Luis Manuel Esculpí abril de 2015
Es indudable que esta es la oportunidad,
en vísperas de un proceso electoral donde la oposición se encuentra situada
nítidamente con las mayores posibilidades de salir triunfante. La actual
situación política del país no tiene parangón con ninguno de los comicios
realizados a lo largo de estos tres lustros. La magnitud de la crisis y del
rechazo a las políticas del gobierno está en niveles pocas veces alcanzados. La
mayoría de los venezolanos ubica, a diferencia de otros momentos, a Nicolás
Maduro como el principal responsable de los gravísimos males que confrontamos.
El descontento se generaliza, no está restringido al ámbito tradicional de la oposición.
La aspiración y los anhelos de cambio cuentan con amplísimo respaldo en todos
los sectores sociales. Se manifiesta en las conversaciones rutinarias, en todas
las colas y emerge como contrapartida del creciente malestar por las
ejecutorias gubernamentales. Ese ambiente, como es obvio, se expresa en todos
los estudios de opinión, incluso en los ordenados por el oficialismo.
Apelando a la vieja jerga marxista
podemos afirmar que están dadas, como nunca antes, todas las "condiciones
objetivas" para que una nueva mayoría se evidencie tanto en la votación
como en el número de parlamentarios. Siendo todo esto verdad, no hay que
confiarse y pensar que ya lo tenemos todo resuelto. El mandado no está hecho.
No hay que dejarse llevar por el triunfalismo.
Cuando eliminan la elección directa de
los diputados al Parlamento Latinoamericano, lo hacen para evitar
contabilizarse nacionalmente. Si bien es cierto el proceso de este año se
circunscribe a la elección de Poder Legislativo, su importancia en la coyuntura,
le confiere especial trascendencia. El gobierno sabe que se está jugando a
Rosalinda, supone que su derrota significaría un paso decisivo para la
conformación de un nuevo cuadro político en el país; por ello hace y hará todo
lo posible por evitarla.
Además del abuso y el ventajismo, del
cerco mediático impuesto, del uso de los recursos del Estado, de las
trapacerías del INE y del CNE y de todos los poderes. Uno de los ejes de su
campaña es estimular la abstención en el campo opositor, la repetición de las Rectoras
se orientó para alentar a quienes tienen esa propensión, la manipulación de las
proyecciones poblacionales igualmente, el retardo en establecer el cronograma y
la fecha de las parlamentarias persiguen el mismo objetivo.
Otro eje se fundamenta en auspiciar
algunas listas y candidaturas en circuitos al margen de la Unidad, ya algunos
diputados, de dudosa conducta no ocultan sus propósitos de intentar confundir
al electorado presentándose como opción opositora, cuando han dejado de serlo.
Por supuesto que hay y pueden existir candidatos que no están con la Unidad y
que, por inconformidad y desacuerdos, piensen optar por su cuenta y riesgo.
Nuestro deber en esos casos es actuar para persuadir y demostrar como,
objetivamente, ello solo beneficiaría al oficialismo. En el pasado perdimos un
diputado al Parlatino, que significaba la mayoría absoluta, por una pretensión
semejante.
Las fuerzas democráticas también
debieran tener plena conciencia de lo que está en juego, ojalá me equivoque,
pienso que en el conjunto aún no lo hemos asumido a plenitud, tenemos enfrente
todo las posibilidades señaladas, pero hay que cumplir con la tarea. Hay que
fortalecer y evidenciar cada día la Unidad, con listas y candidatos unitarios,
con un discurso y una plataforma común.
En los partidos democráticos se discute
la alternativa de concurrir con tarjeta única, lo que implicaría un sacrificio
por parte de las organizaciones políticas, adelanto mi opinión; considero que
lo más conveniente es participar con una sola tarjeta, la de la Unidad. Tal
decisión estaría en sintonía con la aspiración de quienes conformarán la nueva
mayoría y facilitaría el desarrollo de toda la acción electoral.
La campaña debe ir al encuentro del
descontento donde exista para motivar su participación y su expresión
electoral, esa es la calle que requerimos y necesitamos, no solo la de las
grandes movilizaciones. El "contacto directo" resulta decisivo, las
asambleas y reuniones. La relación con los dirigentes naturales de las
comunidades, especialmente en los sectores populares. El empleo de las redes
sociales y todos los medios alternativos serán vitales en esta campaña. Hay que
apelar a todo el ingenio y la creatividad de que seamos capaces. La presencia
en los grandes medios, sin despreciarla por supuesto, no será la de otros
tiempos. Apelando de nuevo al manoseado argot, muy difundido por los marxistas,
coronar con una rotunda victoria, incluso ganar por avalancha, en este proceso
depende de que se cumpla con las condiciones subjetivas. Alcanzarlo depende
también de la voluntad de nosotros, ¡De todos nosotros! Lograr el propósito de
modificar el mapa político, para iniciar los cambios necesarios y posibles es
cumplir con la tarea y con el desafío que tenemos presente.
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