Luis Ugalde 18 de junio de 2015
“Hay que decirle al país cómo estos
bandidos de las ONG ganan miles de dólares por despotricar de nuestra amada
Venezuela”, sentenció Maduro. Excelentes equipos que llevan tiempo trabajando
en derechos humanos, se presentaron recientemente en instancias internacionales
especializadas para demostrar con cifras contundentes la falsedad de la
Venezuela propagandística que pinta el gobierno. El de Provea es un
extraordinario e internacionalmente reconocido equipo de trabajo en derechos humanos; era bueno para los del
gobierno actual cuando defendía los derechos de Chávez encarcelado y luego
reconocía algunos logros de su gobierno. Pero basta que pongan en evidencia la
creciente pobreza actual y los atropellos a los derechos humanos en diversas
áreas para que Maduro los condecore como “bandidos”. En estos días han abundado
los repartos de esa condecoración. Bandidos son quienes ante la bufonada de la
FAO que premia por sus tremendos éxitos en materia de alimentación al gobierno
de un país paralizado por las colas, la improductividad y la inflación, que vuelven
inasequibles los alimentos; y bandidos los expertos que presentan las
interminables y desesperantes colas en busca de leche, carne, pollo, harina…
medicinas básicas… que escasean, o informan que de 2009 a 2014 ha disminuido
entre 81% y 5% la producción en una docena de rubros importantes, y de 2011 a
2014 la agricultura decrece 20%, mientras las importaciones de alimentos suben
79%.
Bandidos son Leopoldo López, Daniel
Ceballos y los estudiantes por poner en juego su vida en huelga de hambre por
la libertad de todos los presos políticos, exigir fecha de elecciones
parlamentarias y condiciones humanitarias en las cárceles. En consecuencia,
bandidos serán los de la Comisión de Justicia y Paz de la Conferencia Episcopal
y su presidente, monseñor Roberto Lückert, por afirmar en su comunicado que “el
derecho humano a la vida y la salud prela ante cualquier posición ideológica y
el Estado está obligado a respetarlo y garantizarlo”; o por urgir al gobierno
que todos los detenidos por razones políticas tengan acceso a atención médica
adecuada y puedan reunirse con sus abogados y familiares. Y bandidos serán el
cardenal Urosa por visitar a los estudiantes en huelga de hambre y el
presidente de la Conferencia Episcopal, Diego Padrón, por visitar a Ceballos y
exigir fecha para las elecciones parlamentarias y amnistía para los presos
políticos y exiliados. Bandidos y canallas son los expresidentes
latinoamericanos que piden diálogo y libertades en Venezuela. El expresidente
español Felipe González merece distinción especial con otra sarta de insultos
por recordarles la solidaridad internacional socialista y venir a visitar y
defender a Ledezma, Leopoldo López y Ceballos. Más bandido será el arzobispo
sudafricano y premio Nobel de la Paz Desmond Tutu por entrometerse en nuestro
país exigiendo libertades.
Para la mentalidad totalitaria que
defiende su apropiación partidista del Estado venezolano, bandidos y vendidos
son todos lo que no están de acuerdo con el gobierno. No puede haber opositor
de buena fe, ni merecen respeto sus derechos humanos consagrados en la
Constitución.
Mientras el presidente insulta, el barco
se hunde. Aumentan los amigos nacionales e internacionales que quisieran que el
presidente dejara de insultar y se sentara a resolver los gravísimos problemas.
Sentarse con aquellos (del gobierno y de la oposición) que son necesarios para
producir juntos soluciones efectivas. ¿No habrá amigos, familiares y
copartidarios que le ayuden a Maduro a ver que con los insultos, él, su
gobierno y Venezuela se convierten en el hazmerreír del mundo y que los
gravísimos problemas económicos y sociales requieren decisiones urgentes,
inteligentes y bien orientadas, bajándose de la nube ideológica y del
dogmatismo “revolucionario”?
No hay salida sin fuertes consensos
nacionales con medidas muy dolorosas de cambio económico, político y
espiritual. Que nadie (en el gobierno o en la oposición) caiga en la insensatez
de pensar que él y los suyos solos van a reconstruir el país, sin la otra
mitad.
Las importantes próximas elecciones
parlamentarias harán sentir al empecinado gobierno que la mayoría del país se
opone al actual desastre y al proyecto totalitario que lo promueve, pero
además, sin esperar a diciembre, en estos mismos meses son imprescindibles
profundos cambios en el Ejecutivo, y Maduro y similares no pueden ser el muro
que bloquea el horizonte de futuro, esperanza y
vida de todos los venezolanos.
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