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martes, 21 de abril de 2015

MIRANDO SOBRE LA CUMBRE DE PANAMÁ, por Susana Seleme Antelo

Susana Seleme Antelo 21 de abril de 2015

Como boliviana, empiezo por el jefe del régimen Evo Morales, quien tuvo una de las voces más desafinadas y pobre de ideas en la pasada VII Cumbre de las Américas en Panamá (9 y 10 de abril 2015). Sencillamente lamentable su discurso de barricada, pidiéndole cuentas a Barak Obama por la democracia en su país, sin pensar que el afroanortemericano Obama es la mejor prueba democrática en un país donde, hace 50 años, el racismo y la discriminación sin contemplaciones eran una afrenta a la conciencia de gran parte de Estados Unidos y el mundo. El propio Morales, indio mestizo, es un ejemplo de lo que era la democracia plural en la Bolivia de 2005,  con una corte electoral proba e independiente del poder político. Esa instancia le dio la victoria sin menoscabo alguno. Hoy, al cabo de 9 años, el Órgano Electoral que Morales dirige por interpósitas personas,  es un instrumento político de manipulación del voto ciudadano a favor del oficialismo autoritario-autocrático  y sus candidatos.

"Lo más importante es liberarnos políticamente y a nivel económico, de la dominación imperial", dijo Morales, pero no hizo propuesta alguna para lograr esa liberación y  no tomó en cuenta el discurso de Raúl Castro, antes que el suyo, quien subrayó que "continuaremos en el proceso de modernización del modelo económico de Cuba". Se refería al restablecimiento de relaciones diplomáticas con Estados Unidos, y su incorporación al seno de las Cumbres americanas. El Papa Francisco, su promotor, debe estar satisfecho.

A nadie se le escapa que Cuba, urgida porque ya no le llegarán los petrodólares del chavismo tardío –herido de muerte por la dictadura populista, el despilfarro y la corrupción- se abre pragmático luego  de 55 años  de dominación antiimperialista, a  la  inteligente geopolítica hemisférica de Obama. Un Castro condescendiente lo exoneró de todas las culpas imperiales y antidemocráticas, no sin razón, que le endilgaron Cristina Fernández de Kirchner, quien se despachó con un "A Obama no le gusta la historia”, Morales, Nicolás Maduro, Rafael Correa  y Daniel Ortega. En otras palabras, la “Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América” (ALBA) con sus más conspicuos dirigentes.

La respuesta de Barak Obama, “honesto” por su origen “humilde” señaló Raúl Castro, fue serena y contundente, como corresponde a un político y un estadista demócrata que mira el  futuro y que está cambiando las relaciones de Estados Unidos con América Latina. Frente al manido discurso de victimización, Obama manifestó: "Me encantan las clases de historia que recibo aquí. Soy el primero en reconocer que la aplicación de los EEUU en los derechos humanos no siempre ha sido consistente. Sin embargo podemos decir que tenemos una apertura hacia el cambio” para enfatizar que no se quedará “anclado en la historia ni en las ideologías.” Y afirmó que "Nosotros podemos pasar mucho tiempo hablando de agravios y de injusticias pasadas y supongo también que es posible utilizar a los EEUU como una gran excusa muy cómoda debido a los problemas políticos que pudieran suceder a nivel nacional. Sin embargo, eso no es lo que va a aportar progresos, eso no es lo que va a resolver problemas de los niños analfabetos y eso no hará que nuestros países sean más productivos y competitivos en una economía global", concluyó sobre ese tema.

Correa, en su arrogante estilo  apuntó a que “Cuando las élites latinoamericanas afirman que no existe libertad de prensa, es porque sus medios de comunicación ya no tienen impunidad para manipular la verdad o porque nos atrevemos a contestarles, a disputarles su hegemonía” y el monopolio de medios. “Creo que todos coincidimos que una buena prensa es vital para una buena democracia, pero también debemos coincidir en que una mala prensa es mortal para esa democracia y la prensa latinoamericana es mala, muy mala”, concluyó. Mala, según su criterio porque,  como se sabe, pretende que los medios solo reproduzcan la voz de su gobierno de manera acrítica, igual que pretenden Morales, Maduro, Kirchner y Ortega. 

Correa creyó que iba a conquistar al auditorio con la diatriba frente la clase media, olvidando que las hay en política, economía, administración, medios de comunicación, la ciencia, las artes y la cultura, las religiones, agrupaciones sociales y otras. ¿A cuál de esas categorías pertenece Correa? Estudio en colegios católicos; gracias a una beca cursó una Maestría en Economía en la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica, e hizo su doctorado en la Universidad Urbana-Champaign, en Illinois-USA. ¿Es elite o no?

A él fue al único a quien Obama le respondió directamente. “Quizás el presidente Correa tenga más criterio que yo en la distinción entre la prensa buena y la mala… hay medios que me critican, pero esta prensa sigue hablando en Estados Unidos porque yo no confío en un sistema en el que  una sola persona hace esa determinación. Creo que si creemos en la democracia,  es que todo el mundo tiene la oportunidad de hablar y ofrecer sus opiniones para defender lo que opina. Nosotros pensamos que el ideal de no encarcelar a la gente si está en desacuerdo con nosotros,  es la más justa".

Y frente a tanto desatino de los que pregonaban el fracasado socialismo del siglo XXI, Centro América, salvo Nicaragua, dio una tónica distinta hablando de integración para sus países y pueblos. La de Panamá es una Cumbre para la historia, según algún analista: es el “deshielo” como los hubo antes en otras latitudes. 

El escritor chileno, residente en Alemania, Fernando Mires, lo desmenuza así: “El reconocimiento a Cuba no significa que Obama haya sentido de pronto una gran simpatía por la dictadura cubana. Todo lo contrario: su abierta crítica al régimen de Maduro es la misma que mantiene con respecto al castrista; en ese punto no hay como perderse”. ¿En que consiste, entonces el paso dado en Panamá? Según Mires, porque el norte  “necesita bajar el grado de las tensiones internacionales mantenidas por los EE UU con diversos gobiernos del hemisferio. Las razones no tienen mucho que ver con Cuba sino con el lugar que ocupa EE UU en el mundo ...” tanto en el terreno militar -y el desafío del radical Estado Islámico- como en  lo tecnológico, comercial y cultural. En ese marco, “el gobierno norteamericano requiere si no del apoyo, por lo menos de la neutralidad de diversos gobiernos”. Para lograrlo, EE UU debe intentar “desactivar el potencial anti-norteamericano que se anida en algunos países, en muchos casos, como lo ha reconocido el mismo Obama, por motivos altamente comprensibles”, subraya Mires.

Que las relaciones entre Cuba y Estados Unidos ya han empezado a cambiar, es un hecho diplomático y también económico. Como en otras lecciones de la historia, los cambios cuantitativos, producirán los cambios democráticos y políticos cualitativos que exige el noble pueblo cubano.  También deberán cambiar para el no menos noble pueblo boliviano.



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