Carlos Raúl Hernández 29 de junio de 2015
@CarlosRaulHer
Nada
de enfrentamientos a muerte o buscar fantasmales vías rápidas
Qué pasaría si las fuerzas democráticas
ganaran las elecciones parlamentarias? De “días oscuros” habla un representante
del gobierno de la claridad. También dicen que eso significaría profundizar la
crisis, como si la crisis no se profundizara minuto a minuto con la amenaza de
destruir la integridad del país. No es muy recomendable la experiencia de
Asamblea maniatada por el Poder Ejecutivo. Las variables económicas
enloquecieron para hacer difícil la vida de todos y desvanecer la esperanza de
las nuevas generaciones. Pero hay quienes acarician en ambos extremos el tonto
sueño de un conflicto de poderes que se generalice a la sociedad y les permita
reinar en el caos gracias a la participación de los aparatos coactivos. Esa
alocada hipótesis tendría asidero si entre los opositores predominaran los
rabiosos (enrage los llamaban en Francia revolucionaria) cosa que por fortuna
no ocurre.
Y muy al contrario, esa nueva mayoría es
el primer paso para resolver la crisis, si los protagonistas actúan
adecuadamente, con firmeza e inteligencia. Así se podrán devolver al Parlamento
sus funciones, hoy expropiadas para convertirlo en una especie de
macroministerio. El cambio proyectado es volver a la normalidad, nada que no
ocurra en Brasil, Chile, Uruguay, Panamá, México y todos los países
democráticos, porque la separación de poderes es precisamente para eso. Una
crisis como la de Venezuela impone el conflicto agudo -los conflictos que no
rompen la armonía son normales- como situación general y se marcha a siniestros
desenlaces. Desde Montesquieu hasta John Rawls se sabe que la relación habitual
entre los tres poderes del Estado moderno es y debe ser de conflicto armónico,
porque solo así, si se supervisan y se controlan mutuamente, ninguno puede
ejercer tiranía. ¿Revocatorio, renuncia, constituyente?
La base del Estado moderno es electoral,
pero Rawls especifica que las elecciones “deben ser regulares y confiables”.
Todo gobierno, particularmente si es autoritario, es un ente peligroso por su
inmenso poder frente al ciudadano común y por eso la democracia existe para
controlarlo por medio de los otros poderes ¿Deberían volver con la solicitud de
renuncia de Maduro, o la recolección de firmas para la “constituyente”, “la
transición” o el revocatorio? Aparte de las dificultades técnicas, para bien
del retorno a una vida normal y de progreso, esas opciones no lucen
recomendables. Lo que debe plantearse una fuerza que tenga como estrategia la
reconstrucción es llamar al entendimiento desde esa poderosa plataforma. En vez
de confrontación de poderes, diálogo de poderes.
La Asamblea Nacional, lamentablemente
hoy castrada, es el espacio para dar debates hacia las rectificaciones
imprescindibles en materias económica, social e institucional y producir
proyectos de reforma a los entuertos y la ranchería legislativa creada por la
revolución. En primer lugar el modelo económico de monopolio de Estado cuya
función ha sido destruir la economía productiva en manos de los ciudadanos, por
medio de un cerco de leyes nocivas y venenosas. A pesar del pesimismo que cunde
como una nube negra, la idea de que el país se perdió definitivamente, que
tardará décadas en recuperarse, la experiencia demuestra que otros en peores
condiciones que Venezuela, rápidamente levantan vuelo con una institucionalidad
moderna. Casi todos los países latinoamericanos pasaron por condiciones
atroces, peores.
Una
rápida recuperación
Era la época en que Venezuela era una
isla de la fantasía a la que venían los exilados de las dictaduras y los que
migraban para construir una vida mejor. Inflaciones de hasta 40.000% vivieron
Bolivia, Nicaragua, Argentina, Perú, Chile, y los tiranos, la violencia
política y el populismo plagaban el continente con pocas excepciones. La
situación regional era tan lamentable que en algunos círculos de los países
desarrollados se decía con sorna que si Latinoamérica se hundía en el mar,
nadie se daría cuenta porque a nadie le hacía falta. Una vez que amaine la
violencia física y verbal del gobierno contra la gente y se produzca una
reorientación de la estrategia económica, fluirán inversiones nacionales y
extranjeras y se podrá sacar partido, como fue en la democracia, a las
incalculables riquezas que hoy dilapida. Nada de enfrentamientos a muerte o
buscar fantasmales vías rápidas que ampliarían la crisis.
Quienes gobiernan hoy deben enderezar y
tomar las medidas correctas, pues lo más cómodo para ellos sería que lo hiciera
un nuevo gobierno y así dedicarse a hacer una oposición irracional. Dilma
Rousseff tiene el apoyo de la oposición en el Congreso para arreglar lo que
dañó y correr los costos políticos. Se dice que su ministro de economía,
Joaquim Levy, tiene más influencia que la propia Presidenta. La Asamblea
Nacional soberana, base de sustentación de la paz y la tranquilidad, tendría
que actuar para que un gobierno marchito pague su mal y dé los pasos que
devuelvan la gobernabilidad. Cuando” François Mitterrand perdió la mayoría
frente a la oposición de Jacques Chirac y surge este esquema que se denominó
“cohabitación” y podría ser el camino para Venezuela. Que el gobierno comience
a reconstruir lo que destruyó. Ojalá se superara la tirantez entre la
alternativa democrática y pudieran discutirse con serenidad los pasos para
enfrentar las difíciles coyunturas que vienen.
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