecretoYA” tiene varias
vertientes.
Por una parte, de ser cierta la tesis del régimen de que las sanciones
son contra Venezuela y, en consecuencia, contra su pueblo, resulta inoficioso
que el propio sancionado pida que se le levante la sanción. Es como si los
atracadores de banco pidieran con firmas que se derogue el delito de robo en el
Código Penal. Por otra, si las sanciones son contra el pueblo al cual se le
están violando sus DDHH, entonces el pueblo no tiene derecho a pedir que no se
castiguen a los violadores de sus derechos, que no se los protejan, pues los
DDHH son irrenunciables e inalienables. Y si los individuos sancionados son
corruptos y violadores de DDHH (la mera existencia de cuentas en EEUU con
dinero cuya procedencia no pueden justificar, ya demuestra que son corruptos; y
los videos fotos, audios, etc. con las palizas, perdigonazos, abusos y
violaciones de Derechos Humanos por parte de los cuerpos de seguridad
“humanistas” de la dictadura saturan Internet, YouTube, Twitter, Facebook, toda
la Web), es inescapable conclusión que el pueblo que ruega en defensa de tales
malhechores es también corrupto y delincuente, cómplice.
Pero lo verdaderamente risible de la campaña por los 10 millones de
firmas es pensar que tal cosa puede cambiar una decisión de Estado que, podemos
estar absolutamente seguros, fue previamente discutida con China, el principal
socio comercial de EEUU; sociedad que le reporta beneficios equivalentes a unas
40 venezuelas y que vive del superávit de $300.000 millones anuales de sus
exportaciones de más de $ 800.000 millones al gigante del norte, además su
primer deudor, con un capital de casi $ 1 billón en riesgo; y con Cuba, su
nuevo socio en el capitalismo, además de hacerlo con sus tradicionales socios
europeos, americanos y asiáticos. El Presidente de los Estados Unidos de
América, que ha promulgado su decreto bajo presión de la mayoría en el Poder
Legislativo, del generalato y de sus órganos de seguridad, jamás se retractará
de su decisión. Los países serios no se manejan como un condominio o una
escuelita.
El jerarca chavista siempre le da un enfoque delincuencial a las
soluciones de los problemas y a los negocios. En el caso de las firmas, al
encontrar el escollo de la total impopularidad del régimen, decidieron
conseguirlas mediante coacción y extorsión. Se ha denunciado que en los
mercados de comida los soldados humanistas de la patria no les permiten a los
necesitados del pueblo en las colas comprar los escasos productos si antes no
firman en apoyo a “Venezuela”. A los empleados públicos los obligan a firmar
sin pensar que siendo ellos justamente los susceptibles de ser investigados por
EEUU, son dolientes y por lo tanto, sus firmas no valen nada, y más bien
desacreditan la idiota petición. Y claro está, el patriota Diosdado Cabello
(que sin duda está en la mira de las potencias capitalistas), ha declarado que
quien no defienda a “Venezuela” será considerado enemigo (y seguramente
detenido, torturado y fusilado en virtud de la Ley Antiimperialista).
Por lo demás, ni Nicolás ni ningún chavista ha creído alguna vez en
firmas ni en ninguna expresión de voluntad popular, si no le es conveniente. Si
así fuere, ¿soltaría los presos políticos, renunciaría o mostraría su Partida
de Nacimiento al país si la resistencia se lo solicitare con 20 “millonas” de
firmas? Sabemos que eso jamás lo sucederá.
Y el argumento de la defensa de la soberanía y la injerencia norteamericana
para desviar la atención acerca de la catástrofe que ha resultado el chavismo y
su profundamente corrupto desgobierno para Venezuela y el mundo civilizado, se
derrumba cuando ante el entreguismo traidor de estos patriotas bolivarianos
-que usan la palabra “patria” en cada oración que pronuncian-, ante el arrebato
del Esequibo, en el que por cierto, y esto nunca es mencionado por los
antiimperialistas, los EEUU son socios de Guyana para la explotación de
recursos, comenzando por los petrolíferos, en el territorio reclamado por
Venezuela. La razón detrás de ese entreguismo es sencilla: son órdenes de Fidel
Castro, quien desde la década de 1960 planificó la anexión de ese territorio a
la antigua colonia inglesa y estuvo a punto de actuar militarmente contra
nuestro país hacia 1980 para lograrla.
Quienes en el contexto internacional y en la oposición (llamada “seria”
por el régimen) secunden el argumento falaz de que las sanciones son contra
Venezuela, están bajo sospecha de complicidad y colaboracionismo con la
dictadura chavista. Aunque es cierto que Venezuela –su gobierno- fue designada
amenaza contra la seguridad nacional de EEUU, no es menos cierto que el régimen
chavista tiene 16 años declarándose enemigo de ese país, ha patrocinado el programa
nuclear de Irán y el terrorismo internacional, y está señalado por narcotráfico
hacia EEUU y Europa. Obama solamente les ha reconocido y concedido el ansiado
status oficial de enemigos del Imperio que tanto ansiaron. Quienes insistan en
que las sanciones son contra Venezuela, haciéndole coro a la pantomima
chavista, o son muy brutos pues en la letra del decreto están clara y
exclusivamente señalados los penados, o tienen algún interés en la perpetuación
de la dictadura en nuestro país. No caben otras interpretaciones.
En perfecta sincronía, este decreto es promulgado coetáneamente con la
intervención de la Banca Privada de Andorra y sus bancos filiales en España y
Panamá, lo que ha develado a existencia de cuentas de funcionarios, ex
funcionarios y testaferros de la jerarquía socialista patriota humanista
chavista, con depósitos milmillonarios cuya procedencia no pueden justificar de
otra forma que no sea delito y corrupción.
Es claro que la cacareada invasión del Imperio -posiblemente deseada
por los sátrapas para culpar a otros de su fracaso- no tendrá lugar en el corto
plazo, y casi seguramente nunca. Es muy evidente que los aliados capitalistas
decidieron otra vía para lidiar con esta plaga que azota a la humanidad llamada
socialismo del siglo XXI o chavismo. Investigaron durante lustros sus fechorías
y los escondrijos del botín. Ahora, cuando el chavismo goza de un rechazo
superior al 90%, procedieron contra los delincuentes donde más les duele y
donde es más fácil probar las transgresiones: el bolsillo. Los casos HSBC y
Andorra son solamente la mínima punta de un gran iceberg que, según denunció el
presidente de Copei con base en informes de inteligencia de las naciones
participantes en las investigaciones y de asesores internacionales en inteligencia
financiera, alcanza, cuando menos, a $ 350.000 millones colocados en la banca
mundial. El negocio lícito más lucrativo en el capitalismo no es la tecnología,
ni la comida, ni el sexo, es el socialismo.
Propongo que recojamos diez “millonas” de firmas para solicitarles a
los patriotas humanistas socialistas que repatrien sus capitales bien habidos
como compensación a sus sacrificios por el bien de su amado pueblo, para
entonces usarlos para pagar la enorme deuda externa que nos tan generosamente
nos endosaron de ñapa a su rotundo y criminal fracaso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico