lunes, 26 de junio de 2017

El capítulo culminante de Luisa Ortega Díaz por @amoleiro


Por Alonso Moleiro


El devenir personal, el proceder actual, y el calado de las reflexiones de la Fiscal General, Luisa Ortega Díaz, en torno al comportamiento institucional del PSUV y las últimas maniobras de la dictadura de Nicolás Maduro, colocan en su fase más dramática la crisis política venezolana. Una cota de intensidad que tiene, a ratos, sabor a cierre de extrainning.

El alto gobierno parece tener claro que la Fiscal sabe muchas cosas, y que luce dispuesta a llegar hasta el final en la defensa de la legalidad. La Sala Plena del TSJ acoge la solicitud de antejuicio de mérito, interpuesta por Pedro Carreño, con una velocidad y una virulencia en las formas muy similar al proceder habitual del propio diputado chavista. Acorralados y desenmascarados, ante el país y la comunidad internacional, los mandos oficialistas se han decidido a terminar con la legalidad e imponer su proyecto rápido y por la fuerza.

El rasgo más importante del desprendimiento que representa Ortega –y que se expresa, también, en vocerías como las de Héctor Navarro, Víctor Álvarez, Ana Elisa Osorio, Juan Barreto, Germán Ferrer, Gabriela Ramírez, Nicmer Evans, Miguel Rodríguez Torres o Kliber Alcalá- es que está obrando por cuenta propia y con total independencia de lo que, a su vez, hacen Julio Borges y la MUD en la Asamblea Nacional. Las diferencias entre el chavismo disidente y la MUD son muy claras. Son tendencias políticas que ahora obran por separado en pos del mismo objetivo.


La Fiscal ha hecho un planteamiento severo en torno a la corrupción en las altas esferas del estado, y ha sugerido, de nuevo, como lo hicieran las voces del Legislativo, el debate sobre las causas de la escasez de medicamentos y comida vigente en el país. Ha exigido una interpretación honesta de la naturaleza consultiva del régimen constitucional actual y también ha formulado llamados para que se respete el calendario electoral pendiente. Ha clamado de manera expresa por el desconocimiento de un proyecto Constituyente que, con la anuencia de Vladimir Padrino, el chavismo y las FAN le quiere imponer al país, aún a sabiendas de que casi toda su población no lo desea.

Ortega Díaz, y todo el Ministerio Público, plantean una fractura objetiva para el maduro-cabellismo. Desde su natural equidistancia con las fuerzas de la MUD, presentes en la Asamblea Nacional, su maniobrar le propone a Venezuela, por primera vez en mucho tiempo, la gesta de algún punto de acuerdo político como parámetro, el respeto a la letra de la Constitución y la soberanía popular expresada en el voto, como derechos adquiridos. La tesis del encuentro ciudadano sobra la de la ruptura. Puede que fracase en el intento, pero el endurecimiento de su postura frente a la clase política del PSUV, junto a la gente que tiene al respaldo, que incluye a parte del sector militar, insinúa, por primera vez, un camino visible para algo parecido a una transición política.

Por ese motivo es que el madurismo ha salido a buscarla. La intención es neutralizarla. Ella no puede desconocerlo. Todavía le quedan unas manos por jugar. Ortega Díaz es el último protagonista en ingresar a esta crisis que se precipita, mientras la gente, todos los días, sale a la calle a exigir otro país.

24-06-17




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