Rosalía Moros de Borregales 28 de junio de 2015
@RosaliaMorosB
Son las 6 de la tarde, mamá está
preparando la cena y al mismo tiempo ayudando a su pequeña hijita de siete años
a hacer la tarea. La mamá dice: _ Hija, la maestra quiere que hagas un dibujo
de tus amiguitos con sus mamás en la fiesta del día de la madre en el Cole _.
La niña a la mamá: _ Ok Mami. ¿Puedo usar todos los colores? _ Claro, así te queda más bonito _ . Al rato,
la niña trae su dibujo con gran entusiasmo, la madre lo ve, hay cuatro figuras
que se reconocen claramente como mujeres, llevan faldas, cabellos largos y
carteras en el hombro. Otra figura es absolutamente masculina. También están
dibujadas tres figuras femeninas más pequeñitas y dos que parecen niños. _A
ver, le dice la mamá. _ Cuéntame, quienes son todos esos niños y cuáles son sus
mamás. A lo que la niña comienza señalando con su dedito índice de izquierda a
derecha: Esta es la mami de Sofía, y esta es Sofi, y así sucesivamente va
nombrando a sus compañeritos (as) junto con sus madres. De repente, llega a la
figura masculina y dice esta es la mamá de Roberto y este es Robert. La madre
sorprendida, le dice:_ No hijita, será el papá de Roberto_. _No mami, responde
la niña con un gesto que denota convicción. _ Roberto tiene dos papás, pero la
maestra nos explicó que uno es su papá y el otro es su mamá...
Es indudable que estamos viviendo
tiempos en los que se exponen abiertamente temas de gran complejidad ante los
cuales los cristianos deberíamos tener una posición clara y firme. Sin embargo,
para llegar a la claridad y firmeza que son requeridas es fundamental que no
perdamos de vista nuestra posición como luz del mundo, nuestra misión de
portadores del evangelio de Cristo a toda criatura y, sobre todo, que
entendamos que sólo el amor de Dios magnificado en la cruz de Jesús puede
llegar a transformar al hombre y restablecerlo a ese diseño divino de seres
humanos hechos conforme a la imagen y semejanza de Dios.
Hemos visto como en los últimos años el
tema de la homosexualidad ha impactado todos los niveles de nuestra sociedad.
No como algo nuevo, ya que la homosexualidad es tan antigua como lo es la
humanidad, sino como algo que se pretende imponer como natural en la formación
de la familia. Durante esta semana el mundo recibió la noticia de la
declaración del matrimonio homosexual como ley en todo el territorio de los
Estados Unidos. Así, cada vez más gobiernos aceptan y declaran como ley el
matrimonio entre personas del mismo sexo, quienes en su mayoría, tienen el
anhelo de formar una familia con hijos adoptados, creados a través de fertilización
in vitro, o a través de vientres alquilados dependiendo del sexo de las
parejas.
Como cristiana comprendo que los
sentimientos de muchas de estas personas son verdaderos y reconozco en muchos
de ellos un profundo y sincero deseo por tener una familia. Siento una gran
compasión por todas estas personas, es una compasión que me inquieta, que me
permite relacionarme con ellos sin tener ningún tipo de rechazo. Cuando me he
encontrado entre ellos, no puedo más que pensar en aquella mujer que fue
hallada en el acto mismo del adulterio y traída a Jesús para ser apedreada. Al
recordar la respuesta tan contundente de nuestro Señor al decirle a todos los
que estaban dispuestos a apedrearla que si alguno de ellos estaba libre de
pecado que lanzara la primera piedra, no puedo más que saberme tan pecadora
como cualquier otro ser humano, por lo que no es mi intención lanzar la piedra
de la condenación (Juan 8: 1-10).
Pero si, la herida del amor, como lo
señala el libro de Proverbios 27:5-6 al decir:
"Mejor es reprensión manifiesta que el amor oculto. Fieles son las
heridas del que ama; pero importunos los besos del que aborrece". Pues, si
de algo estamos careciendo es de esas verdades que pueden causar una herida en
su presentación; pero sin duda, capaces de traer liberación y restauración para
aquellos que tienen el coraje de asumirlas. Jesús caminó entre pecadores, se
sentó a comer con ellos, les ofreció su amistad, su amor, pero siempre
estableció claramente su posición en contra del pecado. La vida de nuestro Salvador
nos conduce a conquistar al pecador ofreciéndole el amor de Dios; sin embargo,
nos muestra que Jesús nunca fue tímido en señalar el pecado. En muchas de sus
sanidades dijo: _Ve y no peques más; en lugar de declarar la sanidad. Lo que
nos lleva a pensar que al sanar el alma, la sanidad del cuerpo era una
consecuencia.
El problema con nosotros es que
generalmente adoptamos los extremos. O demostramos una actitud de rechazo
absoluto o, actuamos con la más absoluta indiferencia, como si fuera algo que no
nos concerniera de ninguna manera. Por supuesto que si es de nuestra
preocupación; además, es nuestro deber estar dispuestos siempre de una manera
prudente, sabia y amorosa a expresar la posición de Dios respecto a la
homosexualidad. El apóstol Pablo en sus epístolas a los Romanos, los Corintios
y a su discípulo Timoteo habla claramente sobre este tema (Rom.1:25-27; I
Cor,6:10 y I Tim.1:10). Ahora bien, Pablo no solo exhorta a estas iglesias
denunciando las practicas homosexuales, sino que, como lo hizo siempre en todos
sus escritos Pablo habla de la gracia que encontramos en nuestro Señor
Jesucristo para librarnos del pecado; nos habla de su poder transformador y de
la nueva vida que podemos alcanzar en el amor de Cristo.
Nuestra actitud como cristianos va mucho
más allá de asumir una posición para denunciar la homosexualidad, sus terribles
consecuencias en la familia y, por ende, en la sociedad. Nuestra actitud debe
ser la de los fieles discípulos de Cristo que recibieron el llamado de ser luz
del mundo y sal de la Tierra. Teniendo como principal argumento el amor de
Cristo al desear que todos los seres humanos sean salvos y vengan al
conocimiento de la verdad, para vivir una vida según el diseño de Dios. ¡La
misión irrenunciable de llevar al pecador a los pies de la Cruz!
“Y creó Dios al hombre a su imagen, a
imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.
Y los bendijo Dios, y les dijo:
Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla”…
Genesis 1:27-28.
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