Por Carlos Crespo
El especialista en economía
política indicó que el país atraviesa una crisis institucional y un colapso
económico y social que puede prolongarse en el tiempo.
El doctor en economía política
por la Universidad de Columbia (Estados Unidos), Michael Penfold, explica que
Venezuela atraviesa una “crisis institucional”, precedida por un colapso
económico y social que ha llevado a la pérdida de más de un tercio del Producto
Interno Bruto (PIB). En este contexto, añade, se enmarcan las protestas que se
han prolongado por casi tres meses y el intento del Gobierno de imponer una
Asamblea Nacional Constituyente (ANC) a la que se opone la mayoría de los
ciudadanos.
El profesor del Instituto de Estudios Superiores de
Administración (IESA) considera que la propuesta de la
Constituyente puede llevar a que Venezuela continúe en una “escalada cada vez
más anárquica” y advierte que los “conflictos de desgaste”, como el que
experimenta la nación, pueden prolongarse en el tiempo, lo que irá haciendo
“más dramática” la crisis. “Es difícil pensar en una negociación
voluntaria en Venezuela, es decir, que las partes entren voluntariamente a ese
proceso”, argumenta.
¿Hay algún caso de países que
hayan atravesado una situación como la de Venezuela?
—Lo que pasa es que
aquí todos estamos operando bajo la visión de que esto es un conflicto de
desgaste, que con el tiempo alguien va poder imponerse y va poder ganar, y
pareciera que eso puede llegar a no ocurrir. Creo que el Gobierno está
apostando equivocadamente a que el tiempo va a derrotar a la gente y se ha
encontrado con una ciudadanía que ya tiene, en situación de rebeldía, 80 días
en ese proceso y el Gobierno apuesta también que con el tiempo va a avanzar con
esta Constituyente y, en la medida que pasa el tiempo, uno observa mayores
resistencias sociales, no solo políticas, sino incluso militares a esta idea de
buscar esta vía como mecanismo de solución política a un problema que tiene que
ser resuelto de manera democrática y acorde a la constitución actual.
Esta idea de que estos
conflictos de desgaste terminen es riesgosa, hay muchas sociedades en las
cuales los países se quedan estancados en estos procesos y más en un país como
el nuestro, en el que no hay instituciones, donde no hay árbitros y no
tenemos capacidad de dirimir los conflictos democráticamente o políticamente.
Esto hace que todo el proceso venezolano tenga unos riesgos muy grandes,
añádele a eso el contexto social y económico que estamos viviendo y eso dispara
la preocupación de la comunidad internacional. Esta es una situación que ya se
escapó de las manos. Donde los imponderables son cada vez más grandes, donde
pueden ocurrir eventos que pueden llevar al país a una situación aún más
delicada que la que incluso estamos viviendo.
En ese sentido, me parece
terriblemente irresponsable por parte del Gobierno haber insistido en esta ANC
en la forma como lo ha hecho, porque ha puesto al país en una situación
terminal, porque buena parte de la ciudadanía percibe que el 30 de julio el
país se está jugando su futuro completo. Es una manera de ir escalando el
conflicto venezolano sin abordar el problema que tiene que ver con el
cumplimento de la Constitución y que el país se pueda encausar, dentro de un
marco institucional, que sea acordado entre las partes y eso es fundamental
entenderlo.
Entonces lo que vive el país
puede prolongarse en el tiempo.
—Sí, yo creo que ese un riesgo
real que tenemos. No estoy diciendo que se va a prolongar inevitablemente pero
sí veo que hay un peligro muy grande de que esto termine prolongándose si no
buscamos una salida política, sobre todo porque esta crisis tiene un sustrato
económico y social muy profundo y que solo se está deteriorando. La
economía este año va decrecer más de 10 puntos del PIB, estamos ya en una
economía hiperinflacionaria, los salarios reales se siguen erosionando, es
decir, tienes una situación que se sigue deteriorando muy aceleradamente en un
contexto institucional prácticamente inexistente.
Eso que describe dibuja un
escenario muy explosivo. ¿Hay posibilidades de que se dé una negociación para
frenarlo?
