Por Marcelino Bisbal
Ayer, 27 de junio fue el
Día del Periodista. Hubo actos en todo el país y en Caracas el Colegio Nacional
de Periodistas, el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa y la
organización Alianza por la Libertad de Expresión hicieron una marcha, en
conjunción con la MUD, hasta la sede de la Comisión Nacional de
Telecomunicaciones. Por su parte, la Asamblea Nacional iba a realizar una
sesión especial para celebrar al periodista y su labor. El profesor Marcelino
Bisbal sería el Orador de Orden, pero al ingresar cajas con sello y precinto
del Consejo Nacional Electoral de manera irregular en el Comando de la Guardia
Nacional Bolivariana del Palacio Federal Legislativo y ante la negativa de
explicar que contenían dichas cajas, se produjo un intercambio de agresiones en
el que dos periodistas y dos diputados resultaron lesionados. Al poco rato
los colectivos se hicieron presentes y se suspendió la sesión.
Compartimos a
los lectores de Prodavinci las palabras que debía haber dicho el profesor
Marcelino Bisbal.
Sesión extraordinaria en la
Asamblea Nacional. 23 de octubre de 2016. Fotografía de Andrés Kerese
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“Quisiera comenzar citando
tres epígrafes que nos van a ayudar a entender lo que de seguidas voy a
desarrollar:
El primero es del profesor e
investigador venezolano Antonio Pasquali:
‘El chavista es el primer
gobierno del país que comprende la importancia capital de las comunicaciones
para modelar sociedades, y es una lástima que haya aplicado esa comprensión a
la causa equivocada’
El segundo epígrafe
corresponde al escritor y cronista venezolano Alberto Barrera Tyszka que nos
expresa:
‘Este gobierno puede improvisar
en todo menos en las comunicaciones.
Llevamos catorce años viendo cómo se
reproduce mil veces un guión’
El tercer y último epígrafe es
del investigador en comunicaciones Germán Rey (colombiano) que nos dice:
‘La comunicación es central
para un rediseño de la vida democrática. Pensar la democracia hoy es hablar de
democracias de alta calidad y de baja calidad, de democracias fortalecidas
frente a democracias frágiles; y su fortaleza o debilidad tiene mucho que ver
con las posibilidades comunicativas de la sociedad, de los ciudadanos, con los
procedimientos reales de expresión de la sociedad’.
2
Estos tres epígrafes nos
hablan de cómo el Gobierno conformó, desde el año 2001, un nuevo régimen
comunicativo. La comunicación social –léase mejor información– y los medios por
donde ella circula han ganado en estos ya casi diecinueve años un papel
estratégico para el poder instaurado desde 1999. La idea casi exclusiva de la
comunicación dentro de una economía abierta y competitiva empezó a cambiar
desde los inicios del régimen chavista. Pero en el tiempo también empezarían a
cambiar las comunicaciones libres, abiertas y plurales. En la denominada era
bolivariana la subordinación de los medios y sus comunicaciones con respecto a
la política, ha venido siendo una constante impuesta desde la cúspide del
poder. Hoy, el debate político para el mundo oficialista se
juega en y desde los medios, de ahí que el Gobierno haya
querido imponer lo que denominamos un nuevo régimen comunicativo.
Este nuevo modelo de estructura
comunicacional ha intentado, con éxito, la ruptura, reorientación y
reorganización del régimen comunicativo anterior, especialmente de los llamados
medios públicos –nunca tan gubernamentalizados y partidizados como en el
presente– con la única función de asegurar un orden fundado en controles
oficiales para inducir en la sociedad la idea de que el hombre nuevo está
naciendo y, al mismo tiempo, llevándose por el medio la memoria del pasado
político, la historia del país, su cultura, su identidad y las actitudes de
tolerancia y pluralismo.
El tiempo ha transcurrido y en
estos años, hasta el presente, las comunicaciones y las políticas públicas
impuestas para ellas han sido de mayor control y regulación; de creación de
mecanismos jurídicos que han significado intimidación y autocensura; de diseño
de una amplísima plataforma mediática de carácter hegemónico y el
establecimiento de una narrativa y arquitectura simbólica que en algún momento
logró convencer a la mitad del país. En definitiva, la operación que se puso en
marcha desde los sucesos de 2002 se conecta con la idea expuesta en el Brasil
de 1934, plena dictadura de Getulio Vargas, cuando un grupo de intelectuales
cobijados en el gobierno le dijeron a este que ‘los medios de comunicación no
deben pensarse como simples medios de diversión, sino como armas políticas
sometidas al control de la razón del Estado’.
