Por Julio Cesar
Centeno, 10/06/2015
El G7 emitió un
pronunciamiento esta semana en el que reconoce las transformaciones económicas
y estratégicas necesarias para encarar la amenaza del calentamiento global. Estados
Unidos, Japón, Alemania, Reino Unido, Francia, Italia y Canadá reconocieron colectivamente
la necesidad de:
- Evitar que el calentamiento promedio en la superficie del planeta supere los 2°C para finales de siglo
- Desacoplar la economía mundial del consumo de combustibles fósiles
- Reducir las emisiones de CO2 y otros gases de efecto invernadero entre un 40% y un70% para el 2050
- Transformar el sector energético para mediados de siglo
- Movilizar 100.000 millones de dólares anuales en financiamiento destinado a los países en desarrollo para el 2020.Estos planteamientos coinciden con las recomendaciones de la comunidad científica internacional en los informes más recientes del Panel Intergubernamental de Expertos en Cambios Climáticos (IPCC).
El G7 incluye a 7
de las 10 principales economías según su producto interno bruto en dólares corrientes
(PIB) y a 7 de las 15 principales economías en términos del poder adquisitivo
del producto interno bruto (PIB-PPA). La primera economía en términos del
PIB-PPA es China, la tercera India, la sexta Rusia, la séptima Brasil y la
octava Indonesia. Ninguno de estos países forma parte del G7.
Entre los medios
señalados por el G7 para alcanzar estos objetivos se mencionan específicamente
instrumentos regulatorios y el mercado del carbono, un reconocimiento a la necesidad
de asignarle un precio a las emisiones, lo que se reflejaría ya sea en forma de
impuestos o en el comercio de derechos de emisiones. Se refieren también a la
necesidad de eliminar los subsidios a los combustibles fósiles; según la Agencia
Internacional de Energía superaban los 550.000 millones de dólares en el 2013.
Estos planteamientos coinciden con las propuestas que han venido adelantando
conjuntamente el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la Organización
para la Cooperación Económica y el Desarrollo (OECD) en los últimos años. Todos
instrumentos para la defensa de los intereses de los países industrializados.
Independizar la
economía mundial del consumo de combustibles fósiles es una condición necesaria
para evitar que el aumento de la temperatura promedio para finales de siglo
supere los 2°C sobre el promedio de la época pre-industrial. Al menos dos
tercios de las reservas probadas de hidrocarburos deberán permanecer bajo
tierra. Los combustibles fósiles (petróleo, carbón mineral y gas natural)
suplen en la actualidad el 87% de toda la energía que se consume en el mundo y
que motoriza la economía mundial. Una de sus externalidades es la emisión de
35.000 millones de toneladas anuales de CO2 sólo en el 2014. Mantener las tendencias
actuales conduce irremediablemente a un aumento en la temperatura superficial promedio
entre 3°C y 5°C para finales de siglo.
Un aumento de 4°C
sobre el promedio de la época preindustrial no se ha registrado desde inicios
del Plioceno hace 5 millones de años, cuando el nivel del mar se encontraba
entre 20 y24 metros sobre el que conocemos debido principalmente a la
desestabilización de las masas de hielo en el Ártico, en la Antártida y en los
glaciares en montañas alrededor del mundo.
Provocaría también
la destrucción de buena parte de la biodiversidad que conocemos, se desatarían
guerra por el acceso a cada vez más restringidas fuentes de agua y alimentos,
se acentuaría la intensidad de sequías, inundaciones, huracanes y tormentas y
se propagarían enfermedades tropicales a latitudes donde hoy son desconocidas.
Mantener esta tendencia sería un crimen intergeneracional de magnitud
gigantesca, pues le estaríamos dejando a nuestros descendientes un planeta
hostil desconocido por la especie humana.
Desacoplar la
economía mundial del consumo de combustibles fósiles no será una meta fácil de
alcanzar. Requiere aumentar significativamente la eficiencia energética de
nuestras economías, especialmente en los países en desarrollo. Será también
necesario aumentar exponencialmente la generación de electricidad a partir de
energía solar, eólica, nuclear, hídrica y geotérmica. Tendremos que
independizar los sistemas de transporte del consumo de gasolina, gasoil y otros
derivados del petróleo para sustituirlos por electricidad, hidrógeno o biocombustibles.
Lo que en la
actualidad luce imposible tendrá que hacerse realidad para evitar las
abominables consecuencias de las tendencias actuales del calentamiento global
sobre la vida en el planeta y la seguridad de la especie humana. Para que la
iniciativa del G7 sea efectiva tendrá que contar con la cooperación de las
otras grandes economías, especialmente China, India, Rusia, Brasil, Indonesia y
México. Las posiciones que adopten el grupo BRICS y la CELAC en este sentido son
cruciales.
Los países en
desarrollo en su conjunto deben coordinar posiciones para defender los intereses
del 80% de la población mundial que representan pues, sin las medidas compensatorias
necesarias, estas tendencias pueden convertirse en una firme condena al subdesarrollo,
la dependencia y la explotación. La superación de la pobreza que somete en la actualidad
a más de mil millones de personas en los países en desarrollo no se puede negociar.
Tampoco se debe sacrificar el derecho a la educación, la salud, la
alimentación, la vivienda y el trabajo, o la superación de la dependencia
tecnológica. Lo que se debe destacares la desproporcionada responsabilidad que
recae sobre menos del 20% de la población mundial, localizada en los países
industrializados, que ha generado más del 70% de las emisiones de gases de
efecto invernadero que se han acumulado en la atmósfera y que hoy amenazan a
toda la humanidad.
La referencia del
G7 a la transferencia de 100.000 millones de dólares anuales a los países en desarrollo
no es ni su iniciativa ni una dádiva. Es un reclamo de los países en desarrollo
por cooperación no reembolsable para actividades de mitigación y adaptación al
cambio climático. Forma parte del reconocimiento de la desproporcionada
responsabilidad de los países industrializados en la gestación de la amenaza
climática que hoy enfrenta la humanidad. Sin embargo, los países del G7 han
venido tratando de evadir esta responsabilidad en las negociaciones
internacionales, de tal manera que la transferencia de recursos se realice en
su mayor parte a través de la banca privada, tal y como se señala en el
pronunciamiento. Se provocaría así una vorágine adicional de dependencia y
endeudamiento externo que agobiaría las inestables economías del sur.
La extrema
vulnerabilidad de Venezuela por su excesiva dependencia de la explotación de petróleo
debe motivar un efectivo y urgente esfuerzo nacional por diversificar la
economía y superar la dependencia parasitaria de la minería del petróleo. De lo
contrario quedará atrapada como una víctima de inevitables tendencias mundiales
fuera de su control.
jc-centeno@outlook.com
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