Por René Núñez,
04/09/2016
No tengo duda que la democracia como sistema político está más cerca de
la paz que de la violencia. Hay democracias desarrolladas y democracias menos
desarrolladas. Su vulnerabilidad a la violencia depende fundamentalmente de la
consolidación del estado de derecho y de la eficacia de las políticas públicas
de sus gobernantes. Mientras más populosos, ineficientes, poco transparentes y
autoritarios sean sus gobiernos, mayores posibilidades de tensiones y
conflictos domésticos existirán en la sociedad.
En el mundo del subdesarrollo suele confundirse la violencia con la
fuerza. La fuerza es el conjunto de medios y procedimientos de que se vale el
derecho para obligar coactivamente el cumplimiento de la norma o ley. En
cambio, la violencia supone el uso ilegítimo de la fuerza; en otras palabras,
el uso indiscriminado de la fuerza sin ajustarse a principios
preestablecidos. La situación se agrava cuando la violencia opera desde el
mismo sistema político.
Nada más desgarrador en una sociedad de libertades cuando el juicio
crítico, la verdad, la razón del ciudadano queda a merced del manejo
sistemático del sub consciente de los que dirigen el Estado; creándoles una
extrema confusión mental para destruirle su escala de valores y principios.
Los venezolanos atravesamos por una crisis política, económica, social
y cultural inédita, cuya expresión se manifiesta con el incremento sin control
de violencias como asesinatos, secuestros, torturas, detenciones sin causas
justificadas, robos, exclusiones, expropiaciones y confiscaciones
injustificables, conculcaciones de derechos constitucionales, derechos democráticos
y derechos humanos.
En democracias funcionales, gobierno y oposición se reconocen, se
entienden y se respetan los derechos y espacios políticos. Tienen claro que
ellos se deben a los ciudadanos y no los ciudadanos a ellos. Las desviaciones
son controladas y sancionadas por los poderes competentes en la materia.
Priva el equilibro institucional y jurídico.
Nada de esto tenemos en la Venezuela de hoy, no la tenemos porque no
hay separación de poderes, el poder ejecutivo se ha adjudicado facultades
plenas para decidir la planeación, ejecución, control y evaluación, no solo del
Estado sino de la “democracia” y la de los ciudadanos.
Un laberinto, que tiene una salida constitucional como lo es el
mecanismo del referendo revocatorio del presidente de la república pero que el
régimen se niega a reconocer y aceptar. Una consulta al pueblo soberano para
decidir si debe o no continuar dirigiendo los destinos de la nación. De
conformidad con la Carta Magna, tanto el revocatorio como las elecciones de
gobernadores deberían hacerse este año.
La paz verdadera de los pueblos solo es posible con justicia, y la
justicia está asociada a la gobernabilidad del progreso y desarrollo humano de
las personas. La satisfacción de las necesidades de los ciudadanos sin
poner en peligro la de las futuras generaciones.
La paz se construye alcanzando y superando los retos de la
productividad pública y privada, de la igualdad social, de la educación, de la
salud, del trabajo decente, de la transparencia pública. Con valores y
principios morales y éticos, con libertad, con tolerancia y respeto.
El desarrollo sostenible contribuye de manera decisiva a disipar y eliminar
estas causas de conflicto y de la violencia, además de sentar las bases para
una paz duradera. Su finalidad es eliminar la pobreza y garantizar la
prosperidad y bienestar de todas las personas.
El panorama nacional es inquietante y preocupante; nos dibuja una
realidad histórica objetiva de desaciertos, errores, vicios y desencuentros.
Nos llama a obrar de buena fe por el bien común y justo. El destino nos
condenará sino actuamos ¡ya! con madurez, inteligencia e imaginación creadora.
“Hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces; pero
no hemos aprendido el sencillo arte de vivir como hermanos”. Martin Luther
King.
Presidente del Ifedec Capítulo Bolívar
Los domingos, 8 a 9 am, en ONDA GLOBAL, Guayana, por www.onda973fm.com
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