Miguel Méndez Rodulfo 23 de junio de 2017
Luego
de 18 años de incorporado a la nueva Constitución el artículo 350, y después de
haber llovido ríos de tinta sobre su aplicabilidad o no, sobre su improcedencia
o no, la oposición venezolana, es decir el 83% del país, invoca su aplicación.
Esto de por sí es un paso histórico y sobre todo un no retorno en el intento
por desalojar al chavismo del poder. Esta vuelta de tuerca del sector opositor
en su estrategia por salir de este régimen macabro, es una táctica acertada que
da nuevos bríos a la lucha e impide que la protesta se disuelva. Es vital
mantener la chispa encendida e ir a más, porque lo que se debe lograr es la
articulación con los sectores populares para dar al traste con el 17% que
controla el poder. Para quienes piensan que la lucha será larga y que el
gobierno está fuerte, les decimos que el régimen se sostiene gracias a la
represión de los militares y los colectivos. En el primer caso, por fortuna,
las atrocidades son ordenadas por un alto mando corrompido, pero no son
compartidas por la inmensa mayoría de oficiales de menor rango que el
generalato. En el segundo caso, el terror que siembran los colectivos, está
dirigido a intimidar y aterrorizar a la ciudadanía, como se comprueba en las
atrocidades cometidas en urbanizaciones como El Paraíso, pero que generan el
repudio de la población. Así, uno y otro método represivo, más que apuntalar al
gobierno, lo debilitan, de manera que cada vez más se acrecienta el rechazo a
Maduro y a toda la camarilla de su desgobierno.
En
tanto que la oposición aplica el 350 cumpliendo los preceptos constitucionales,
lo cual se comprueba porque se desconoce a un régimen que incumple los valores,
principios y garantías democráticas, consideración que está harto probada, vale
aclarar que también el desconocimiento aplica por el tropello a los derechos
humanos de que hace gala el gobierno; en este sentido, la matanza de los más de
70 jóvenes en estos meses de lucha, habla por sí misma. Luego la oposición
tiene poderosas razones para desconocer a este funesto régimen, y lo hace
apelando a lo que la propia Constitución dispone; sin embargo, en el caso de la
constituyente, no se respeta con igual rigor el texto constitucional, ya que el
gobierno hace su propia interpretación, de manera que la escogencia de los constituyentistas
será una selección sectorial (y a dedo) del PSUV.
La
terquedad del gobierno, o quizás su única salvación, es apelar a una
constituyente espuria que de consumarse no hará sino enardecer a una población
opositora que hasta entonces habrá canalizado su lucha por las vías que la
Constitución establece, pero que a partir de ese punto de inflexión desbordará
sus cauces y defenderá con todo la pretendida subversión del estado de derecho
que este régimen agónico trate de lograr. La oposición en estos meses ha
demostrado una constancia admirable y una determinación irreductible. La
juventud venezolana, por su parte, ha ofrendado el sacrificio de sus vidas,
como sólo sabe hacerlo la flor del idealismo de una Nación. Este sacrificio y
esta determinación, no pueden ser en vano, de manera que no podrá el madurismo
salirse con la suya y arrebatarle al pueblo venezolano su democracia y su
libertad.
Mucho
menos un régimen desprestigiado, agónico, débil, dividido, sin recursos y sobre
todo sin nada que ofrecer a futuro más que miserias, hambre y odio. Antes de la
constituyente la oposición debe convocar a una huelga nacional, como preludio a
una lucha sin cuartel, para salir de este malvado régimen.
Caracas,
22 de junio de 2017
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