Carlos Raúl Hernández 19 de junio de 2015
@CarlosRaulher
“…espíritus calzados al revés”
Así decía Moliere de aquellos cuyas
opiniones siempre salían torcidas y veían lo contrario que lo que ocurría, como
suele ocurrir habitualmente cuando hablamos de lo que no sabemos. Una ola de
ira circuló por los medios ilustrados por la reunión de Shannon, asesor del
Departamento de Estado con Diosdado Cabello, cuando debería ser lo contrario.
En el caso de la política la tesis de Moliere es la regla, pues se trata del
arte más difícil de las que ha creado el hombre y, paradójicamente, sobre el
que más se opina desde su aparente obviedad. Todo el mundo pretende saber de
política, pese a que Schumpeter demostró que las opiniones sobre eso de las
grandes figuras públicas de las artes, los negocios, el deporte, etc.,
“equivalen a las de niños de doce años” según sus palabras textuales. Otros
espíritus atolondrados, mesiánicos y totalitarios afirman que después de mí el
diluvio, aunque él mismo sea el diluvio. Hitler en las últimas del búnker
desgañitaba que el pueblo alemán merecía la destrucción como castigo por
“traicionarlo” y perder la guerra, mecanismo sicológico para no afrontar la
debacle de sus propios errores descabellados.
Fidel Castro quiso la guerra mundial en
la crisis de los cohetes de 1962. En el Congreso de la Internacional en Moscú,
Mao aseguró que pondría trescientas millones de vidas chinas en una guerra
final contra el imperialismo.
Los lugares comunes, prejuicios y fárragos
de un caudillo totalitario en fase inicial, son los mismos que exponen talentos
silvestres en reuniones sociales, la dureza y el radicalismo de los que ignoran
los secretos del manejo del poder para bien de los países y la conquista
democrática de las mayorías.
En
2006 nace una fuerza tranquila
Sus cabezas son un prontuarios de
“verdades” de curso corriente, pero algo en ellos subyuga la intelligentzia y
después a las “masas”. Dicen que Trotsky y Hitler ejercían un embrujo
inexplicable, mientras Lenin lucía como un “profesor de matemáticas”. El pensamiento
mal calzado no sabe valorar que algunas reglas del juego democrático perviven
en Venezuela, y hasta 2005 se marcarían espectaculares autogoles. La emergencia
ahora de una fuerza tranquila, racional y decidida descompone al gobierno, el
entorno se le complica y parece que se les escapa el poder. Ahora que la
política se puso seria, en una cabeza enmarañada por dentro siempre ronda el
protocolo de una “confrontación final”, en la que una acción heroica sea la
chispa que produce el incendio popular, luego la de la FF.AA, y la gente en la
calle coloque claveles en el cañón de las Kalashnikov. Es el caso del ratón que
juega con el gato.
Luego del levantamiento popular el 11 de
abril de 2002, en el que paramilitares chavistas asesinaron dieciocho personas,
el régimen se desploma, pero gana políticamente y regresa por el consistente
apoyo de la OEA (y mundial) a un “presidente democrático y electo”. Lo salvaron
la política, gracias a la Carta Democrática que se firmaba en Lima casualmente
esos días, y las idioteces radicales. ¿Generales y políticos deschavetados
obedecerán ahora la orden de cortarle el cuello al gobierno que los protege
para entregarlos a los grupos que más los atacan? ¿Se atreverían a quedarse
solos en el mundo y con la responsabilidad de todo lo que ocurra? “La luz del
entendimiento me hace ser muy comedido”. ¿Cuánto podría durar una dictadura
militar… cómo asimilar repudio y sanciones internacionales… qué hacer frente a
unas malencaradas Dilma y Hillary? ¿Y Obama hoy?
Felipe
González y los apresurados
Con varias resonancias magnéticas los
estrategas del gobierno descubrieron subrepticios y sospechosos trazos de
perversidad en los cerebros de Felipe González, F.H. Cardoso y Ricardo Lagos,
entre otros expresidentes. González, un socialista no fantoche, es héroe de la
lucha contra el franquismo y artífice de la nueva España. Cardoso puso Brasil a
librarse del desempleo, la inflación y la pobreza, camino que prosiguen Lula y
Dilma, a quienes salva del enjuiciamiento (y con ello al país). Lagos fue el
primer chileno que dijo a Pinochet por televisión, en su cara, “Presidente:
¡váyase del gobierno!”. Ninguno es un conspirador barato o caro. No
traicionaron sus países. No los sumergieron en el desastre. Los liberaron de
dictaduras. González decía que “el cementerio de los políticos está lleno de
apresurados”. El patriarca tropical amenaza a través de herederos con una
pesadilla peor (y efímera).
Hacen el juego los apresurados. Cuando
las naciones se quitan los fardos que las oprimen, empobrecen y desprestigian,
hartas de incapacidad y locura, sellan acuerdos de gobernabilidad y establece
el olvido. Las reuniones con Shannon, Rousseff, las preocupaciones de Rajoy, de
Europa, de Unasur y de los 33 expresidentes, las declaraciones de Rajoy y la
ONU sobre violación de Derechos Humanos, apuntan a la misma diana: crear
condiciones electorales justas, respetar los resultados electorales, retornar
la vigencia de la Constitución, convivir democráticamente. Venezuela no tiene
por qué continuar como el país enfermo de América Latina.
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