Por Ascension Reyes
La historiadora Margarita
López Maya no tiene dudas en calificar la situación que se vive en el país
como bélica. Su mirada, que ha paseado por distintos procesos históricos dentro
y fuera de Venezuela, suma hitos para esclarecer qué pasa en este
momento cuando la oposición ha llamado a la ciudadanía a la desobediencia
civil y a la defensa de la Constitución y se apresta, aunque no
en lo inmediato, a integrar un Gobierno de Unidad Nacional.
-La MUD invocó los artículos
333 y 350 de la Constitución para defender la Carta Magna y, además,
llamar públicamente a la desobediencia civil. ¿Cuál es su análisis de la
situación del país?
-Pienso que estamos en una
confrontación que tiene rasgos de una guerra. El Gobierno, después de dos
meses y medio de manifestaciones, sigue siendo protestado diariamente por la
mayoría de la población del país. Las encuestas demuestran
auténtico descontento y la ciudadanía reclama que el Gobierno
rectifique, pero este no ha cedido ni un milímetro a las peticiones de la
ciudadanía. La población no ha cedido tampoco y tiene poderes institucionales
que la representan como la Asamblea Nacional, la Fiscalía (General) de
la República y, por otro lado, los partidos de oposición, ONG, gremios y
algunos gobernadores y alcaldes. Se vive una guerra, una confrontación muy
fuerte de dos bloques que han dejado como saldo muertos, heridos y detenidos.
El país está paralizado, en ruinas, la rutina se ha roto, hay escasez.
Todas son características de una situación bélica. Es algo inédito, un Gobierno
que se niega a acatar la voluntad popular y que se confronta con la mayoría del
país, que sigue adelante con su proyecto de Estado totalitario muy
similar a los Estados totalitarios del siglo XX. No cabe la diatriba si es
derecha o de izquierda, porque es al estilo de Mussolini muy claro.
Basta ver la regeneración psicológica propuesta por la Cancillería. Eso es muy
estalinista, muy del fascismo y comunismo del siglo XX. La Asamblea Nacional ha
avanzado tratando de recuperar sus atribuciones. Se mueve hacia un Gobierno
paralelo con el nombramiento de nuevos magistrados del Tribunal Supremo de
Justicia y rectores del Consejo Nacional Electoral, así como
previniendo en el exterior que el Gobierno haga contrataciones sin el aval del
Parlamento. Vivimos dos gobiernos paralelos con espacios
institucionales en medio de una situación bélica, de violencia, en la que el
Gobierno irrespeta todas las reglas como allanar residencias sin orden
judicial, designar autoridades sin cumplir con los procedimientos y declarar
estados de excepción sin contar con la Asamblea Nacional, y el Poder
Legislativo tratando de gobernar con laConstitución dentro de lo que
cabe.
-¿Es acertada la estrategia de
la Mesa de la Unidad Democrática de anunciar la conformación de un Gobierno de
Unidad Nacional y una eventual transición?
-Sí, está transitando una ruta
para construir un Gobierno al margen de este que está diagnosticado de ilegal e
ilegítimo. Es un problema de acumulación de fuerza. El Ejecutivo transita una
salida con la Asamblea Nacional Constituyente con el objetivo de
ganar legitimidad y construir un Estado totalitario. El otro sector, el
insurgente trata de integrar un Gobierno de Unidad Nacional para
disputar el poder que está en Miraflores. Cada uno tiene sus fortalezas y
debilidades. El Gobierno cuenta con los recursos públicos, los militares y la
empresa petrolera, y la oposición con los espacios que ha ganado como el Legislativo,
la Fiscalía y el reconocimiento internacional. Tiene el respaldo solidario de
la mayoría de los gobiernos de América como Estados Unidos, Canadá,
Argentina y Chile, entre otros. Cada quien tiene sus fuerzas e intenta ganar
esta confrontación.
-Pero ¿no se crea más
ingobernabilidad y más inestabilidad?
–En la confrontación bélica la
gobernabilidad no existe. Hay una confrontación en ciernes y quién predominará
no está claro. Maduro cuenta con recursos pero no tiene proyecto de futuro. El
Gobierno batalla para ir a ninguna parte, ofrece miseria y violencia. El otro
bando ofrece reconstruir un Estado para ir a una convivencia. Es un proyecto
que no está muy claro pero cuenta con la retórica de la Asamblea Nacional como
hoja de ruta. El Gobierno, al no aceptar el reconocimiento al otro, crea
más ingobernabilidad. Con su diagnóstico equivocado de la crisis también
lo hace. Ese argumento del saboteo es propio del fascismo. Muy propio de ese
tipo de Estados totalitarios, como el cubano, que le achacan la culpa a otros.
-Sin embargo, ese
reconocimiento internacional a la oposición parece que ha decaído. En la OEA
tuvo un revés.
-Sí y no. Diría que es una
cosa relativa. No es la OEA de hace dos años. Es una pena que no se
haya obtenido una resolución más firme la semana pasada, que no se haya logrado
una salida a la crisis. El Gobierno usa todas sus estrategias para
sobrevivir y no puede nadar hasta la orilla. Tiene una situación de
sobrevivencia.
-¿Avizora un proceso largo?
-Desafortunadamente, sí.
Pudiera demorarse. Sobre todo el problema en Venezuela es que no
tenemos ningún tipo de árbitro interno que ayude e internacionalmente el
Gobierno no respeta a ninguno. Tiene el apoyo de sus amigos Rusia, Cuba,
Nicaragua y de algunos países del Caricom. Lo de la OEA no es una victoria
del Gobierno. El hecho de que varias naciones del Caricom se abstuvieran es
sintomático de que cada vez Maduro está más aislado. Resolver la crisis por la
vía pacífica es muy complicado. Se camina en la cuerda floja. Controlar la violencia
de los grupos de ambos lados es muy difícil. Hay hambre, no hay normas
ni estado de Derecho. Estamos en el borderline. Hay que seguir
pulsando para evitar un derramamiento de sangre y una guerra civil.
26-06-17
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