—La estructura del conflicto
político venezolano es de tal magnitud que es difícil pensar en una negociación
voluntaria en Venezuela, es decir, que las partes entren voluntariamente a ese
proceso. Me da la impresión de que en la medida en que la crisis se vaya
haciendo más dramática, en la medida en que el Gobierno vea que, incluso
implementando una ANC que es claramente autoritaria, va a vivir una crisis de
gobernabilidad aún más profunda que la que tiene hoy y que la presión
internacional y que la presión de factores internos vayan creciendo, esa
posibilidad se puede abrir.
La negociación tiene un
problema que tiene que ver con el fracaso de octubre del año pasado, con la
suspensión del referendo revocatorio y hay razones de fondo que permiten
racionalizar por qué la gente es tan escéptica con ese proceso. En primer
lugar, porque no percibe voluntad real, además, percibe que esos procesos de
negociación pueden ser manipulados. El proceso de negociación de octubre del
año pasado careció de reglas, de mecanismos de verificación, de mecanismos de
comunicación formal y de un desarrollo adecuado de la agenda.
Se pudiera retomar ese proceso
con una mediación distinta, que en buena medida puede emerger de estos acuerdos
que estamos por ver dentro del marco del sistema interamericano que gestiona la
Organización de los Estados Americanos (OEA) y quizá no tanto la OEA, sino a
través de generar el consenso político regional para crear este grupo de
contacto a nivel de países, que puedan facilitar ese proceso en Venezuela. Sin
embargo, el Gobierno ha hecho esfuerzos muy grandes por bloquear esta
posibilidad a nivel internacional.
En todo caso, eso va requerir
de una formalidad muy grande y de una concesión del Gobierno muy importante,
porque es muy difícil entrar en ese proceso sin que se muestre un gesto de
buena voluntad que haga ver que el cambio es definitivo. Debe irse con una
visión no solamente de que la negociación es posible sino que es irreversible,
que ninguno de los dos lados va a volver a buscar sus alternativas. El Gobierno
ha estado bloqueando continuamente estas posibilidades, la suspensión del
revocatorio, la posposición de las elecciones regionales y locales, la
indefinición del cronograma electoral y ahora con esta ANC. Si no otorga esa
concesión inicial, ese proceso de negociacion no puede tener la credibilidad
necesaria, por más buena voluntad que pueda haber del lado internacional a
través de este grupo de contacto, a través de un proceso que va a requerir de
mucha formalidad, de muchas reglas para poder llevarlo a buen puerto y que al
final, creo yo, debe ser sometido a un proceso referendario por parte de la
población, porque al final esa negociación es bastante simple.
Esto no es un conflicto como
el centroamericano o el colombiano, tampoco como el sudafricano. La
negociación en Venezuela es una negociación de garantías por votos, esa es la
negociación. Lo que la complejiza es el contexto económico y social en que se
da esa negociación, ¿Cómo se logran esos acuerdos? Suponen reformas
constitucionales, hablar de amnistía y justicia
transicional, suponen hablar de calendario electoral, de
programas de estabilización económica y de emergencia social y supone hablar
del tema de los presos políticos. ¿Cómo abrimos el espacio formalmente para que
eso pueda ocurrir en un contexto económico y social como el que vivimos?
Vivimos en una situación en la que el Gobierno percibe que una vez que abandone
el poder probablemente sea perseguido y una oposición que ve que no puede
acceder al poder porque las salidas democráticas son bloqueadas
permanentemente.
¿Qué ocurre con la
negociación? Que divide a la opinión pública: 54 % de la población percibe que
no hay nada que negociar y poco más de 37 % percibe que es necesario negociar.
Es una negociación, no un diálogo, la tienes que vender de tal forma, que
tampoco implica una desmovilización ciudadana, que fue lo que ocurrió en
octubre. La oposición planteó la negociación como desmovilización y en la
mente de los ciudadanos negociación es desmovilización. Creo que eso es lo que
hace que el proceso sea muy problemático. Al interior del chavismo también es
problemático, porque hay grupos del chavismo que perciben que los resultados de
esa negociación no necesariamente los va a beneficiar y, por lo tanto,
van a ser perjudicados y tampoco la quieren y perciben que tienen
mecanismos alternos como esta ANC para imponer un modelo profundamente
autoritario.
Una salida de este tipo
requiere ser construida pero, para eso, por un lado tienes que hacer una
concesión que muestre que el proceso es creíble e irreversible y necesitas
contar con algunos formalismos. No podemos manejar el conflicto a lo caribe
como manejamos las cosas en Venezuela. Requerimos un mínimo de formalidad y un
apoyo internacional para garantizar ese proceso y la verificación de esos
acuerdos.
