Laura Zamarriego 24 de junio de 2017
Ricardo
Hausmann (Venezuela, 1956) es uno de los economistas más influyentes de América
Latina. Exministro de Estado durante el Gobierno de Carlos Andrés Pérez,
actualmente vive en Estados Unidos, donde dirige el Centro para el Desarrollo
Internacional de la Universidad de Harvard. Nos recibe en una reciente visita a
Madrid, en la Fundación Rafael del Pino.
Hace
un par de años, declaraba que la comunidad internacional había manejado muy mal
el capítulo venezolano. ¿En qué sentido? ¿Lo mantiene?
Venezuela
es la catástrofe humana más grande que se ha generado en período de paz. El
desgaste del nivel de vida de los venezolanos, la caída del PIB, el colapso del
abastecimiento alimentario, el deterioro de las comisiones de salud, el aumento
de la criminalidad… Atendiendo a las estadísticas económicas, algo tan grave
como lo que está pasando en Venezuela ha ocurrido en muy pocos momentos de la
historia, y menos en momentos de paz. Y ocurre con un Gobierno que ha violado
acuerdos y normas internacionales a los que debía someterse, en particular, la Carta
Democrática de la Organización de Estados Americanos (OEA). Durante
muchos años, la OEA ha hecho la vista gorda, y estos compromisos internacionales
dentro de los Derechos Humanos, la Constitución, la democracia que había
adquirido Venezuela, se han violado sin ninguna consecuencia. En el último año
se ha dado la vuelta a la situación de manera importante. Me siento muy
agradecido por las cosas que ha hecho la comunidad internacional. Hay una
mayoría significativa de países en la OEA que se han manifestado muy
tajantemente sobre el tema de Venezuela, entre ellos el gobierno español y la
Comunidad Europea, de modo que en este momento el mundo ha entendido la
magnitud de las catástrofes que están ocurriendo en este país. Escribí un
artículo en diciembre de 2015 anunciando que Venezuela sufriría una
hambruna, pero no se hizo nada para paralizarla. No sé cuántas personas habrán
muerto, pero la causa no debería ser las deficientes condiciones de salud. Hay
tanta hambre en el país que mucha gente muere por ingerir yuca amarga, que es
venenosa, porque no encuentra nada más que comer. Ha habido un cambio
importante en esa actitud. Creo que el liderazgo de personas como Luis Almagro,
presidente de la OEA, ha sido histórico. Muchos de los líderes de organismos
multilaterales deberían aprender de esta experiencia, porque Almagro se ha
tomado en serio los compromisos internacionales y ha actuado no según las
conveniencias políticas de turno, sino en base a tratar de hacer cumplir los
acuerdos.
Hablando
de conveniencias políticas, en España, la situación de Venezuela fue tema
central de debate durante la última campaña electoral, impulsado por ciertos
partidos políticos de manera claramente oportunista: tras las elecciones, paradójicamente,
Venezuela ha pasado a un segundo, tercer o cuarto plano. Si bien los problemas
que atraviesa el país no se han ido…
Es
notorio que hay una relación muy fuerte entre el Gobierno venezolano y Podemos.
José Luis Rodríguez Zapatero estuvo presente en momentos críticos y, en
ocasiones, actuó de forma bastante inconveniente. Intervino para tratar de
legitimar el desastre. Entiendo que haya una discusión en España sobre el tema,
pero lo cierto es que los que dijeron que el tema de Venezuela era perjudicial,
al final tenían razón. Respecto a la situación real, el año pasado el PIB de
Venezuela cayó un 18%, más de lo que cayó en España durante toda la crisis. En
los últimos tres años, se ha desplomado alrededor de un 30%. Hablamos de un
deterioro muy acelerado y muy reciente de la situación de Venezuela. Esto, que
se veía venir, deja entrever lo que realmente está pasando en el país.
¿Un
cambio político mejoraría la economía en el país latinoamericano?
Su
economía es básicamente una catástrofe. En primer lugar, porque se les quitó a
los venezolanos la libertad económica: control de cambio, divisas a dedo,
sistema distorsionado del dólar… Nunca en la historia de Venezuela se han visto
unos diferenciales así. Esto ha generado todo un conjunto de incentivos
perversos que hacen que, si alguien quiere comprar o vender algo, debe hacerlo
al precio que exige el Estado. No permite que funcione el mecanismo de la
oferta y la demanda, que es lo que necesita la sociedad para autocoordinarse.
