Por Héctor Silva Michelena
Copio esta su lúcida frase:
“Desde el primer momento en que pensé abordar este tema vino a mi memoria una
reflexión del genial Charles Chaplin que dice: ‘Me gustan mi errores, no quiero
renunciar a libertad deliciosa de equivocarme”. Esa era la luz de su entendimiento:
ser comedido (Lorca), apasionado, activista, valiente, estudioso y, muy
especialmente, ser consciente de que no era poseedor de la verdad. Es como si
hubiese hecho propia la frase del poeta inglés Alexander Pope (siglo XVII):
“Errare humanum est, sed perseverare diabolicum; que traducida literalmente
significa: “errar es humano, pero perseverar (en el error) es diabólico”. El
tema abordado era: “La década de los sesenta, la paz democrática y algunas
reflexiones sobre la línea insurreccional”, en el primero de los dos tomos de
sus obras escogidas, tituladas Pensamiento y acción (El Centauro, Caracas 2002,
coordinación editorial de Fernando Rodríguez). Pope completa la frase:
“Rectificar es de sabios”.
Hace poco más de dos años,
cuando ya había cumplido 93 años, Antonio Sánchez García escribió un sólido
artículo que muestra gran parte del hombre que acaba de morir: Pompeyo Márquez.
Fui buen amigo de Pompeyo, compartí con él largas horas de conversación y
discusión, tanto personales como en la Comisión Económica del PCV, que él
coordinaba, con acierto, apertura, conocimiento y amistad, ese afecto personal,
puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con
el trato. El poeta Aquiles Nazoa lo elevó a lo sublime: “Creo en la amistad
como el invento más bello del hombre”. Esta fue una de las facetas más hermosas
de su pasión y su lucha sin fin.
En ese capítulo escribe
Pompeyo: “A menudo, cuando me preguntan cuál es uno de los principales errores
cometidos durante mi vida, respondo: haber sido factor importante en el
desarrollo de la política insurreccional de esta década. E igualmente, cuando
me solicitan hablar acerca de cuáles son mis principales éxitos, incluyo en
lugar destacado el proceso de rectificación de dicha política y el papel
desempeñado por mí en hacer comprender, después de 1963, lo equivocada que era
nuestra actuación, y a la vez ser uno de los primeros en proponer una necesidad
de buscarle una salida al atolladero en el cual estábamos, desligados por
completo de los más vastos sectores de la sociedad”. Remata a continuación: “La
luz se nos prendió cuando después de haber agotado hasta el último cartucho en
las zonas urbanas exhortando a la abstención militante, el resultado fue que en
las elecciones de diciembre de 1963 acudió a las urnas electorales más de 90%
de la población votante: hasta inválidos en silla de ruedas y viejitos y
viejitas se iban sumando a las largas colas de votantes. Era el repudio a la
acción armada. La campaña del gobierno se sintetizaba en la frase “venezolano
siempre, comunista nunca”. Sólido ejemplo de sabia rectificación: el bravo
guerrillero, factor clave del Comité Central del Partido, criticando
oportunamente la línea de la lucha armada.
Fue un crítico severo de la
invasión a Checoslovaquia, cuando las fuerzas del Pacto de Varsovia,
encabezadas por la URSS, cortaron la Primavera de Praga, cuando el 20 de agosto
de 1986, una fuerza que duplicaba la utilizada en Hungría en 1956, invadía a
ese país
Pompeyo cierra la última
pregunta formulada por Antonio Sánchez García con estas luminosas palabras: “No
hay combate que no se deba dar. Las elecciones son una maravillosa ocasión para
movilizar al pueblo. Para que jamás cese el ejercicio democrático. Para impedir
la entronización de esta dictadura cívico militar (la de Maduro & Co.) con
tendencias totalitarias. Sin abandonar ni una sola trinchera. Nadie puede
asegurar por dónde saltará la liebre. Dada las características tan particulares
del ser venezolano, aquí puede suceder cualquier cosa. Incluso un acuerdo entre
sectores disidentes del chavismo con sectores democráticos, sectores del
Ejército e incluso de la Iglesia. Cerrarse por principio a cualquier vía sería
un gravísimo error político. Todas las encuestas reportan una brutal caída de la
popularidad de Nicolás Maduro. Si la oposición se moviliza y asiste a los
comicios bajo las banderas de la unidad, su triunfo electoral podría ser una
campanada para una gran movilización hacia un gran cambio. La historia no pide
permiso para abrirse paso hacia los fines de la libertad. Aprendamos de Chile,
de España. Hay que abrirle los brazos al futuro. Pero ninguna vía será viable
sin una condición sine qua non: la unidad. Si tuviera fuerzas saldría a
gritarlo a todo pulmón y a los cuatro vientos: ¡¡¡UNIDAD!!!
Una advertencia, una
directriz, una petición angustiada, hoy en día palpitante y bañada de sangre,
cuando Maduro y sus fuerzas represivas agreden las protestas pacíficas por los
desmanes cometidos por su gobierno contra nuestro contrato social fundamental,
aprobado por el soberano, nuestro pueblo, la Constitución de 1999. Ese pueblo,
en el cual reside intransferiblemente la soberanía, sabrá ser fiel a su
tradición republicana y libertaria.
24-06-17
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