Leonardo Fernández abril de 2015
Las elecciones que se avecinan (cuando
el CNE crea que es conveniente para los intereses que defienden), son
trascendentales para lograr el cambio democrático que necesita nuestro país. En
todas las elecciones oímos lo mismo, pero las circunstancias actuales son
realmente apremiantes; nuestro pueblo sufre necesidades y penurias como pocas
veces vistas en nuestra historia republicana, y es nuestro deber, de todos los
que encabezamos la lucha por la democracia y el progreso, buscar un éxito que
consolide una mayoría sólida en la Asamblea Nacional que inicie la etapa de
transformaciones urgentes e imprescindibles.
Los obstáculos a los que nos enfrentamos
son numerosos, y es cada vez más comentada la reingeniería que se está haciendo
de los circuitos para que PSUV parta con ventaja sobre la Alternativa
Democrática. Durante los años de la “revolución” siempre nos hemos enfrentado
en condiciones muy desventajosas al momento de unas elecciones, pero el hecho de
que ahora se busque incluso presuntamente falsear los datos de la población
para poder compensar el desplome en la popularidad de Maduro, es vergonzoso.
Ante tales retos existe quienes no
quieren hablar mucho de ello para no “alarmar a la población y generar
abstencionismo” y quienes toman todos estos trucos y trampas de una manera
fatalista y tiran la toalla. Cualquiera de estas dos opciones es hacerle el
juego al gobierno, la actuación de quienes promovemos el cambio debe estar
enmarcada en dos planos: en primer lugar, la denuncia de semejantes atropellos,
en el marco nacional (donde sabemos que las instituciones están secuestradas y
que probablemente no actúen) y en el marco internacional. Alertar a la
población de los cambios fraudulentos no se hace para fomentar la abstención
sino para prevenir y prepararnos para vencer esas trampas.
En un segundo plano, y quizás el más
importante, es el trabajo de calle para consolidar en votos ese 70% de la
población que desea un nuevo rumbo, ante una mayoría tan contundente no existe
ningún acomodo posible que pueda torcer la voluntad de los venezolanos.
Mantenernos en la calle hablando de los problemas que realmente le interesan a
nuestro pueblo, llevando soluciones y planteando propuestas, caminando de la
mano con los ciudadanos escuchando sus problemas e incluso sus planteamientos.
Con esa retroalimentación que solo puede tenerse estando inmerso en cada calle,
urbanización, barrio y caserío del país; debemos construir una plataforma que
aglutine a todos los sectores que desean un cambio.
La voluntad de un pueblo es irrevocable,
y sumando una holgada mayoría lograremos vacunarnos ante las trampas, en peores
circunstancias las fuerzas democráticas de Chile o Perú se tuvieron que
enfrentar a Pinochet y Fujimori respectivamente, en un caso el dictador fue
derrotado, en el otro se cometió un fraude que terminó con la caída del
régimen. No es quedándonos en nuestras casas y perder las esperanzas, si
trabajamos todos juntos lograremos un gran éxito.
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