Por Olga Ramos, 21/04/2015
Me temo que las reacciones al discurso que Lorenzo Mendoza dio a los
trabajadores de su empresa y que alguien socializó en las redes, responde más a
una combinación de la necesidad de que aparezca el nuevo "líder
indiscutible" o "salvador de la patria", con la falta de
reconocimiento al otro y de valoración a la diversidad, que implica todos
podemos pensar diferente, y que tenemos derecho a hacerlo y a expresarlo; más
una tendencia a la lectura, de hechos, textos y mensajes, descontextualizada y
a la necesidad, también obvia, por supuesto, de no querer sentirse juzgado, por
una parte, y de sentirse comprendido por todos y poder expresar la frustración
y profundo dolor por lo que estamos viviendo y por la decisión que al respecto
tomamos, sea emigrar o quedarnos.
Creo que lo más importante, en este caso, es que cada quién -los que se
fueron y los que se quedaron, los que aplauden lo dicho por Mendoza atacando a
los que se fueron, pero también los que atacan a Mendoza por lo dicho- evalúe
su reacción y comprenda, asimile y procese sus causas, para que el debate que a
raíz de ésto pueda darse, sea de mayor provecho para todos.
Creo también que es natural emigrar, que en ciertos momentos y
contextos, es deseable para enriquecer nuestra formación y vivencias, como bien
dijo la querida Kira Kariakin en su Facebook. Que en otros contextos, como el
que vivimos ahora, también es lógico hacerlo por múltiples razones y que muchas
veces emigrar, en momentos así, abre una ventana de ayuda para las familias,
para la parte que se queda, que, desde otro país, puede ser apoyada y ayudada
por quienes deciden emigrar. Eso lo debería tener muy claro este país, en el
que la mayoría de la población somos bi - nacionales de primera, segunda o
tercera generación.
Pero también creo que ni emigrar ni quedarse, son sinónimos de amor al
país, que podemos hacer mucho aquí o desde fuera, y aún más, creo que no
logramos nada quedándonos, sin hacer algo efectivo por la reconstrucción de la
ciudadanía y de la nación. Sobre eso, sobre nuestra capacidad de comprender,
nuestra capacidad de reconocer al que piensa diferente y respetarlo, sobre
nuestras expectativas de futuro, nuestro papel y el tipo de cambio y liderazgo
que esperamos y aspiramos; sobre nuestras reacciones y sus causas, sobre
nuestros dolores, nuestras heridas personales y colectivas, sobre como drenar y
sanar; y sobre nuestras acciones cotidianas y sus consecuencias en la
construcción del país que tenemos y el que queremos, podrían girar muy bien
nuestras reflexiones e intercambios a partir de lo dicho por Mendoza y sus
secuelas.
Eso sería un gran avance.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico