Por Daniel Fermín
Ha muerto el Estado de Derecho
en Venezuela. La norma es el atropello, el capricho del mandamás, el
autoritarismo. El régimen desconoce la Constitución a más de un mes de siquiera
instalar su fraudulenta constituyente. Presumen que lo que falta es un trámite,
que ya la “bicha” está moribunda. Los verdugos de la Constitución son también
los verdugos del pueblo venezolano: son los responsables del hambre que sufre
la gente, del hampa desbordada que enluta a las familias, del colapso del país,
que hace que nada sirva, que nada funcione. Y también son los verdugos en el
sentido más directo: son los que halan el gatillo ante venezolanos armados solo
de su irreverencia y ganas de vivir en libertad; son los que dan las órdenes,
los que dicen una cosa frente a las cámaras que la realidad se encarga de
desmentir, demoledoramente, en el día a día.
Les ha importado poco asesinar
a decenas de venezolanos. Les tiene sin cuidado que el país entero los
desprecie y se oponga a su proyecto de dominación. El régimen se ha
atrincherado, con unos costos de salida elevadísimos producto de sus
violaciones a los Derechos Humanos y de sus lazos con el mundo del crimen
organizado internacional. Son la anti Patria, y están dispuestos a llevarse a
Venezuela por delante en su empeño por aferrarse al poder y los privilegios.
Todo fue una estafa. Toda la
cantaleta socialista, democrática y participativa terminó en la instauración de
un Estado policial, uno que resulta ser malandro y policía a la vez, en el país
donde las fuerzas del orden se han llenado de hampones mientras los
funcionarios honestos se ven humillados, a sus órdenes.
Está claro que solo quieren
más control, más poder. Nada en beneficio del pueblo, ni un plan para la
ciudad, para los poblados. No hay gerencia pública, no se piensa en gestión.
Solo se reparten cargos con nombres rimbombantes que terminan siendo poco más
que cajas chicas, chapas y premios a la incondicionalidad y a la complicidad.
Muerto el Estado de Derecho,
instauran el Estado de Terror. Persecución, allanamientos, muerte. Detenciones
arbitrarias. Todos somos sospechosos, nuestro delito es militar en la
democracia, en la Constitución y en la venezolanidad. El chavismo ha sido un
proyecto antipolítico desde su génesis: lo suyo es la aniquilación del
contrario, el exterminio del otro, no el reconocimiento, mucho menos la
conciliación ni la resolución de las diferencias por medios civilizados.
Ninguno de nosotros fue
socializado para la dictadura, y el relato heroico de la conquista de la
democracia, pensábamos, formaba parte de nuestro acervo histórico, familiar,
uno que nos llenó siempre de profundo orgullo, pero jamás pensamos que nos
tocaría, en pleno siglo XXI, enfrentar de nuevo a las tinieblas, a las botas, a
la barbarie. El Estado de terror vislumbra días oscuros para Venezuela.
Necesario es, entonces, ser la luz, cada quien desde su espacio. Ser la luz
para impedir que la tiniebla se imponga y nos apague los sueños
definitivamente.
Son momentos de terror.
También de incertidumbre. Una cuenta regresiva terrible se cierne sobre los
venezolanos. Un día menos para la estafa constituyente. ¿Qué va a pasar aquí?
Quien afirme tener la respuesta única y definitiva miente o es brujo. De lo que
sí tenemos certeza es de algunas verdades incontrovertibles: Que el pueblo
venezolano es fuerte y bravo, que no se doblega, que asume las luchas con
valentía y arrojo; que los venezolanos nos oponemos al proyecto autoritario, pirata,
malandro y criminal del régimen que representa el statu quo; que no podrá jamás
una ínfima minoría, un grupito celoso de los privilegios, arrodillar a este, el
país del cuero seco; que en la diversidad, los venezolanos nos miramos a los
ojos y superamos cualquier diferencia para enfrentar las pretensiones de
quienes se juran amos y ven al pueblo como siervos; y que pretender imponer,
con una constituyente, la dominación de un pueblo como el nuestro es irreal e
insostenible. Estas y otras son verdades evidentes.
No sabemos qué va a pasar, lo
que sabemos es que vienen días en los que los venezolanos enfrentaremos y
tendremos que superar las más duras pruebas ante una casta inescrupulosa, que
le importa nada llevar esto a la guerra civil con tal de conservar sus
parcelas. En estos momentos, toca crecernos como Nación, toca organizarnos
barrio a barrio, calle a calle, en defensa de los valores más preciados de la
venezolanidad y unidos en ese grito eterno por la libertad, la justicia y la
paz que jamás podrán acallar las bayonetas y las botas.
Publicado en PolítiKa UCAB el 23 de junio de 2017.
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