Lo que ha venido ocurriendo en
el tiempo es la pérdida de un periodismo crítico, plural e independiente; las
restricciones a la libertad de expresión y de información; el escandaloso
secuestro de la radio-televisión pública; el asalto a Conatel para convertirlo
en una entidad más política que técnica; la creación de leyes que controlan
contenidos incómodos para el Gobierno; la discriminación publicitaria hacia los
medios que son críticos; el caso de RCTV; la concepción de las
telecomunicaciones para la construcción de una sociedad socialista; el intento
sostenido de querer imponer un modelo cultural distinto de corte personalista,
autoritario y militarista…
3
Si esta es la realidad del
presente en el campo de las comunicaciones ya nos podemos imaginar cómo es hoy
el ejercicio del periodismo aquí y ahora. Apuntemos, de manera muy esquemática,
algunos indicadores de ese ejercicio. El campo periodístico en la
Venezuela del presente se ha transformado profundamente. Los cambios que ha
sufrido no son solo del orden estructural, sino también del orden de lo
político y cultural. A estos últimos me quiero referir. El ejercicio
periodístico-hoy se ve envuelto en una serie de contratiempos y amenazas que
han puesto de manifiesto la necesidad de apuntar que es necesario repensar la
información periodística como un bien público dentro del marco de las
miserias, los riesgos y las inquietudes que envuelven a la sociedad venezolana
del presente.
Es que el ejercicio
periodístico no puede apartarse del contexto donde se ejerce, y mucho menos
puede desligarse del funcionamiento de la democracia. Ya nos lo decía muy
claramente el sociólogo chileno José Joaquín Brunner: ‘Existe una conexión
profunda entre el sistema político prevaleciente en una sociedad determinada y
el régimen comunicativo que aquél en parte condiciona y al cual necesita para
subsistir’. Lo expresa también muy bien Antonio Pasquali cuando nos dice que
hay que entender que la comunicación es la piedra fundacional de todo lo que
estamos pensando y haciendo. ‘No es la polis la que crea un modelo de
comunicación, es la comunicación la que crea sociedad. Entes incomunicados no
pueden formar estructura social’.
Así, Venezuela vive terribles
amenazas desde la racionalidad política, económica, social y
cultural-comunicacional que caracteriza al actual Gobierno dictatorial en
funciones de Estado. Entonces, el periodismo tiene que elevarse desde sus
propias dificultades y carencias para convertirse en vocero crítico de las
patologías políticas y sociales que rodean al ejercicio del poder, que cada vez
con más fuerza y decisión se empeña en poner trabas y hasta en detener
cualquier proceso de desarrollo democrático que implica desde este orilla –la
del periodista– hacer que el ejercicio periodístico y comunicacional ponga de
manifiesto al mayor número de personas los hechos sociales, políticos,
económicos, culturales que marcan la vida social.
Esto implica la existencia y
presencia de un periodismo independiente tanto del Gobierno como de los
empresarios de medios, que sea capaz de contribuir a la elaboración de marcos y
pautas de referencia y que logre que la ciudadanía adquiera las
representaciones necesarias para reconocerse como integrante de un país y, en
definitiva, de un conglomerado social y para reconocer que el poder político o
cualquiera otra forma de poder tiene que estar subordinado a los intereses de
vida del ciudadano y no el ciudadano y su vida subordinados a los intereses del
poder.
Difícil tarea esta que se le
otorga al campo periodístico y mucho más difícil cuando estamos en presencia de
un poder político que intenta, por diferentes vías y mecanismos nada juiciosas
y mucho menos éticas y morales, conculcar nuestras expresiones y opiniones, y
hasta nuestro propio ejercicio de ciudadanía, e incluso de ciudadanía
mediática.
Bajo esa perspectiva es que
afirmamos que los periodistas tienen una tarea bien importante, pero difícil y
compleja a la vez. Cuando este Gobierno dictatorial se ha venido convirtiendo
poco a poco en una maquinaria coactiva; muy poco preocupado por el desarrollo
de las mayorías más allá de que ellas le otorguen la ‘buena pro’ para
perpetuarse en el poder; interesado en la formulación de planes que lo
legitimen en cuanto poder político por encima del resto de la sociedad; cuando
no reconoce a las fuerzas políticas de la oposición como legítimas y presentes;
cuando ve a los comunicadores-periodistas y los pocos medios que todavía no
están bajo su control como un opositor peligroso… es cuando sigue teniendo
validez aquello que el español Ortega y Gasset afirmara en relación a los
periodistas y la prensa en la España de 1930:
No existe en la vida pública
más ‘poder espiritual’ que la prensa. La vida pública, que es verdaderamente
histórica, necesita siempre ser regida, quiérase o no. Ella, por sí misma es
anónima y ciega, sin dirección autónoma. Ahora bien, a estas fechas han
desaparecido los antiguos ‘poderes espirituales’ (…) En tal situación, la vida
pública se ha entregado a la única fuerza espiritual que por oficio se ocupa de
la actualidad: la prensa.
4
No quisiera desaprovechar este
momento para hacer una solicitud a ustedes, señores diputados, a esta Asamblea
Nacional (AN) conducida desde la mayoría democrática. Desde este lado estamos
conscientes que lo que se formule en materia de políticas públicas en
comunicaciones va a ser desatendido desde el Ejecutivo. Esto a pesar de que el
país democrático es hoy mayoría no solo en este espacio de la AN, sino en todo
el país. Somos conscientes de esto, pero creo que es nuestro deber, es su
deber, fijar las bases, el rumbo, de unas políticas públicas para hacer de las
comunicaciones un verdadero servicio público que es una condición necesaria y
connatural de la democracia.
