Por
Claudia Ravelo, 22/06/2017
Tras
mucho tiempo en silencio he decido volver a las letras, motivado a la grave
situación que atraviesa el país, pero sobretodo a que recientemente he venido
escuchando cada vez más comentarios que, por primera vez en muchos años, me han
hecho sentir CULPABLE.
Aunque
nunca me he vanagloriado de esto, desde hace más de cuatro años he estado dando
clases en una universidad pública, prácticamente ad honorem. Ese contacto con
jóvenes con un universo muy diverso de opiniones ha contribuido a que considere
que cada quien pone su grano de arena (para hacer de este un mundo mejor) de la
mejor forma y en la dosis que puede o quiere. Esto hacía que,
independientemente de mi grado de participación en las recientes jornadas de
protesta, nunca me sintiese culpable por sustituir la manifestación por el
regreso al trabajo y/o a la academia. Y era así, hasta hoy.
Hoy
jueves 22 junio, mientras terminaba mi jornada laboral, un joven de
precisamente 22 años fue asesinado por un militar activo en presencia del enemigo
más importante de la impunidad en los últimos tiempos: la cámara fotográfica.
El hecho de que la cámara haya sido testigo del hecho no hace que el incidente
sea más o menos lamentable, pero definitivamente nos permite (a quienes no
estuvimos en la escena del crimen) trasladarnos a ese preciso momento en el que
ese muchacho perdió la vida. Hago todo este relato para contextualizar el
comentario que detonó que me viese en la necesidad de plasmar estas palabras,
comentarios como "Cómo es posible que después de lo que pasó hoy la gente
siga con sus vidas como si nada, por eso estamos como estamos".
Hoy
jueves, mientras me trasladaba del trabajo al gimnasio, ese comentario me hizo
sentir culpable. Cuando me dispuse a entrar a mi clase de yoga y el instructor nos
pidió que inhaláramos y vaciáramos nuestra mente, ese fue el único comentario
que no pudo salir de mis pensamientos. Mientras manejaba a casa se resistía a
abandonar mi cabeza. Me di un baño, cené, me acosté y ahí seguía latente: la
culpa. Así que decidí que, si él iba a insistir en no dejarme dormir, yo
también estaba dispuesta a dar la pelea, la batalla de las ideas. Y sólo hay
una manera de ganarle la batalla a una idea: con argumentos.
He
venido entendiendo con el tiempo que, aunque tenemos muchas cosas en común, no
hay dos seres humanos idénticos. Todos somos distintos y reaccionamos a la
adversidad de manera distinta. Unos están hechos para permanecer en la calle:
llueva, truene o relampaguee; otros drenan sus preocupaciones dibujando,
tejiendo o jugando golf; otros lo hacen bailando o cantando; hay quienes salen
corriendo, otros salen a correr; hay quienes se inscriben en clases de yoga,
con la esperanza de que, ante tanta incertidumbre, esto los ayude a volver a
encontrar su centro; otros se hacen los locos con la esperanza de que,
haciéndose la vista gorda, sus problemas eventualmente desaparezcan; hay
quienes se montan en el carro, comienzan a manejar, rompen en llanto y, cuando
están a punto de llegar a su destino, le suben el volumen a la música para
distraer sus emociones y para cuando se estacionan pareciera que nunca se
quebraron; otros simplemente se concentran en su trabajo; conozco a muchas que
en casa se descargan con la limpieza; y hay quienes hace todas las anteriores,
sólo para tratar de probar qué les funciona mejor. ¿Debemos sentirnos
culpables? ¿Quién está en posición de juzgar?
Para
no hacer este cuento más largo, lo que quiero decir con todo esto es que cada
quien está librando una batalla a diario, batalla de la que a veces no sabemos
absolutamente nada. En la medida en la que sepamos lidiar con el hecho de que
hay gente a la que le importa pero hay gente a la que no, sin que esto nos
cause furia y nos lleve a emitir juicios de opinión destructivos, vamos a poder
encontrar la paz interior que tanto necesitamos en estos tiempos de
guerra.
En
el largo listado olvidé mencionar que hay quienes, ante las preocupaciones y el
sentimiento de culpa, les da por escribir. Les confieso que, al menos a mi, me ha
estado funcionando.
Antes
de despedirme, los invito a que busquen aquello que los ayude a sacar los pensamientos
oscuros de su mente, porque estoy cada día mas convencida de que país sólo va a
salir adelante a punta de tolerancia, respeto y trabajo arduo. Y eso es algo
que hay que ir ensayando desde ya, no cuando logremos un cambio de gobierno.
Sigue a Claudia
En instagram @claravelo
En twitter @reciclao
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico