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miércoles, 1 de junio de 2016

Por ambos lados


Por Alejandro Moreno


Hace poco menos de un mes, escribí refiriéndome a las bandas criminales: “Periodistas e intelectuales que sobre ellos (los delincuentes) escriben o los investigan, en su mira”. Hoy me llega información de que un grupo de periodistas investigadores, los más destacados y valientes, están en la mira de ciertos organismos policiales. Les abrieron una investigación, porque, según el limitado cerebro de esos policías, no es posible que los malandros, cuando ellos llegan en su búsqueda, ya estén prevenidos. Eso, les dicen sus pocas neuronas, tiene que ser porque los periodistas les informan intencionalmente en sus artículos; no porque, cumpliendo con su deber informen, dicen –evasiva para ingenuos–, sino porque algunas de sus noticias parecen tener tinte político y porque puede ser que incluyan en ellas algún aviso a los delincuentes de modo que con eso llegan a entrabar la acción de la justicia.
De este modo el periodismo serio, que nos muestra la realidad de la violencia para que todos estemos convenientemente informados y prevenidos, está “mirado” desde ambos lados. Se encuentra entre dos fuegos. ¿Cuál es más peligroso? No sé de nombres, pero me imagino que el amigo Javier Ignacio Mayorca debe ser uno de ellos. Menos mal que mi también amiga Thábata Molina está fuera, pero nunca se sabe; ciertas policías tienen las manos muy largas.

Esto asusta, pero más asusta todavía la ignorancia que muestran los organismos de seguridad sobre la realidad actual de las bandas criminales. Que se enteren: son grupos poderosos, muy bien organizados, expertos en negocios, con gran capacidad financiera, muy bien informados por equipos de inteligencia mejores, al parecer, que los que asesoran a las policías. Sus bandidos (viene de banda), no necesitan leer la prensa, aunque tampoco son analfabetas todos, para saber por dónde anda su enemigo. Y asusta al ciudadano común y honesto comprobar que los que tienen que defender su seguridad son incapaces, desinformados, mal preparados técnicamente y muy ligeros de cascos. Si en vez de andar por ahí buscando chivos expiatorios, para justificar su impericia e inferioridad mental, se preocuparan por prepararse bien en su oficio, leer, ellos sí, estudiar y pensar, quizás otro gallo nos cantaría.

Convertir a los periodistas en culpables y víctimas de persecuciones no sólo judiciales sino también criminales, ha caracterizado siempre a los regímenes dictatoriales. El nuestro no se aparta de esa ruta sino que nos sumerge cada día más profundamente, a pasos militares, en el abismo de la tiranía.

ciporama@gmail.com

31-05-16




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