Ismael Pérez Vigil 24 de junio de 2017
@Ismael_Perez
Finalmente,
lo que tanto clamaron muchos, llegó. El pasado martes 20 de junio, la MUD, por
boca de uno de los voceros más calificados de la oposición, el Presidente de la
Asamblea Nacional, nos convocó a todos los venezolanos a “…lograr la
sustitución del régimen dictatorial y la restitución del orden constitucional…
a enfrentar y desconocer activamente el fraude constituyente en todo el
territorio nacional… (y) al desconocimiento a la convocatoria de la fraudulenta
Asamblea Nacional Constituyente”, invocando los artículos 333 y 350 de la
Constitución.
El
análisis jurídico de los artículos constitucionales y todos sus vericuetos
legales –que son varios, incluida una sentencia del TSJ del año 2003– lo dejo a
los juristas expertos en la materia. Yo prefiero reflexionar el tema desde un
punto de vista más político y sobre todo del significado de esa invocación del
333 y el 350 desde un punto de vista práctico.
Lo
convocatoria de la MUD es a defender el orden constitucional, la Constitución
de 1999. Y aquí nos encontramos con una primera paradoja: defender algo a lo
que muchos nos opusimos en 1999. En efecto, en 1999, un millón trescientos mil
venezolanos, votamos NO, por la actual Constitución, tres millones trescientos
mil votaron SI, y seis millones de venezolanos se abstuvieron.
Pero
allí no terminó la historia, porque en el año 2007, cuando Hugo Chávez Frías
quiso reformar “la mejor Constitución del mundo” –lo que hoy muchos chavistas
no “maduristas” consideran su “legado”– entonces cuatro millones y medio de
venezolanos, entre los que seguramente estábamos los que nos opusimos en 1999,
votamos porque NO se reformara esa Constitución y ganamos el referendo; mientras
que casi cuatro millones cuatrocientos mil votaron a favor de que SI se
reformara y siete millones cuatrocientos mil se abstuvieron, el 46% de los
electores.
A
estas alturas muchos se preguntarán porque este rodeo por cifras y resultados
de votaciones. Muy simple, porque al final de todo este proceso, y como bien
fue dicho por Borges, el vocero de la MUD, llegaremos “…a nuestro fin más
importante: tener elecciones para restituir el orden constitucional”. Por eso
quiero resaltar que estamos defendiendo una Constitución que le es indiferente,
en promedio, al 30% de los electores del país, y en consecuencia al 30% del
país. Ese es el “peso muerto” que arrastramos en casi todos los procesos
electorales. Una población indiferente, que no la ha movido nadie, ni el
“chavismo” en su mejor época, mucho menos el “madurismo”, y tampoco la
oposición. Y ese “peso muerto”, junto con los que ahora quieren una nueva
Constitución a través de una Asamblea Nacional Constituyente (ANC), que deben
ser, siendo magnánimos con el “madurismo”,
un máximo del 15% de los electores, suman casi un 45%. Un peso en contra
a ser tomado en cuenta para todas las acciones y movilizaciones que se vayan a
realizar.
Entrando
ya en el 333 y el 350, para algunos pareciera ser una palabra mágica, que al
haber sido invocada, confían en que producirá un efecto inmediato y masivo de
movilización que arrastrará al pueblo a la calle y a los soldados a salir de
sus cuarteles a defender la Constitución, como se los ordena el artículo 328.
No creo que eso sea así y espero que los dirigentes de la oposición así lo
crean también, porque entenderlo de otra manera conduciría a peligrosos errores
de estrategia.
Sin
caer en el manido e irónico interrogante de ¿Con qué se come eso?, es necesario
responder de manera seria, ¿Qué significa invocar el 350 y el 333, desde un
punto de vista práctico?, porque decir que se trata de un derecho a rebelarse,
a la desobediencia civil, puede significar mucho o nada. De lo que se trata es
de su sentido de eficacia. Razones para protestar –y eso es “desobedecer” en un
país donde ninguna protesta es autorizada– sobran en el país: violación de
derechos constitucionales, políticos, sociales y la masiva corrupción pública
son el motivo para algunos; la falta de comida y medicinas, de gas para
cocinar, los continuos cortes de luz y de agua, la falta de seguridad personal,
los pésimos servicios públicos, y paremos ya de contar, son los motivos para
otros.
