Por Froilán Barrios
Desde el momento en que
Nicolás Maduro comunicara el pasado 1° de mayo el decreto 2830 de convocatoria
a la constituyente comunal, se ha desatado una tempestad de amenazas,
agresiones y de víctimas fatales en todo el territorio nacional, como jamás se
haya conocido en nuestra historia republicana.
Esta cruzada del terror
precedida en 2017 por las sentencias 155 y 156 emitidas en marzo por el TSJ,
donde se inhabilita a la AN y se otorga al Ejecutivo la facultad de legislar en
un prefabricado contexto de estado de excepción, nos indican el tenor y las
funestas pretensiones de la constituyente de marras, cocida y preparada en
Miraflores, implementada por los vecinos de la esquina de Pajaritos y el
tribunal inquisidor de la avenida Baralt.
La horda de voceros
oficialistas no ha escatimado esfuerzo alguno para adivinar el futuro inmediato
de todo opositor a los instintos criminales de la tiranía castromadurista, en
cada marcha obligatoria de empleados públicos se explayan en amenazas de todo
calibre: “En 41 días voltearemos como una media al Ministerio Público, para que
abandone las filas de la traición”, “la asamblea nacional constituyente tendrá
que asumir las funciones que la AN dejó de cumplir y podrá levantarle la
inmunidad parlamentaria a cualquier diputado vende patrias”, remarcando con el
latiguillo de “que la constituyente funcionará en el Palacio Legislativo”.
El discurso de la jauría es adornado
entre cánticos de paz y amor, cuyo efecto brutal ha producido más de 3.000
detenidos, 300 periodistas agredidos, cientos de desaparecidos y el parte de
guerra público de 75 asesinatos, en su mayoría jóvenes participantes en las
masivas jornadas de protesta. Cifras que son mayores según medios
internacionales, ya que las circunstancias las aprovecha el Sebin, Cicpc, GNB,
en medio de las razzias y de la operación “tun tun”, para desaparecer a
opositores, al tener en la práctica por las cifras registradas licencia para
matar impunemente.
A este apocalipsis se agregan
las centenas de fallecidos por enfermedades crónicas ante la carencia de
medicinas, bebés muertos por hambre, el derrumbe de la red hospitalaria que ha
enlutado a miles de hogares, los desaparecidos por la acción del hampa desatada
por la ausencia del Estado – solo presente en la represión de las protestas
ciudadanas–, la destrucción del aparato industrial y del medio de vida de
millones de trabajadores.
¿Quién detiene esta barbarie?
Expresada en una turba delincuencial gobernante que en cadena nacional lee el
epitafio al pueblo, al anunciar sin empacho alguno: te quedan 40 o menos días
hasta el próximo 30 de julio, ¿Cual puede ser el destino de una juventud que se
inmola protestando en las calles, si desde la cúpula del poder increpan “te
espero en la bajadita del 30 de julio para aplicar la justicia de los
cementerios”?
Amenazas que remachan con
ponerle un candado al país con la afirmación: “En la constituyente podría
incluirse que Venezuela no forme parte de ningún organismo que tenga injerencia
en los asuntos internos del país”. Por tanto, la encrucijada que vivimos exige
la gran unidad nacional, desechar el facturero, los reconcomios, con sensatez y
madurez política, para así enfrentar el abismo de la tiranía. Ya lo hicieron
una vez en 1957, Villalba, Caldera, Betancourt, descartaron las diferencias y
abrieron las puertas de la democracia, cuestionada y todo pero democracia al
fin.
21-06-17
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