Tras décadas de tensiones diplomáticas, los Estados Unidos y Cuba han
puesto fin a sus antagonismos con un mensaje y ejemplo alentador para la
región, dando inicio así a un nuevo ciclo en sus relaciones bilaterales, las
cuales estarán sujetas a la negociación de asuntos de fondo aun por resolver,
tales como el levantamiento del embargo, potestad del Congreso de los Estados
Unidos, y el cese de la persecución de la disidencia, la democratización y la
vigencia de los Derechos Humanos por parte de Cuba.
Saludamos la incorporación de Cuba a este foro de la familia
continental, en la esperanza de que su ingreso contribuya al fortalecimiento de
los valores y principios del sistema interamericano.
Aunque con menos conflictividad de lo que se había pensado, la temática
política desplazó el tema de fondo de la cumbre, así como las contribuciones
técnicas de los diferentes foros efectuados antes de la reunión de los Jefes de
Estado.
Lamentamos el discurso de confrontación que caracterizó la intervención
del Presidente Maduro, que se convirtió en la única nota discordante de un
evento cuyos protagonistas centrales –Cuba y Estado Unidos- se condujeron con
firmeza pero ajustados a los principios de la convivencia civilizada entre
naciones.
El gobierno de Venezuela pregona que ha sido uno de los grandes
ganadores de la Cumbre, cuando en realidad ocurrió todo lo contrario. En
efecto, no se pudo acordar un texto de declaración final por la posición
intransigente de Venezuela, que insistía en introducir cuestionamientos al
gobierno de los Estados Unidos, los cuales no fueron aceptados por varios
gobiernos.
La cautelosa actuación de los países del Caribe y Centroamérica
respecto al tema venezolano, confirmó el poco respaldó con el que cuenta la posición
oficial del gobierno venezolano, que solo recibió el respaldo de los países de
la ALBA y de Argentina.
Una vez más, los perdedores de la Cumbre son los países que se han
estancado en el discurso del pasado y en la repetición permanente de una anacrónica
arenga contra los Estados Unidos, reiterando la tesis de un enemigo externo, a
los fines de perpetuarse en el poder.
Un hecho alentador fue la declaración suscrita por un importante número
de ex Jefes de Estado iberoamericanos sobre la situación venezolana, en la cual
se hace un análisis integral y exhaustivo de la crisis que enfrenta Venezuela,
producto de la autoritaria política del gobierno de Nicolás Maduro.
El Grupo Ávila, y seguramente todos los venezolanos amantes de la
democracia y sus libertades, agradecen la Declaración de Panamá en la que más
de una treintena de ex jefes de Estado y de Gobierno de Iberoamérica, a la que
se siguen sumando otros ex mandatarios, que con valentía expresaron su
preocupación por el deterioro de la situación interna de Venezuela y la
conducta anti democrática del régimen.
Caracas, 15 de abril de 2015
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