Páginas

domingo, 19 de abril de 2015

Lidiar con la reconciliación, por @felixpalazzi

FÉLIX PALAZZI sábado 18 de abril de 2015

Es evidente que la realidad tiende a polarizarse cada vez más, aunque no faltan voces que llaman a la reconciliación y al reconocimiento entre todas las fuerzas que hacen vida en la sociedad.

La Pascua fue un momento oportuno para escuchar el llamado a la reconciliación por parte de algunas autoridades religiosas. Pero, ¿por dónde y cómo comenzamos para que esta palabra no sea un deseo carente de significado? No bastan los buenos augurios reconciliatorios en pro de la convivencia democrática. Es urgente una "oferta de lineamientos" que permita su construcción. En esto pueden colaborar las autoridades religiosas solidarizándose efectivamente con las víctimas e insistiendo obcecadamente en el compromiso de las partes en conflicto.

La Iglesia como institución separada del Estado que respeta la autonomía del poder secular no puede abstenerse de su vínculo con la sociedad. Aun cuando la Conferencia Episcopal Venezolana se ha manifestado en oportunidades anteriores, hoy urge más que nunca su voz profética, porque los anhelos de reconciliación y de convivencia son percibidos por muchos como realidades lejanas e imposibles, en vez de ser la gran tarea frente a una sociedad fracturada.

Para una buena parte de nuestra gente la reconciliación está asociada con la entrega o la claudicación de los derechos; para otra parte reconciliarse es avalar la injusticia y el crimen. Entonces, ¿cómo lidiar con la reconciliación? En este breve espacio nos referiremos a tres aspectos.

El primero es aceptar que ella es producto de un proceso histórico y deben intervenir todas las fuerzas vivas de la sociedad. Requiere el convencimiento absoluto de las instancias que poseen un poder legalmente constituido, que sus representantes apuesten por ella y la promuevan. No puede haber reconciliación mientras el poder sea visto como algo opuesto al "bien común", al bien de todos. Llamar a la reconciliación desde la coacción del poder o buscarla para alcanzar fines particulares, mas no el bienestar colectivo, es un contrasentido.

El segundo presupuesto es la escucha de "la voz del otro", no como un adversario o vencido sino como alguien en igualdad de derechos y dignidad. Si algo falta en nuestra sociedad es la capacidad de escucharnos. Más allá de toda ideología partidista la historia nos impone esta tarea. No se puede llegar a apostar por una "jerarquía de la muerte". Tenemos que escuchar a las voces de aquellos que han perdido a sus seres queridos. Tenemos que escuchar las justas demandas de aquellos que tienen algo que decir, de quienes están en la periferia de nuestra sociedad y han de entrar definitivamente a ocupar un espacio real en la reconfiguración del país.

Por último, la reconciliación no significa el olvido de la justicia. De hecho, ella no se da sin la justicia. Es fácil confundir la justicia con la venganza. La justicia que se requiere en los procesos de reconciliación es aquella capaz de "restaurar" las relaciones fracturadas entre los sujetos que viven en un mismo país y no solo la que castigue a los culpables. Lidiar con la reconciliación es la tarea de nuestra generación.

Felix Palazzi
Doctor en Teología
felixpalazzi@hotmail.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico