Por Jesús
Alexis González, 15/06/2015
Iniciemos
con una identificación conceptual: desempleo—situación
económica donde parte de los recursos productivos globales se encuentran sin
utilizar--; deflación—caída de los
precios, en al menos 2 trimestres, ante una excesiva oferta con relación a la
demanda--; deflación encubierta—condición
económica venezolana caracterizada por un descenso
relativo de los precios, como reacción a la política gubernamental de fijación
de precios por tiempo indefinido (congelamiento), en un marco inflacionario
persistente que tiene efecto evidente sobre los costos de producción hasta
propiciar una distorsión de los resultados empresariales (pérdidas) al
generarse una brecha entre costos
crecientes y unos precios naturales
(reales) que no pueden equilibrarse; situación que induce irreversiblemente
hacia una paralización de la reinversión que atenta contra la expansión del
aparato productivo nacional a la par de estimular el desempleo; antinomia económica—desempeño
distorsionado de la actividad económica en razón a una discrepancia con las
leyes que la rigen, habida cuenta de una contradicción
entre los principios racionales.(Fin del mapa conceptual).
El
bienestar general, depende de la riqueza
nacional generada por los ciudadanos ocupados en distintas actividades que
en simultáneo les propicia una elevación de sus ingresos y calidad de vida, al
tiempo de hacer posible el crecimiento
económico que impulsa una elevación del PIB (valor monetario de los bienes
y servicios finales producidos en una economía durante un año). Dicho
crecimiento, es requisito para alcanzar el desarrollo
económico (proceso autosostenido) y está condicionado tanto por la forma de organización y funcionamiento de los factores
productivos como el capital físico (edificios,
maquinarias, equipos), capital humano
(la educación como “energía” incorporada al individuo para reforzar su
potencialidad, tecnología (saber
hacer las cosas combinando conocimiento y maquina), y por el entorno institucional (eficiencia
gubernamental en la instauración de un marco jurídico adecuado); como por la inversión, el nivel de
consumo, las políticas económicas gubernamentales y el ahorro nacional.
A tenor
de lo expresado, se desprende que la variable
fundamental que mueve la actividad económica es la demanda global (DG) la cual está conformada por la demanda de bienes de consumo (la familia), la
demanda de bienes de inversión (las
empresas), la demanda del sector público(gasto
público), y por la demanda del mercado
internacional (exportaciones). Siendo así, y apoyados en la ortodoxia
económica que señala que sus problemas medulares son el desempleo y la inflación,
puede sostenerse que el desempleo es
generado por una insuficiencia de la DG, y por ello “simplemente” se debe aumentar dicha DG estimulando el consumo para
lo cual se hace necesario bajar los
impuestos—liberar recursos a la familia para consumir--, bajar los tipos de interés—disminuir el
costo del dinero para estimular la inversión--, aumentar la eficiencia del gasto público—orientando la inversión
social hacia la construcción y funcionamiento de escuelas, hospitales,
vialidad, transporte, etc, y disminuir
el tipo de cambio—para fomentar las exportaciones--; mientras que para combatir la inflación inducida por una demanda excesiva (los precios suben
porque sube la demanda) se debe sencillamente bajar la DGdisminuyendo el consumo por medio de la elevación de los
impuestos, la disminución de la inversión, subida de los tipos de interés,
disciplinando el gasto público con presupuestos restrictivos y con una
elevación del tipo de cambio. Queda entonces, suficientemente claro, que en el
desenvolvimiento de una sana economía ¡¡el
desempleo y la inflación no coexisten!!
Bajo ese
manto de armonía, funcionó mundialmente la economía moderna durante unos ¡30 años! (1943-1973) hasta que en 1973
y ante la denominada “crisis del
petróleo” (los precios se movieron desde US$ 2/b hasta US$ 35/b) se indujo
la coexistencia del desempleo con
inflación, con la salvedad que tal inflación no era de demanda sino de costos (los precios subían porque subían
los costos de la energía) con el agravante que a pesar de la recesión los precios seguían subiendo. Esa
situación propició, que en los siguientes 35 años (1973-2008) se aplicara la
denominada política de oferta haciendo
énfasis en la microeconomía a la luz
de combatir a nivel de las empresas los costos de producción por intermedio de
mejoras en la innovación, la productividad, la competitividad, etc dando
apertura a una economía de intangibles (economía
productiva a nivel de cada empresa); siendo que esa política funcionó hasta la
aparición en 2008 del desempleo con
deflación—paro económico con baja de los precios—lo cual se está
enfrentando desde entonces con la receta básica ya referenciada, y sin la
generación de deuda pública y déficit fiscal.
¿En el caso venezolano que estamos presenciando? Nuestro país, ha venido aplicando en los últimos 12
años (2003-2015) una política expansiva
de “tendencia infinita” con basamento fiscal
(aumento del gasto público), monetario
(generación de déficit fiscal y deuda pública) y cambiario (tipo de cambio sobrevaluado); todo ello dentro de, por
una parte, un escenario caracterizado por un despilfarro de los ingresos (¡¡múltiples razones!!), por una continua emisión de dinero inorgánico,
por una creación de deuda pública y
por una presencia permanente de déficit
fiscal; y por otra parte un presupuesto
nacional dependiente del sector interno de la economía--fundamentalmente el
IVA—cuyo monto recaudado se incrementa con la inflación de precios,
configurando la perversa realidad de ¡convertir
la inflación en una aliada del presupuesto de ingresos!; al tiempo de
convertirnos en una economía de
desempleo con deflación encubierta.
A manera de reflexión final. Venezuela requiere de un Estado donde el Gobierno
deje de ser el agente económico de una
economía rentista y se convierta en propiciador del bienestar general, a la
luz de un sistema de libertad natural que
facilite al sector privado
jerarquizar la acumulación de capital y la división del trabajo sin violar las
leyes de justicia en aras de hacer expansivo el crecimiento económico, en
armonía con un sector público dedicado
a los fines que le son propios; ¡¡ese es
nuestro nudo gordiano!! Si se logra desatar, el país podrá al corto plazo
presentar en una próxima Cumbre de los
Pueblos logros más trascendentes y estructurales que las canaimitas,
Mercal, Pdval y las misiones; a la par de devolvernos a los venezolanos la esperanza de un futuro promisor.
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