Jean Maninat 19 de junio de 2015
@jeanmaninat
La gran mayoría de las encuestas
recientemente publicadas dan como ganadora a la oposición en las elecciones
parlamentarias que deberían realizarse antes de finalizar el año. Nunca antes, los números habían expresado con
tanta contundencia la inmensa insatisfacción que corroe a los venezolanos,
especialmente a los sectores populares que tradicionalmente han sido una
fortaleza del voto chavista. Un dato que parpadea con luces de neón entre
tantas cifras.Las razones de este desapego creciente, y amplio en su registro
social, están a la vista de todos: inseguridad, carestía, inflación, destrucción
de la industria nacional y otras fuentes
de trabajo decente, sofocamiento de las libertades públicas, persecución y
presos políticos. Solo el encargado de superar tantas calamidades -el Gobierno
que las ha causado- parece estar ausente, o más preocupado por conjurar los
demonios que lo rondan en base a pases mágicos
-en su caso, ideológicos- y en el
bautizo permanente de un nuevo enemigo externo a quien culpar. Desde la
edad media, se viene recurriendo al mismo expediente de superchería, para
intentar distraer la colisión con hechos tan poco sobrenaturales como el hambre
y la miseria, cuando son producto de la incompetencia humana.Pero el mandado no
está totalmente hecho para la oposición. Se ha dado el paso crucial en la MUD
-a pesar de los remolinos internos- de fortalecer la unidad y presentar
candidatos unitarios ante los electores. Uno lamenta el retardo en la
presentación de todos los candidatos en sus circunscripciones -es allí donde se
batirá el cobre electoral- pero se entiende que la puesta en escena está en
construcción. Mucho del éxito posible va a depender de una adecuada correlación
entre la realidad local y la agenda nacional.
Habría que evitar la tentación de
“plesbicitar” las elecciones parlamentarias cargándolas de contenidos del tipo
“vete ya”. Lograr que la Asamblea Nacional recupere su dignidad republicana es
un paso fundamental en el rescate democrático del país; pero es un paso que va
a requerir de mucho equilibrio para que no se convierta en un traspié. Empezar desde ya a enarbolar revocatorios y
constituyentes -por más constitucionales que sean- para el día después de las
elecciones, es un acto de insensatez política, cuando ni siquiera se sabe la
fecha de las parlamentarias.
En una entrevista reciente en El País,
de España, Henrique Capriles dijo que “Venezuela necesita justicia, no venganza
ni revanchismo”. La frase es más que afortunada, porque alerta en contra del “a
por ellos”, “ahora es que van a ver”, que alimentan algunos sectores radicales
de la oposición. No habrá transición democrática sin diálogo y este diálogo,
obligatoriamente, tendrá que realizarse con los sectores del chavismo
concernidos por una eventual derrota electoral y su destino como fuerza
política. A nadie más que al altísimo gobierno le conviene un choque que
polarice de nuevo al país y les permita
reflotar la confianza perdida.
La película Invictus, dirigida por Clint
Eastwood, relata los esfuerzos hechos por Nelson Mandela, una vez electo como
presidente de Sudáfrica, para unificar a una nación profundamente dividida por
el apartheid. Quien era símbolo de la lucha contra el racismo
institucionalizado, tuvo el valor y el temple de promover un diálogo nacional,
para garantizar la sostenibilidad del cambio que lideró.
Apocalipsis ya, es la consigna de
quienes quieren permanecer a toda costa en el poder. No les facilitemos la
tarea.
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