Al mismo tiempo, pienso que
una negociación se tiene que dar alrededor de un marco de distinción alrededor
del tema económico y social, que le permita al país abordar los desequilibrios
macroeconómicos y sociales que ha dejado un modelo de controles de cambio y de
precio y una población que está sometida a niveles de escasez tremendamente
altos y a un deterioro de su nivel de ingresos que es injustificable.
¿Solo un pronunciamiento
militar podría detener la Constituyente?
—A mi juicio, dos cosas pueden
detenerla: la primera es la dinámica ciudadana que tiene que ver con las
características de su movilización, en la medida que la ciudadanía se movilice
porque lo considera antidemocrático, ilegítimo o inconstitucional y en la
medida que lo haga en una escala lo suficientemente grande. En esa misma medida
la presión para detener ese proceso va ser más grande. También tienes las
fracturas dentro del chavimso y el mismo mundo castrense que van a hacer que
ese proceso pueda llegar a frenarse.
El Gobierno tiene un problema
con la Constituyente: ¿Cómo la retiro sin ser derrotado? En ese sentido creo
que esto que se está cocinando a nivel internacional puede ayudarle a crear una
plataforma para poder presentar ese proceso de negociación, pero solo si ese
proceso es creíble y hace una concesión muy importante.
Para mí es muy difícil pensar
que vamos a poder entrar en una negociación sin haber liberado a todos los
presos políticos, no concibo entrar en una negociación con unas fichas de
negociación que incluyen a uno de los principales lideres políticos del país,
lo cual es algo sencillamente inadmisible, pero al mismo tiempo creo que si hay
una concesión de ese tipo, realmente importante y sustantiva, el Gobierno
pudiera estar dando una señal de que ese proceso de negociación es
irreversible, y puede ayudar a que la oposición acepte entrar siempre y cuando
se dé en un marco en el que esté ese formalismo, o esos mecanismos de verificación,
donde hay acuerdos mínimos para manejar el tema económico y social y se aborden
los temas de Derechos Humanos y presos políticos en Venezuela. El Gobierno se
lanzó por una calle que a mi juicio es ciega, al final con la ANC se va
encontrar con una situación mucho más difícil que la que vivimos en este
momento.
¿Pudiera generarle problemas
internos a la hora de ver que grupo domina la ANC?
—Tu logras estabilidad cuando
logras fusionar el poder de facto con el poder de jure, en este momento el
poder facto en Venezuela y el poder de jure en Venezuela están quebrados. El
poder de facto no está claro, se está recomponiendo a la luz de una dinámica
electoral y política que estamos viviendo y el poder de jure, como lo ha dicho
la Fiscal: la Constitución de 1999 cesó, no está operando. Convocar a una
Constituyente en ese escenario, con la idea de que esa Constituyente va poder
barnizar este poder de facto y de jure, es totalmente ilusorio, porque eso no
refleja la realidad del país. Estás utilizando, para solucionar el problema del
país, que es un problema institucional, económico, social, un instrumento que
sirve para otra cosa, en un momento en que el Gobierno es minoría, es una
minoría importante, pero una minoría. Esta Constituyente es como una especie de
fortín, un lugar en donde se van a refugiar, donde van a ganar poder de
negociación, pero el resultado de ese proceso va a ser caótico, porque no hay
esta imbricación entre el poder de facto y el poder de jure en Venezuela y
puedes terminar con dos asambleas, dos fiscales, dos tribunales, en una
situación de gobernabilidad tremendamente compleja. Todo eso en medio de una
situación económica y social que se agrava semana tras semana y pareciera que
el Gobierno desconoce y que no quiere abordar. Para poder abordar esa crisis,
que es estructural, necesitas un acuerdo mínimo. El Gobierno está
sobreestimando, de manera muy peligrosa, las implicaciones de la Constituyente.
Está subestimando los riesgos que ese proceso Constituyente puede llegar a
tener.
¿Qué evaluación hace sobre el
papel que está asumiendo la fiscal Luisa Ortega Díaz?
