Por Laura Helena Castillo
Felipe Pérez decidió el lugar
del encuentro: un banco de la plaza Lincoln, en Colinas de Bello Monte. Dijo
por teléfono que la entrevista podía ser ahí o en una panadería cercana. Pero
en ese lugar no iba a poder ser: la cola del pan, a las 12:00 m de un día de
semana, lo ocupaba todo. Pérez, un exministro que anda a pie y usa chemisse,
propone caminar hasta otro lugar.
Entre 2002 y 2003 Felipe Pérez
Martí fue ministro de Planificación de Hugo Chávez, en un interludio de pocos
meses después de Jorge Giordani y antes de Jorge Giordani. En su gestión se
creó la Comisión de Administración de Divisas (Cadivi), hoy Centro Nacional de
Comercio Exterior (Cencoex). Él fue uno de los diseñadores del control de
cambio, medida económica por la que –ha dicho y dice- terminó separándose del
gobierno y que, desde hace varios años, critica públicamente.
En la panadería elegida por
Pérez Martí no hay pan salado. Al lugar –estrecho y ruidoso- entran varios
miembros de la Policía Nacional Bolivariana para almorzar cachito y jugo. Ese
día hay una marcha que llegará hasta Las Mercedes y las calles comenzarán a
trancarse pronto.
Para Pérez Martí, las
protestas simbolizan una camioneta Hummer que arrancó, de frente y
midiendo la velocidad, al encuentro del Volkswagen que hoy, según él, es el
gobierno de Maduro.
“Si seguimos con esta
estrategia del coraje no habrá un desenlace violento sino una escaramuza, como
la que estamos viendo ahora con la represión. Esto es una calibración de
fuerzas. El liderazgo lo está asumiendo el pueblo mismo y partidos como
Voluntad Popular, Vente Venezuela y Primero Justicia se sumaron al
coraje. Va a haber negociación y rendición del gobierno con unas
concesiones”, asegura, sentado en una mesa con policías y clientes alrededor.
Foto: Vanessa Tarantino
– Cuando fue ministro de
Planificación de Hugo Chávez y formó parte del Gabinete que creó Cadivi, el 5
de febrero de 2003, ¿se imaginó, en sus más pesimistas escenarios, que los
venezolanos harían cola para comprar pan por falta de divisas para importar la
materia prima?
– Yo me tuve que calar el
control de cambios que fue impuesto por Chávez por consejos de Fidel Castro y
Armando León. Pero a condición de que fuera por tres meses. Un control de
cambios es equivalente a un “cierre de taquilla” de un banco privado cuando hay
una corrida contra sus depósitos. Por diseño, debe ser algo temporal, mientras
el banco recupera su solvencia (en el caso de que tenga ese problema) y la
confianza. No puede cerrar la taquilla y racionar las reservas indefinidamente,
pues pierde su condición de banco, cuya esencia implica tener menos reservas
que depósitos, que son conservados voluntariamente por sus tenedores, pues
confían en su valor. Lo mismo un país. Si lo continúas, pierdes tu soberanía
monetaria, tu capacidad de emitir dinero. De hecho, emitir dinero bajo un
control de cambios es completamente contradictorio, inconsistente. Es como si
el banco que ha cerrado su taquilla, racionando sus reservas porque no hay
confianza en el valor de sus depósitos, emita nuevos depósitos a partir de
nuevos créditos, sin respaldo en nuevas reservas. Esos depósitos no tendrían
valor. Lo mismo que ha ocurrido con las gestiones de Chávez y Maduro: ha bajado
la confianza en el valor del dinero emitido y en eso consiste la inflación. Y
la devaluación. Nada menos. Así que mantener el control de cambios,
básicamente, fue un error garrafal.
– En agosto de 2016 publicó un
análisis de escenarios y aseguró que lo más probable era un referendazo o una
renuncia de Nicolás Maduro. Ninguna de las dos cosas ocurrió. ¿Qué falló en su
análisis?
– Mi error fue que sobreestimé
a la MUD. Tenía la fuerza potencial que había que convertir en dinámica, como
sí se está haciendo ahora. Ir al diálogo fue un error.
– Tiene una línea de acción y
pensamiento político llamada “¿Qué hacer?”. ¿Qué le responde a su vecina cuando
se la cruza entrando en el edificio y ella le pregunta qué hacer?
– “¿Qué hacer?” no es un grupo
político, o ideológico. Es un espacio para compartir ideas y hacer propuestas
de consenso, algo así como una pequeña Venezuela, pues hay gente de todas las
ideologías, ocupaciones, profesiones, procedencia social, religiones, etc. A mi
vecina solo le puedo decir que nos unamos para salir de este gobierno. Y para
reconstruir nuestro país. La salida es política. No es económica a nivel macro,
ni a nivel micro, personal. Una de las cosas más hermosas que está ocurriendo
con todo este movimiento libertario es que la gente se ha unido desde la base.
Han salido los vecindarios de clase media, pero también los barrios de clases
populares. Se han hermanado trabajadores y empresarios, capital y trabajo. Se
ha unido la lucha reivindicativa, con la lucha política. Un proceso de unidad,
de hermanamiento, de solidaridad, muy grande. El objetivo es común: rescatar a
nuestra madre Venezuela, que está siendo violada.
– ¿Existe el madurismo?
– Existe mientras esté Maduro
en el gobierno. Pero es una entelequia que no tiene ideología, ni liderazgo.
