Por Simón García
A Pompeyo lo conocí en marzo
de 1958, en mi pueblo, en el primer acto de AD para honrar la memoria de
Alberto Carnevali, fallecido en 1953, en la penitenciaría de San Juan de los
Morros.
Aquel hombre sencillo, amable,
de fuerte contextura, lleno de vitalidad, parado ante la Iglesia lucía una
persona elevada. Miraba la plaza, con una luz de asombro que parecía descubrir
cada detalle. Tal vez no terminaba de despertar de los numerosos años en los
que tuvo detrás a los esbirros de la Seguridad Nacional. Dos Secretarios
Generales de AD habían muerto en ese período, Ruiz Pineda y Carnevali, mientras
que él nunca pudo ser detenido. Estaba frente a Pompeyo Márquez, una leyenda.
Los comunistas habían sido
excluidos del Pacto de unidad a pesar de su protagonismo en la derrota de la
dictadura. Su ascenso era sostenido. Comenzó AD a crear directivas paralelas y
sacar a los comunistas de los sindicatos. El gobierno los hostigaba y
enfrentaba las protestas con represión. La dirección del PCV exigía en la calle
un viraje gubernamental. Pompeyo, persistente e infatigable, mostraba sus
extraordinarias cualidades de organizador.
La fundación del MIR extrajo
las fuerzas que podían imponer internamente en AD un viraje y el triunfo de
Fidel demostró que era posible tomar el poder en el patio trasero de los EEUU.
Los dados de la catástrofe corrieron con una evidencia imparable: si el
gobierno no daba paz, los comunistas irían a la guerra. Dirigentes reflexivos,
como Pompeyo, incurrieron en lo que él mismo calificó como el peor error de su
vida: promover una insurrección y sustituir la lucha social por la armada.
Pompeyo, que siempre predicó
con el ejemplo, estuvo allí, arriesgando el pellejo. Preso en 1964 y recluido
en el cuartel San Carlos, se fugó espectacularmente junto con Teodoro y García
Ponce en 1967. Entonces alentó el debate sobre por qué se había producido la
inocultable derrota política y militar de aquel intento de tomar el poder
contra la Constitución.
Fue artífice del repliegue
progresivo de la lucha armada, la reinserción en los procesos electorales a
través de una estructura legal, Unión para avanzar (UPA) y del retorno al largo
camino de la lucha de masas y la democracia.
Pompeyo supo ser un hombre
contra las circunstancias. Un líder que logró hacerse enteramente a sí mismo,
ávido por aprender y con generosa pasión de servicio a los demás. En su código
de ética inscribió: ser útil a la gente, defender la unidad, respetar al otro,
sentido crítico, tolerante ante el error, acción transparente y una brillante
honestidad.
Fue un hacedor. Su segunda
naturaleza, la de periodista, la vivió en Tribuna
Popular y Punto!. De su interés por el estudio y el conocimiento
nació la Fundación Gual y España. Su principal obra, colectiva y trascendente,
el MAS, no hubiera llegado a ser lo que fue sin su concurso.
Escribió libros, dictó
conferencias, se mantuvo como articulista en TalCual y Ultimas
Noticias. Fue un pedagogo de la política, un maestro y amigo que vivió para dar
a otros ideas, ideales, convicciones y razones de lucha.
Fue grande, dejó huella. Y en
nombre de todo eso lo despedimos con un silencioso y breve, Gracias, Pompeyo.
27-06-17
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