En segundo lugar, el gobierno venezolano decidió renunciar a la financiación
internacional, incluso a la ayuda humanitaria. Los países de todo mundo están
ofreciendo medicina, alimentos, etc., y el Gobierno se niega a aceptarlo para
no reconocer que hay una crisis humanitaria en el país. Han priorizado por
encima de todo pagar los bonos en dólares de la deuda pública -que los tienen,
en una fracción importante, los ricos de Venezuela- antes que hacerse cargo de
las necesidades sociales. Ese Gobierno socialista ha preferido matar de hambre
a la gente antes que dejar de servir los bonos de deuda pública. Está dispuesto
a comprometer el futuro del país. El Gobierno de Venezuela se endeudó con
Goldman Sachs a una tasa de interés del 48% en dólares para tener dinero con el
que seguir manteniendo el pago del resto de los bonos, y la única forma de
pagarlos es con más hambre en el futuro. Estos son los factores que han llevado
a la catástrofe. Un cambio político pasaría por devolver a la sociedad sus
derechos, la libertad económica, unificar el régimen cambiario, permitir el
libre acceso de divisas, liberar los precios para que se puedan determinar por
la oferta y la demanda, acceder a la financiación internacional como han hecho
los países en crisis de Europa… Hay que reestructurar la deuda y, con estas
medidas, la economía venezolana renacería y reflorecería. Un cambio político
puede llevar a una recuperación económica importante.
¿A qué
llama «bonos del hambre»?
Los
«bonos del hambre» son aquellos que solo se pueden pagar empeorando las condiciones
de vida de la gente. Una cosa es endeudarse para hacer cosas positivas por el
país, para que sea más próspero en el futuro, pero estos son bonos con tasas y
condiciones impagables que no serán usados para mejorar el bienestar social y
que solamente se pueden pagar si la gente pasa hambre. Es inmoral que los
gestores de fondos inviertan en esos activos y es inmoral que la gente confíe
dinero a estos gestores, más aún si los mismos anuncian que continuarán
invirtiendo en deuda venezolana.
La
dependencia petrolera, dice, ha hecho mucho daño a Venezuela. La era del oro
negro, ¿acabará más pronto que tarde?
En el
corto plazo, Venezuela tiene la capacidad de aumentar mucho la producción. Esta
ha caído de manera acelerada por las decisiones políticas, la ineptitud, la
distorsión de prioridades y la ideologización del manejo de la empresa
petrolera. A largo plazo, el petróleo será desplazado y las reservas de
Venezuela, estimadas por el propio Gobierno como superiores a las de Arabia
Saudí, se quedarán en el subsuelo. Su valor económico será cero porque el mundo
tendrá mejores formas de generar energía. Venezuela tiene que asumir que será
absorbido por otras tecnologías; se generarán otros modelos de negocio que le
permitirían insertarse en el mercado internacional si hiciera las cosas de otra
manera. Su caso es extremo, pues la diversificación que había ha muerto. Es una
consecuencia dramática de la reducción del número de actividades productivas en
el país. El Gobierno ha generado un ambiente tan hostil y perverso en la
producción que muchas empresas se han marchado. Creo que para Venezuela será un
reto empezar a desarrollar otras actividades más allá del petróleo.
¿Qué
sectores podrían despuntar en Venezuela? ¿Las energías renovables tienen
potencial?
La catástrofe
venezolana es de tal magnitud que el país ha colapsado; la recuperación tiene
que producirse volviendo a lo que ya hacía. La población tiene grandes
capacidades productivas, cierto conocimiento de modelos de negocio que han sido
asesinados y que hay que recrear. Con respecto a lo nuevo, hay muchas áreas.
Existe una revolución agrícola mundial que no ha llegado a Venezuela, pero el
país tiene unos recursos importantes y puede ser una fuente de crecimiento.
Goza de una capacidad hidroeléctrica muy grande, también energía solar. En
materia de turismo, Venezuela tiene un potencial enorme sin desarrollar. Esto
puede sonar un poco chovinista, pero la Isla de Margarita y el Archipiélago de
los Roques, ambos en Venezuela, son los parajes más bonitos del Caribe. La
escasa industria turística no es por falta de naturaleza, sino por falta de
capacidad para generar oportunidades económicas para el país. También existe
potencial en tecnologías de la información. En este momento, todos los
ingenieros de computación que trabajaban en empresas globales se los han
llevado a otro lado. La estampida de profesionales en Venezuela ha dejado muy
desprotegidas estas actividades, pero es posible imaginar que lo que se tuvo
una vez se puede recuperar. El sistema debe ser lo suficientemente abierto para
que las nuevas industrias se potencien por iniciativa privada. Ya veremos
cuáles son esas áreas y cómo se puede adecuar el ambiente de negocio para que
puedan prosperar.
¿Qué
rol debe jugar, según su opinión, el Estado y cuál la iniciativa privada?
El
fracaso de Venezuela es una visión totalitaria de la sociedad. En las
sociedades hay ciertas cosas complementarias que se pueden organizar a través
de mecanismos de mercado, y la sociedad se autogestiona sin ninguna
coordinación central. Pero otros muchos aspectos solo pueden organizarse a
través del Estado. El secreto de los países está en coevolucionar, saber
acompañar el ámbito de las relaciones de mercado con el espacio de los bienes
públicos y el rol del Estado, el cual debe acompañar ese proceso. El fracaso
del chavismo refleja que se ha sustituido a la sociedad por el Estado.
