Por Miguel Velarde, 27/04/2015
Los
que se queden a luchar rescatarán el país para sus 30 millones de hermanos
En Venezuela pasamos nuestros días solucionado lo urgente y por eso nos
olvidamos de lo importante. Las interminables colas para comprar lo que se
encuentre al precio que sea, la inseguridad que nos tiene en un toque de queda
autoimpuesto, los inexistentes derechos básicos y la batalla por la
supervivencia diaria no nos deja tiempo para reflexionar.
Pero pensar es importante. Una buena excusa podría ser, por ejemplo, el
desconcertante debate que se generó a raíz de las declaraciones de Lorenzo
Mendoza, presidente de Empresas Polar, en una reunión con sus empleados en la
que se refería a quienes se fueron del país como personas que “cambiaron unos
problemas por otros” y les pedía que, antes de tomar la decisión de dejar
Venezuela, “lo piensen muy bien”. Además, también afirmó que él se quedaba en
el país “por los que no pueden irse”.
Pocas horas pasaron para que las redes sociales se encendieran con el
tema. Muchos apoyaban los planteamientos de Mendoza, mientras otros,
indignados, los criticaban. Incluso una mujer le escribió una carta pública
-que también se hizo viral casi inmediatamente- en la que rechazaba que “opine
sobre decisiones tan personales” como dejar el país, recordándole que
seguramente él jamás hizo una cola para comprar comida ni tampoco sufrió para
conseguir un medicamento para un pariente enfermo.
Sin embargo, el punto más importante de la polémica se perdió entre el
sentimentalismo y la individualización del tema. Más allá del destino y los
motivos de las personas que deciden partir, es nuestro deber preguntarnos: ¿qué
pasará con el país?
Nadie puede juzgar a quienes se van, pero debemos admirar a quienes se
quedan a luchar. No son malos todos los que parten a otras tierras ni
necesariamente buenos aquellos que se quedan. Pero si todos los buenos se van,
¿a quién le dejamos Venezuela?
La reflexión va más allá de los que se fueron porque quisieron o de los
que no se van porque no pueden: el país se juega su destino en las manos de
quienes, pudiendo irse, se quedan. Será gracias a ellos que Venezuela será
libre.
Al final, los buenos que se queden a luchar rescatarán el país para sus
30 millones de hermanos. Y ese día, ojalá muy pronto, aquí cabremos los unos,
los otros y nosotros.
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