En tal sentido, me permio
apuntar muy esquemáticamente lo que un grupo de investigadores-académicos y
periodistas esbozaron en un momento, no tan lejano, como las tareas que están
pendientes en este campo y que debemos preparar para el ‘Cambio’. Así:
1. Lograr una verdadera y
genuina democratización de las comunicaciones.
2. Definir una auténtica
política pública comunicacional de transparencia informativa y garantías
comunicativas para todos los venezolanos.
3. Edificar un genuino
Sistema Nacional de Medios Públicos, encabezado por la oferta de una
Radiotelevisión de Servicio Público, estructurado sobre la base de una
autonomía de dirección y con la más amplia participación social en su dirección
y acción, lo que implica la total des-gubernamentalización de dichos servicios.
4. Revisar y corregir los
excesos regulatorios de las normas diseñadas para las comunicaciones dentro del
marco de los derechos a la información y a la comunicación.
5. Promover mediante
normas jurídicas el acceso a la información pública.
6. Llevar a cabo la
revisión de la legislación y la normativa reglamentaria de las
telecomunicaciones para ofrecer garantías de transparencia y apertura, justos
procesos administrativos y reglas claras en lo concerniente a la asignación de
frecuencias y su correspondiente regulación.
7. Retornar a Conatel las
características de organismo autónomo y técnico, lo que significa
despolitizarlo y devolverlo a su misión principal de regulación y ordenamiento
del sector de las telecomunicaciones en el país
… y algunas más que nos deben
de garantizar los principios declaratorios de los artículos 57 y 58 de la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y aquello que dijera la
Unesco, cuando hizo explícito el Derecho a la Información, al expresar que: ‘La
información es un componente fundamental de la democracia y constituye un
derecho del hombre, de carácter primordial en la medida en que el derecho a la
información valoriza y permite el ejercicio de todos los demás derechos’.
5
Para terminar, unas últimas
líneas para mis colegas y amigos periodistas. Quiero reproducir ‘en extenso’
una homilía de mi buen amigo Jesús María Aguirre. Decía:
Un día de estos el profesor
Marcelino Bisbal, compañero de fatigas, me regaló un libro con un título bastante
procaz, al menos para ser leído por un cura decente: El pianista en el
burdel.
Ante mi cara de extrañeza, me
añadió: ‘Léelo te interesará. Ve la cita de la entrada’.
‘No le digáis a mi madre que
soy periodista, prefiero que siga creyendo que toco el piano en un burdel’ (Del
repertorio popular).
Sabía que pertenecía a un
gremio con fama de bohemios, pero no conocía este dicho popular, que sacudió de
nuevo mi autoestima profesional. A veces uno esconde esa pertenencia y se
presenta –más eufemísticamente– como comunicador, profesor, jesuita,
investigador…
Después de un reposo reflexivo
me dije: no deja de tener algo de razón. Recogidas las experiencias de largos
años, uno puede decir que hay especímenes y hasta tribus de colegas que puedan
considerarse así de avergonzados.
El mundo de las comunicaciones
nos induce ciertamente a ser bastante ‘escépticos’, pero no ‘cínicos’, como
señala Kapuscinsky. Cierto escepticismo profesional nos induce a desconfiar de
cualquier hecho propalado, valorar la sinceridad, discernir
pseudoacontecimientos o simulacros, pero nuestra condición de profesionales que
buscamos la verdad en el horizonte de nuestro trabajo no nos permite caer en el
cinismo de quien afirma ‘todo da lo mismo’ o ‘todo vale’ con tal de vender o
consolidar el poder. El comunicador responsable no es un Pilatos que se lava
las manos por transacciones con el poder, sacrificando a la ciudadanía
inocente, ni un Judas que vende su alma al mejor postor.
Las perturbaciones de estos
últimos años, la descalificación sistemática de los profesionales, el
enconamiento del Gobierno con los medios, las amenazas abiertas o disimuladas,
el cierre de varias voces significativas, pueden ir minando nuestra asertividad
y nuestro compromiso con la verdad, esa ‘verdad que nos hace libres’, según la
Buena Nueva del cristiano (…).
Pero creo que la presencia de
ustedes aquí es un mentís del dicho popular y una afirmación de que no
claudicamos ante los chantajes actuales:
1. No nos avergonzamos de
llamarnos periodistas y/o comunicadores,
2. Consideramos que
nuestra profesión, aun sin la euforia de Gabriel García Márquez, ‘es el mejor
oficio del mundo’, o al menos, de los que más merecen la pena vivirse,
3. Sabemos lo que
significa nuestra profesión para sostener el tejido social de nuestro país,
particularmente en este tiempo de fracturas,
4. Estamos empeñados en
ser los primeros en defender las libertades públicas, necesarias para el
diálogo social y sin claudicar del principio de buscar la verdad.
Muchas gracias”.
Caracas, 27 de junio de 2017.
28-06-17
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