Venezuela debe devolverle a la sociedad sus libertades para que la sociedad
pueda organizarse por vías de mercado, y completar estas actividades con
los bienes públicos que estas requieren. El primer bien público que aparece en
todas las encuestas de opinión en Venezuela es la seguridad. En el país se
producen 18.000 asesinatos al año, de un total de 31 millones de habitantes, es
decir, casi 90 asesinatos por casa 100.000 habitantes. La tasa de homicidios en
Venezuela es 30 veces más alta que la de España. La segunda necesidad de la
economía es la infraestructura, que requiere de gente con capacidades. Se ha
degenerado la educación, las capacidades han emigrado. El salario mínimo no
llega a los 30 dólares al mes y solo cubre el 50% de las necesidades. Esto
requiere de un marco jurídico, de impartir justicia, asegurar cumplimientos de
contratos… Hay que crear un Estado más capaz y complementario de la sociedad
que facilite la organización a través de mecanismos de mercado. Necesitamos un
Estado más pragmático que se vea como el acompañante de la sociedad, no un
Estado vengador que trata de restringir y recortar los derechos y libertades.
¿Qué
aterrizaje y qué alcance pueden tener los Objetivos de Desarrollo
Sostenible en Venezuela y en América Latina en general?
Yo soy
enemigo de todos los mecanismos que llevaron a esos objetivos. Su lógica me
parece un tanto inconveniente. Esos ODS están diseñados para que los sigan los
países pobres, que son dependientes de la ayuda internacional. La idea es que
los beneficiarios utilicen el dinero que los Estados ricos se comprometieron a
aportar a la ayuda internacional, extraído del 0,7% de su PIB, para cosas que
los ricos valoran. Es decir: «Para que yo te dé el dinero, tienes que
invertirlo en lo que yo te exija». Es una agenda de Norte a Sur. Seguí las
campañas electorales de España, Reino Unido y Francia y no oí a ninguno de los
candidatos hablar sobre cuáles son sus estrategias para alcanzar los ODS. Es un
pacto impuesto por organismos como el Banco Mundial o Naciones Unidas. Hoy por
hoy, América Latina no es dependiente de la ayuda internacional. En el fondo,
no puedes tener simultáneamente los ODS y tener una democracia, son dos cosas
incompatibles. El rol de la democracia es definir los objetivos. El rol de la
política es participar del proceso político para decidir los cambios de tu país
y definir las prioridades. No puede venir Naciones Unidas a imponer objetivos.
Los políticos no hablan de las metas para alcanzar los ODS, lo que están
tratando es de ver qué es lo que ellos pueden ofrecer como proyecto de Gobierno
para que la gente los vote. Esta es una agenda donde, a la hora de votar todo
esto de la ayuda al desarrollo, la audiencia son los parlamentarios de los
países ricos. América Latina no está en esa película, así que no creo que tenga
mayor impacto.
Cambiando
de geografía: ¿Cómo un hombre con claros ademanes fascistas ha llegado a la
Casa Blanca? Usted
sostiene que Estados Unidos está generando anticuerpos contra Trump. ¿Cuáles?
Los
logros de Trump, hasta la fecha, han sido destructivos, como la salida de
Estados Unidos del Acuerdo de París. Trump está matando la esencia de un país
exitoso como es Estados Unidos, su apertura y tolerancia a la diversidad en
muchas dimensiones. Por ejemplo, la mayoría de los profesores en áreas de
innovación de la Universidad de Harvard somos extranjeros. En la población en
general, el 14% de la población es del exterior. La sociedad estadounidense no
se habría desarrollado sin la presencia de los extranjeros. El sistema de
hospitales de Harvard tiene una lista de casi 100 idiomas en los que ofrecen
traducción a los pacientes. Massachusetts, California y Nueva York son los
territorios más avanzados del país por su aperturismo. Trump representa un
rechazo a esta visión de Estados Unidos, por eso perdió las elecciones por casi
30 millones de votos. Ahora bien, hay una parte del país donde caló el discurso
anti Estado. Pero ahora se le están viendo las costuras a Trump, por lo que su
popularidad se ha visto afectada. Los anticuerpos se están generando de muchas
formas. Trump trató de prohibir a los musulmanes realizar viajes y las Cortes
no le dejaron. Sus actuaciones generan una movilización de los jóvenes en
contra de estas políticas porque no ven sus valores representados. Trump está
bajo investigación criminal por el Senado y el Ministerio de Justicia. El
sistema está funcionado para que el presidente no pueda impedir que se haga
justicia. Hay muchas dimensiones en las cuales la sociedad está reaccionando a
Trump. El peligro es que la Constitución americana le da mucha discreción en
materia de política exterior y ya ha hecho mucho daño con eso. Trump mantiene
una guerra abierta con los medios de comunicación y estos responden con
calidad. The New York Times, The Washington Post, etcétera,
están manteniendo a la gente informada de lo que está pasando, rompen esa
posverdad. Todas estas reacciones le dan a uno esperanza. Ya veremos si la
administración Trump es un capítulo importante de la historia o una nota al
pie, si es una lección para los americanos de que quizás, para gobernar un
país, hay que elegir a gente con experiencia. Todas estas lecciones sociales
harán que los próximos presidentes de Estados Unidos no tengan las mismas
características que Trump.
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