Ángel Oropeza 25 de junio de 2017
@angeloropeza182
Ante
el avance de los planes de eternización de Maduro en el gobierno a través del
fraude de la supuesta “asamblea constituyente” y el consecuente aumento de la
represión asesina para imponerlo, muchos venezolanos han expresado su natural
angustia y la sensación de sentirse emocionalmente abrumados por el inminente
peligro que a todos se nos avecina. La pregunta que se oye y retumba en todos
los espacios vitales del país es: ¿y ahora qué hacemos? ¿Cuál es la estrategia?
Comencemos
por hablar de la lógica angustia. Observar
a una clase política decadente y corrupta, que no sólo amenaza y agrede desde
la arrogancia que le da su ilusión de poder, sino que es capaz de ordenar sin
escrúpulos el asesinato de sus compatriotas con tal de imponer por la fuerza un
proyecto antihistórico para conservar sus privilegios y fortunas, genera sin
duda espanto y ansiedad colectiva, casi tan fuertes como el repudio
generalizado que se les profesa.
Sin
embargo, más allá de esta natural reacción psicológica, es necesario entender
lo que hay detrás de la conducta delictiva del régimen, y que le da sentido
trascendente a la respuesta épica de un pueblo de pie en defensa de su país.
Recuerdo aquí las palabras de George Marshall: “No basta con luchar. Es el
espíritu que nos acompaña en la lucha el que decide la cuestión. Es la moral la
que obtiene la victoria”. Y a esta lucha de millones lo que le sobra
precisamente es moral.
El
pútrido madurocabellismo, además de inviable y rechazado por casi todo el país,
ya entró de lleno en la categoría de aberración histórica. De tanto velar sólo
por sus propios intereses de perpetuación y dominio, terminó por emanciparse de
la realidad. De tanto desconocer y dar la espalda al sufrimiento que ellos
mismos generaron en sus compatriotas, quedaron reducidos a vivir en un mundo
falso, de apariencias y rituales, donde sólo ellos se creen sus discursos, sus
instituciones y sus mentiras.
En consecuencia,
y a diferencia de la otrora exitosa seducción del chavismo, al madurocabellismo
sólo le queda la opción de intentar imponer por la fuerza su fracasado modelo.
El invento de una fraudulenta asamblea constituyente es un intento desesperado
por darle visos de “apariencia jurídica” a la pretensión de crear otro país,
porque éste no sólo les quedó grande, sino que los desprecia y desconoce. Pues bien, este país no está dispuesto a
desaparecer. Y hoy sus hijos se han levantado, con angustia pero con un coraje
mil veces superior a su miedo, para
defender al mejor país de la Tierra.
Una
medida de la dignidad y de la fuerza moral de nuestra lucha está precisamente
en la salvaje represión y la arremetida de los asesinos que todavía nos
gobiernan. La historia no siempre permite el privilegio de ser testigos de
momentos de inflexión y cambio. Y a esta generación de venezolanos la ha
bendecido con ese privilegio. Angustiante, doloroso y difícil, pero
trascendente y heroico. Esta poderosa razón moral es al mismo tiempo nuestro
escudo y nuestra garantía de perseverancia
¿Cuál
es la estrategia? En el corto plazo, impedir la materialización del fraude
mediante la activación y articulación de todos los sectores del país. Las
tácticas irán respondiendo y adaptándose tanto al desarrollo acelerado de los
acontecimientos, como a la dinámica generada por las acciones que se sucederán.
Pero el éxito de ambas, la estrategia y sus tácticas, dependerá de tres
condiciones: unidad, organización y persistencia. Unidad creciente de la
dirigencia política entre si y de los venezolanos con ella. La división en
estos momentos sería simplemente suicida. Reforzar la organización ciudadana,
tanto en sus espacios naturales de encuentro como en los que está promoviendo
la Mesa de la Unidad Democrática para esta etapa de la lucha, específicamente
los novedosos CRD, o Comités locales por el rescate de la democracia. Y,
finalmente, insistir más que nunca en nuestras 4 banderas, que son las que han
provocado la enorme solidaridad internacional y el inmenso apoyo interno,
incluyendo a vastos sectores del oficialismo, a esta nueva batalla por la
independencia: que haya elecciones, que se libere a la Asamblea Nacional, que
suelten a los presos políticos y que haya comida para que la gente no muera de
hambre.
Que
nada, ni la angustia ni la legitima indignación, y mucho menos las tentaciones
del gobierno, nos saquen de nuestro camino, que es el único que nos puede
conducir a la necesaria victoria. Recordemos las palabras de Tzun Tzu: “Los buenos
guerreros hacen que los adversarios vengan a ellos, y de ningún modo se dejan
atraer fuera de su fortaleza”. Porque, al final, “la invencibilidad está en uno
mismo, la vulnerabilidad en el adversario”
Ángel
Oropeza
@angeloropeza182
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