Por José Felix Díaz Bermudez, 18/03/2015
Al considerar con criterio histórico, geográfico y cartográfico el mapa
de la Nueva Andalucía elaborado por don Luis de Surville en el año de 1778
comprensivo de las provincias de Cumaná y Guayana, se aprecia un territorio
orgánicamente estructurado y que había adquirido entidad administrativa,
militar, comercial, religiosa y poblacional.
Las posesiones hispánicas se encontraban claramente demarcadas en el
mapa en el límite este del río Esequibo indicando hacia el sur los territorios
denominados Naturayos y Macusis, más allá del nacimiento de sus aguas
fluviales, más allá del Lago de Parima y del cerro El Dorado donde la antigua
tradición de conquistadores y exploradores españoles afirmaban la existencia de
ricas posesiones al norte de la línea equinoccial.
Los nombres castellanos e indígenas en esos dominios forman una
estrecha unidad: los Aruacas, el río Cuyuní, los 39 saltos, los caribes Uraños,
la laguna Amaca y la sierra de Tumurucaraque, la cual aparece en ese mapa y
erradamente algunos historiadores de Guyana indican que por primera vez fue
publicado en el "Atlas de las Dos Américas" en 1825. Entre esa
serranía y el llamado: "cerro Dorado" es donde se origina, según
apunta el mapa, el propio río Esequibo, "provincia rica" como la
denominó Gumilla y que fue durante varios siglos parte esencial de los
esfuerzos de exploración y posesión que realizó España en el territorio.
Una referencia geográfica y poblacional de lo que se han llamado las:
"Naciones del Orinoco" y lo que constituyeron los dominios españoles
nos la aportó el padre Joseph Gumilla (1686-1750) en su autorizada obra:
"El Orinoco ilustrado y defendido, historia natural, civil y geográfica de
este gran río, etc." (1745) al indicar que el pueblo Caribe: "Ocupa
esta nación parte del río Orinoco, y mezclada con indios aruacas, puebla la
costa marítima de Barlovento, hasta la Cayana (hoy Cayena), fundación del rey
cristianísimo, en donde de esta inhumana nación, tienen formadas misiones muy
lucidas los padres jesuitas franceses...". El ilustre misionero español
también hizo preciso señalamiento sobre lo que eran esas tierras: "...antes
que los holandeses formasen las tres colonias de Esquivo, Bervis y Coretín, y
la opulenta ciudad Surinama, que demarqué en el plan de la costa de Barlovento,
que corre hacia el río Marañon...".
En el año de 1733 Gumilla reclamó formalmente al gobernador holandés
establecido en la otra parte del Esquibo los daños cometidos a las misiones y
el tráfico ilícito de armas e infiltración con los caribes en las mismas
indicando que: "daría cuenta a mi cathólico monarca, para que su majestad
se querellase a las altipotencias de Holanda".
La formación y desarrollo del territorio de Nueva Andalucía y posterior
Guayana fue un empeño constante de la corona hispánica y sobre ello fray
Antonio Caullín (1719-1802) dejó un importante testimonio en cuanto a cómo especialmente
a partir de 1759 se extendieron los reales dominios, se estimuló el
poblamiento, se incrementó el comercio y además fueron: "...desalojados
los olandeses, desterrado su ilícito tráfico, y establecida la navegación y
recíproco comercio de España y Orinoco..." , lo cual implicó asentamiento,
cultura, trato y civilización entre aquellos pueblos. Se llegó a estimar
entonces la presencia en esos lugares de 18.000 habitantes y además fueron
poblados: "vastos desiertos de los ríos Caura, Erebáto, Paráva,
Paríme, el Alto Orinoco, Casiquiare, y Río Negro" empresa de notable
proporciones humanas.
Los límites de esa región fueron precisados por el padre Culín en el
libro: "Historia coro gráfica natural y evangélica de la Nueva Andalucía,
etc." (1779), quien indicó: "...por la parte oriental termina en el
mar, que circunda la Costa de Paria, Golfo Triste, Bocas del Orinoco, y las
Costas de Esquivo, y Cayana...".
El mapa de Surville representativo de la Nueva Andalucía tenía pues
evidente sustento, tal y como otros anteriores y posteriores que confirmaron
sus dimensiones geográficas y más allá de éstas las profundas implicaciones
sociales y políticas que ello representaba, que bien sustentan los derechos de
la Capitanía General de Venezuela en base a la cual se constituye la nación
desde que nacimos como República en 1811.
Si se quiere cumplir con la Constitución y defender nuestra soberanía
sin ambages y vacilaciones, sin otros intereses que no sean los nuestros, sin
omitir nuestros derechos e incurrir en actos indignos a la patria, debemos
reivindicar nuestro Esequibo.
La defensa de la patria no tiene otro requisito sino el valor de
sostenerla, la certeza incuestionable de nuestros derechos y la resolución que
inspira la justicia y la verdad.
La integridad histórica, territorial, política, jurídica y moral de
Venezuela tiene en la recuperación del Esequibo una de las más elevadas
exigencias que demanda el honor nacional y el verdadero patriotismo.
Jose Felix Diaz Bermudez
jfd599@gmail.com
@jfd599
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