Este un gobierno títere de los buscadores de renta. Tanto nacionales, como
extranjeros. Pues en esto ha estado Cuba de manera muy importante, además de
China y Rusia. Cuando caiga Maduro, que va a ser muy pronto, el madurismo será
una mancha para quienes, por la razón que sea, lo apoyaron. No tiene futuro. Ni
siquiera tiene presente. Y Cuba, un país realmente ocupador, va a salir
perdiendo también muy feo aquí.
– El protagonismo que ha ido
ganando Luisa Ortega Díaz revela que llevaba un tiempo planificando su
estrategia. ¿Cree que dentro del gobierno hay funcionarios que también van
tomando nota en una libreta para preparar su desvinculación?
– Claro que sí. Maduro es un
lastre para el chavismo. Lo dijimos desde hace mucho tiempo. Si los chavistas
quieren tener futuro político, saben que deben separarse, sacudirse ese lastre
que los hunde al abismo político. No quieren hundirse con este barco en pleno
naufragio. Además, muchos, los enchufados que no están ahí por ideología, ni
vocación política, sino por los reales, ya han preparado sus maletas, su ruta
de salida desde hace mucho. Va a haber una avalancha de salidas como esta muy
pronto.
– ¿Qué es negociable y
qué es innegociable entre el gobierno de Maduro y la oposición?
– La salida de Maduro no es
negociable. Debe irse. Y se va a ir. Lo que se puede negociar es su
salvoconducto. ¿Se va el solo? ¿Se va con varios? ¿Cuántos y quiénes? ¿Cuánta
plata se llevan? Son cosas normales en este proceso de negociación. Pero
de que se va, se va. Es un clamor popular y ningún partido de oposición se va a
arriesgar a pedir menos, pues la gente no lo aceptaría.
– Usted que conoció a Maduro,
¿cree que llevará el conflicto hasta lugares aún más violentos?
– Este gobierno es como un
grupo de ladrones de un banco, pero con rehenes. Está matando rehenes. Pero
saben que se van. No puede matar muchos más, pues van a ser linchados incluso
físicamente, si no se apuran a salir, a pedir su salvoconducto. No creo que la
violencia represiva escale mucho más. Primero, porque se van pronto. Segundo,
porque la gran mayoría de la fuerza armada está contra esto, que es no solo
insostenible, sino completamente insoportable. Esto, si escala mucho más, se va
encontrar con una insurrección de los soldados a todos los niveles. Ya se está
cocinando desde hace tiempo. Lo hemos analizado teóricamente, y la evidencia
apunta hacia eso.
Foto: Vanessa Tarantino
– ¿Recuerda cómo fue el
momento en el que decidió hablar públicamente sobre su desacuerdo de opiniones
con el chavismo?
– Salí del gobierno por
desacuerdos. Me echaron por no estar de acuerdo con el control de cambios, como
es sabido, además de que no era el indicado para el “Plan B” de
cuasi-estalinismo que lideró Chávez bajo la égida de Fidel y la ayuda de Jorge
Giordani. Tuve muchos conflictos desde mi salida (y cuando estaba dentro,
claro). Pero mantuve bajo perfil político, en general, pues estaba más que todo
en la academia. Ahora, en 2008 publiqué un documento de fuertes críticas a la
política económica, llamado “De las tres R: Revisión, Rectificación y
Reimpulso”. Lo llame así tomando la palabra de Chávez. Él no quiso rectificar.
Y tenemos lo que tenemos. Pero mis críticas en privado fueron desde adentro y
desde hace mucho tiempo. La más fuerte, por el control de cambios.
– ¿Cuál es el costo de la
disidencia? ¿El teléfono deja de sonar?
– Nunca he sido un disidente,
pues nunca fui chavista. En la carta que le escribí a los soldados explico que
a Chávez mismo, cuando acepté formar parte del gobierno, le dije que no me guiaba
por él, sino por mis principios (lo que yo llamé ‘Comandante Supremo’). Cuando
salí del gobierno estuve muy mal, pues no me quería ni el gobierno, ni la
oposición. Ni siquiera me querían admitir de nuevo en el Iesa, aunque estaba de
permiso legal. Económicamente lo pasamos mal. Mucha incomprensión de parte y
parte. He dicho que la responsabilidad de lo que tenemos es compartida por el
sector privado y la oposición de ese entonces, que rechazó el pacto que les
propuse en el gobierno. Así que, si fuera disidente, lo soy del rentismo
petrolero, que fue defendido, en los hechos, tanto por las élites del chavismo
como las de la oposición y el sector privado. Lo que propongo es que salgamos
de eso. Todo esto me ha fortalecido espiritualmente, pues el telefonito del
Comandante Supremo nunca ha dejado de sonar. Eso es lo que me ha mantenido. Y
me tiene muy fuerte ahora, sin depender de nadie, sino de eso: mi trabajo, mis
principios.
– Usted ha dicho que no era
chavista, sino de izquierda. ¿Aceptaba Chávez que no hubiera chavistas en su
entorno político?
– Claro que sí. Lo demostró
conmigo. Pero más que todo al principio. Después que quedó picado de culebra,
por lo del paro cívico y petrolero y la guía de Fidel. Se volvió sumamente
sectario y soberbio.
– ¿Alguna vez lo han llamado
“traidor”?
– Creo que sí. Por las redes
sociales, algunos chavistas-maduristas enojados conmigo porque creen que fui
chavista, cuando nunca lo fui. Soy de izquierda. Siempre lo he sido, y lo seré.
Porque estoy con quien está peor, tanto en materia económica, como social y
política. Por eso estoy contra el gobierno, que apoya a los que están mejor.
Siempre he sido consecuente con esa posición. De manera que si me llaman así,
pues no tienen base. Siempre he estado del mismo lado.
18-06-17
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