Protestas
hay todos los días desde hace tiempo, según nos lo reportan algunos
organizaciones especializadas en la materia, el problema es su sentido de
eficacia política. Cómo convertir esas protestas en motor de cambio. Cómo
extender la conciencia a nuestros compatriotas de que solo con un cambio de
régimen político se podrá comenzar a poner remedio de todos esos males.
Según
las encuestas, al 85% del país no le agrada el Gobierno de Nicolás maduro; y el
92% piensa que la solución no está en una ANC. Pero cómo hacer para que la
parte de la población, que fue simpatizante del chavismo y hoy se opone a
Nicolás Maduro, se decida a respaldar a la oposición, al país que se opone a
que se instale la constituyente.
Por
eso, más allá de proclamar el derecho a rebelión invocando artículos de la
Constitución, la verdadera tarea es organizar a la población para que la
resistencia, la rebelión, la desobediencia civil, o como lo queramos llamar,
sea una actividad eficaz, que nos conduzca a ese fin de “…tener elecciones para
restituir el orden constitucional.” y llegado ese momento que esté dispuesta a
apoyar electoralmente a un candidato de la oposición.
Creo
que ya no basta solo con convocar a manifestaciones de calle, ya no basta
ampliar geográficamente la protesta, hay que extenderla también masivamente y
para eso debe insistirse en un mensaje que cale mucho más en otros sectores sociales
de la población, cuyo interés inmediato no es solamente la lucha por la
libertad, por los derechos civiles, políticos y humanos violados, sino
probablemente los derechos sociales y económicos, que son los problemas reales
a los que se enfrentan cada día. Ya no basta con convocar “trancazos”, de la
noche a la mañana confiando en las redes sociales, es preciso organizarlos y
planificarlos por todas las ciudades para que sean mucho más eficientes y
paralicen mucho más al país.
Si ya
no basta solo con convocar manifestaciones, tampoco es suficiente con invocar
artículos de una ley, o dar ejemplos de las cosas que resultaron o no en otros
países y de medidas o acciones que se podrían tomar; es preciso organizar a la
gente, no asumir que sabemos hacerlo; enseñar a la gente como se llevan
adelante medidas concretas de desobediencia civil, que sean eficaces,
sustentables en el tiempo y con mínimos riesgos para la población, porque no
todas lo son o nos sirven para la causa inmediata.
Claro
que un artículo no es el medio para hacer descripciones de las actividades que
se deben realizar o poner ejemplos de las mismas; pero si para exponer y
discutir algunas ideas.
Desobediencia
civil es –siguiendo a San Agustín, Luther King y Gandhi– desobedecer leyes
injustas o medidas injustas. Por ejemplo, tenemos un problema inmediato, en el
que se debe concentrar el esfuerzo de desobediencia civil: evitar que se lleve
a cabo el proceso electoral de la ANC, y si el Gobierno se empeña en llevar
adelante un proceso espurio al que concurran menos del 10% de los electores,
estar preparados para desenmascarar ese proceso y resistirse a que la ANC se
instale y funcione. Eso es desobedecer un decreto presidencial, el decreto que
convoca a una ANC y establece sus bases comiciales, que ha sido avalado por el
CNE, violando todas sus leyes, lapsos y procedimientos; que ha sido “bendecido”
de manera ilegal e inconstitucional por las Salas Constitucional y Electoral
del TSJ. Actuar contra la ANC, por todos los medios posibles, los que estén al
alcance de cada quien, es un acto de desobediencia civil.
Se ha
dicho también, y es una buena idea, que el pueblo se debe reunir en Asambleas
de Ciudadanos, que es un medio de participación política, y allí rechazar la
ANC; de igual manera los alcaldes pueden reunir a sus ciudadanos en cabildos
abiertos, que son también medios de participación política, para igualmente
rechazar la ANC; ambos, asambleas y cabildos, están contemplados en el artículo
70 de la Constitución como medios de participación política y sus decisiones
son de carácter vinculante. Estas y otras ideas que se han asomado son ejemplos
concretos de actos de rebelión y desobediencia civil.
Pero
el problema insisto, es que no basta con mencionarlos, esos y cientos más y
esperar a que la gente de manera espontánea se organice, es allí donde deben
intervenir los partidos políticos, sus dirigentes, los diputados de la Asamblea
Nacional, para organizar a los ciudadanos, en sus propios ámbitos de actividad,
en los sitios donde viven, donde trabajan, donde estudian, en las tareas de
resistencia y desobediencia civil que pueden llevar adelante.
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