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jueves, 25 de junio de 2015

Un reto superior: LA RECUPERACIÓN DEL TALENTO, por @gustavoroosen

Gustavo Roosen 19 de junio de 2015

¿Cuánto tiempo tomará la recuperación? ¿Cuán difícil será? Preguntas complejas para las que no caben respuestas simples o únicas, menos aun respuestas inspiradas en posiciones ilusoriamente optimistas o destructivamente catastróficas, incapaces ambas de analizar con ajuste a la realidad y con posibilidad de impulsar las acciones necesarias por el tiempo necesario. Formulárselas ahora casi parece a destiempo cuando el país está más pendiente de lo urgente que de lo necesario. Dejar de hacerlo, sin embargo, sería irresponsable.

Cuando se plantean preguntas así, surge como resaltante el tema económico. Con todas las variantes como cabe en un asunto tan complejo, si en algo hay coincidencia entre los expertos es en la posibilidad de enfrentarlo de manera relativamente rápida. Difícil pero rápida, compleja pero manejable. Con enorme costo político, pero con resultados previsibles, y visibles, a corto y mediano plazo. Con medidas que restablezcan el orden, eliminen el gasto improductivo, recuperen los equilibrios, reduzcan la incertidumbre, impongan un mínimo de racionalidad. El regreso de la confianza significará también, o provocará, el regreso de las inversiones, de las iniciativas, de la producción.

No sucede así en todos los campos. No, por ejemplo, en la recuperación del talento perdido, de la capacidad nacional para alentarlo, para insertarse en la economía del conocimiento, para cimentar una cultura del saber, de la innovación. El sentimiento de pérdida en lo económico ha impedido percibir de alguna manera la realidad de una pérdida más profunda, la de la educación, la de su calidad, la de las oportunidades para el desarrollo del talento.

Pese a la presión de los problemas inmediatos –seguridad, presupuesto, intromisión del gobierno– la universidad venezolana y otras instituciones con interés en la educación no han dejado de pensar con visión de largo alcance en los temas vitales que tienen que ver con la función de las universidades en el desarrollo del pensamiento, de la innovación. No pueden dejar de hacerlo en un mundo aceleradamente cambiante, cada vez con nuevas exigencias, las que nacen de una realidad marcada por la globalización, la preeminencia de la sociedad del conocimiento, la revolución de la información y la comunicación.

Para cumplir con sus objetivos a la universidad venezolana no le será suficiente con actualizar los planes de estudio, diseñar nuevas carreras, mejorar la eficiencia del gasto y la distribución del presupuesto de modo, por ejemplo, que la nómina de los jubilados no afecte, como sucede ahora, su presupuesto global y reduzca la posibilidad de contar con docentes más preparados y más motivados. Deberá, además, abordar los grandes temas. Entre ellos, desde luego, el de su sostenibilidad, pero muy especialmente el de su adecuación a un mundo moderno y globalizado, a una sociedad que ha establecido como término de competitividad el conocimiento, la innovación, el talento. Asumir estos temas con visión de largo alcance establecerá el contraste con la pretensión de reducirla, de asfixiarla, de doblegarla, de convertirla en instrumento político-partidista.

La recuperación del talento –del que se ha ido, del desmotivado, del que no encuentra clima para su desarrollo, del que ve negadas las oportunidades– tomará más tiempo. Es, de por sí, un objetivo de largo plazo. Compromete a más de una generación. Implica un cambio cultural de sentido contrario al facilismo, a la mediocridad, a la reducción de exigencias y aspiraciones, a la nivelación por la cota más baja, a una concepción que olvida que la igualdad de oportunidades no garantiza la igualdad de resultados, que multiplicar los cupos no implica mejorar la preparación, que aumentar el número de titulados no reduce el desempleo ni asegura trabajo productivo y de calidad.

La recuperación económica pasa por la recuperación de la confianza pero no será duradera si el país no se ocupa desde ya de la recuperación del talento y de una cultura que valore la formación, el saber y la innovación.


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