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martes, 23 de junio de 2015

LA POLÍTICA LA INVENTÓ EL DIABLO, por @TUrgelles

Thaelman Urgelles 22 de junio de 2015
@TUrgelles

En Washington Square, en el Village newyorkino, es frecuente ver a taxistas derrotar en ajedrez a doctores de NYU. Y a nadie sorprenden. Porque en el ajedrez no hay que ser necesariamente el más culto e inteligente para ser el mejor. Por supuesto, hay que ser inteligente y estudiar mucho ajedrez, algo que hacen miles en todo el mundo. Pero, ¿por qué hay un solo Kasparov? Porque sólo él, desde que era un niño, tuvo acceso al secreto, al arcano misterioso que sólo le es brindado a muy pocos elegidos, quizás uno cada dos o tres generaciones. Igual pasa entre los jugadores callejeros, algunos poseen una mayor tajada del secreto aunque sean menos doctos en otras esferas.

Lo mismo ocurre en la política. La búsqueda del poder es como la carrera de los espermatozoides por fecundar el óvulo. Arranca una enorme multitud de aspirantes y solo uno llega a conseguir el objetivo. En la política, la ruta hacia el óvulo es mucho más intrincada y llena de obstáculos que la que encuentran los minúsculos gametos reproductivos.

Cada generación política produce un auténtico líder, o a lo más dos de ellos.

Por fortuna la alternabilidad democrática permite que más de uno alcance su turno de poder, pero un líder de verdad es difícil que abunde en un mismo lote de políticos. Y no siempre ese líder resulta ser el de mayores pergaminos académicos. Porque la política no es SOLO un conocimiento racional, ella comprende una serie de otras habilidades e instintos que trascienden el ámbito de los saberes formales.

Y no me refiero aquí a las picardías, trampas y mentiras de las que suelen valerse los políticos de poca monta, que dan lugar a la rasa descalificación que de la política suelen hacer los espíritus menos elaborados. Estoy hablando de la política ejercida con honradez, mas con un talento único para observar la realidad, auscultarla e interpretarla, y a partir de ello planear y ejecutar acciones propias en el ámbito público (se las llama "políticas"), previendo las reacciones de segundos y terceros a tales iniciativas y luego los resultados de toda esa confrontación de situaciones.

"La política la inventó el diablo", solía decir Carlos Andrés Pérez, y no se refería a la maldad que no pocas veces está contenida en su ejercicio sino a su inextricable complejidad e ilimitada contingencia.

Pese a todo ello, la política es el ámbito en el que todos tenemos derecho a inmiscuirnos, a decir nuestras "cuatro verdades", a observar y juzgar el comportamiento de quienes la ejercen con mayor protagonismo. Porque las consecuencias del ejercicio de la política afectan la vida de cada una de "las personas comunes", en unos tiempos más que en otros.

Hoy en Venezuela la política ocupa un lugar predominante en la vida de todos. Ocurre cada vez que un iluminado, al frente de una cohorte fanática, pretende imponernos a perpetuidad su ambición disfrazada de épica redentora. Ello nos da pleno derecho a expresarnos políticamente, a adherir o cuestionar sin cortapisas las diferentes opciones o liderazgos que se ofrecen a nuestra evaluación. Y el derecho de participación activa, si queremos profundizar el compromiso con la realidad cuestionada.

Las redes sociales amplifican al máximo el ejercicio de tal derecho, lo que también es positivo. Aunque existe un pero... Cabría pedir a los entusiastas opinadores espontáneos, quienes recién asoman sus plumas y argumentos al terreno muy complejo de la política, un mínimo de respeto por quienes han hecho de esto su vida entera, por lo menos el esfuerzo de conocer y comprender las circunstancias en las que cada quien debe ejecutar sus actos políticos, antes de descalificarlos con audaz arrogancia y de un sonoro tecladazo.

OJO: no lo pido para mi, soy apenas otro espontáneo.


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