—Creo que ella ha sido
tremendamente hábil. En primer lugar en ver que la Constituyente supone una
ruptura y no una continuidad con la Constitución de 1999, por la forma como se
está convocando, por no utilizar un referendo consultivo, por no acotar los tiempos,
por el sistema electoral que se utilizó, por la selección arbitraria de
sectores, porque no tenemos garantía de cuál es el alcance de esa
Constituyente, por la falta de controles democráticos y participativos. Ella ha
sido muy hábil en lograr construir una crítica jurídica y política al proceso
que básicamente lo deslegitima. Puede que el TSJ gane y bloquee cada uno de los
recursos pero, en la práctica, cada vez que el TSJ bloquee el recurso
deslegitima políticamente ese proceso Constituyente. Creo que está logrando
posicionarse de una forma que, políticamente, es muy interesante.
¿Cómo ha visto la actuación de
la MUD? Parece haber distintas posturas sobre como asumir una eventual
negociación con el Gobierno.
—La oposición, en la media que
la ciudadanía la perciba como cercana y que perciba que está conectada con su
petitorio, va ir capitalizando, como de hecho creo que ha venido capitalizando,
la situación actual. Hay unas debilidades importantes. Después de octubre hubo
un quiebre entre el liderazgo opositor y sus bases, y fue un quiebre que se
solventó sobre todo a partir de la generación de diputados más jóvenes, que
decidieron acompañar a la ciudadanía en la ola de protestas que se inició en
abril y eso abrió un camino, digamos, de reconexión entre ese liderazgo
emergente y esa ciudadanía. Ahí hay un punto muy importante. Sí creo que si la
oposición no es capaz de mantener la unidad el efecto de las fracturas internas
y de la dinámica interna del chavismo se anula. Solamente en la medida en
que tu tengas una oposición que es percibida como unitaria vas a poder
capitalizar las dinámicas internas dentro del chavismo y poder canalizarlas de
manera alternativa para poder buscarle una salida a las situación actual del
país. ¿Cuál es esa modalidad? Yo no la sé, aquí todo el mundo habla como si en
las modalidades de la transición hay unas mejores que otras. La verdad es que
esas modalidades las define la coyuntura histórica, no la define ningún grupo.
Pretender que aquí va haber un factor, uno solo, que va a lograr articular el
proceso en una dirección, me parece que es más deseo que realidad. Si la
oposición no es capaz de mantener un criterio unitario, proyectar futuro y
generar nuevas alianzas, porque también está claro que tan solo con las fuerzas
que tiene no es suficiente para lograr ese quiebre histórico. Necesitan ampliar
la plataforma. En ese sentido la ANC es una gran oportunidad para la oposición,
si la sabe utilizar adecuadamente. Es la oportunidad de estructurar un frente
nacional por el rescate de la Constitución que abarca a grupos que van mucho
más allá de los que tradicionalmente apoyan a la oposición. Ahí se abre una
gran oportunidad, pero eso supone también readecuar la calle a esa realidad.
Para que esa calle también sea más participativa tanto en su alcance como en su
profundidad social. Tiene que haber un reajuste importante.
¿Qué significa reajuste de la
calle?
—La lucha contra la
convocatoria de la Constituyente no es una lucha solo de la oposición, es una
lucha del chavismo y un chavismo que es democrático también, porque tampoco lo
podemos negar, esa es una realidad. Como lo acomodas en el plano de la
dirección política y movilización ciudadana es muy importante. En la medida que
logres eso, el alcance y profundidad de la movilización social va ser mucho más
impactante e importante y, por tanto, la probabilidad de que logres frenar este
proceso va ser cada vez más alta. Yo sí creo que sería un error, por parte del
mundo opositor, pensar que esta es una lucha que solo le corresponde a la oposición
cuando vemos que hay grupos muy importantes y relevantes en las esferas del
chavismo que también están en este mismo proceso y veo con mucho interés, en el
ámbito de la sociedad civil, grupos que empiezan a aparecer, que son mucho
más plurales y empiezan a aparecer estos vínculos entre estos dos grupos, para
enfrentar un proceso que ambos perciben que los va afectar a ellos, no solo en
sus derechos políticos, sino en su capacidad de que el país pueda llegar a
restaurar la Constitución y la normalidad democrática, algo que en el marco de
esa Constituyente, es imposible.
Fotos y video: Francisco
Bruzco
25-06-17
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