Por Alejandro Moreno
Hace poco menos de un mes,
escribí refiriéndome a las bandas criminales: “Periodistas e intelectuales que
sobre ellos (los delincuentes) escriben o los investigan, en su mira”. Hoy me
llega información de que un grupo de periodistas investigadores, los más
destacados y valientes, están en la mira de ciertos organismos policiales. Les
abrieron una investigación, porque, según el limitado cerebro de esos policías,
no es posible que los malandros, cuando ellos llegan en su búsqueda, ya estén
prevenidos. Eso, les dicen sus pocas neuronas, tiene que ser porque los
periodistas les informan intencionalmente en sus artículos; no porque,
cumpliendo con su deber informen, dicen –evasiva para ingenuos–, sino porque
algunas de sus noticias parecen tener tinte político y porque puede ser que
incluyan en ellas algún aviso a los delincuentes de modo que con eso llegan a
entrabar la acción de la justicia.
De este modo el periodismo serio, que nos
muestra la realidad de la violencia para que todos estemos convenientemente informados
y prevenidos, está “mirado” desde ambos lados. Se encuentra entre dos fuegos.
¿Cuál es más peligroso? No sé de nombres, pero me imagino que el amigo Javier
Ignacio Mayorca debe ser uno de ellos. Menos mal que mi también amiga Thábata
Molina está fuera, pero nunca se sabe; ciertas policías tienen las manos muy
largas.
Esto asusta, pero más asusta
todavía la ignorancia que muestran los organismos de seguridad sobre la
realidad actual de las bandas criminales. Que se enteren: son grupos poderosos,
muy bien organizados, expertos en negocios, con gran capacidad financiera, muy
bien informados por equipos de inteligencia mejores, al parecer, que los que
asesoran a las policías. Sus bandidos (viene de banda), no necesitan leer la
prensa, aunque tampoco son analfabetas todos, para saber por dónde anda su
enemigo. Y asusta al ciudadano común y honesto comprobar que los que tienen que
defender su seguridad son incapaces, desinformados, mal preparados técnicamente
y muy ligeros de cascos. Si en vez de andar por ahí buscando chivos
expiatorios, para justificar su impericia e inferioridad mental, se preocuparan
por prepararse bien en su oficio, leer, ellos sí, estudiar y pensar, quizás
otro gallo nos cantaría.
Convertir a los periodistas
en culpables y víctimas de persecuciones no sólo judiciales sino también
criminales, ha caracterizado siempre a los regímenes dictatoriales. El nuestro
no se aparta de esa ruta sino que nos sumerge cada día más profundamente, a
pasos militares, en el abismo de la tiranía.
ciporama@gmail.com
31-05-16
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