Por Claudio Nazoa
A veces no tenemos tiempo para
darnos cuenta de lo afortunados que somos. Todas las probabilidades estaban en
contra de que naciéramos. Sin embargo, lo logramos. Tenemos la suerte de estar
vivos. De saber que existimos y que viajamos hacia un destino desconocido e
incierto.
Antes de nacer, existíamos con
otra forma y en cuerpos diferentes. Fuimos proyectos en los genes de nuestros
padres quienes, por alguna misteriosa y afortunada casualidad para nosotros,
decidieron conocerse y amarse.
¿De qué sirve la belleza del
Salto Ángel si no hay ser pensante que la admire y le dé la connotación de
bello?
La cosa es más preocupante si
pensamos en la probabilidad de que la raza humana jamás hubiera existido. Nadie
sabría que era posible que existieran las maravillas que disfrutamos en nuestro
entorno.
Somos pasajeros de un tren
veloz. Sabemos dónde vivimos y cómo nacimos. Pero no, cuándo partiremos ni a
qué estación llegaremos. Nos asombramos al ver las cosas que pasan rápidamente
por las ventanas. A veces, se bajan algunos viajeros que no saben a dónde van
y, al mismo tiempo, suben otros que no pueden explicar lo que había en su
estación.
Las maletas de nuestros viajes
contienen grandes tesoros. Maravillas que nos ayudó a empacar un misterioso
maquinista que conduce nuestro tren: familia, amigos, mascotas, casas, empleos,
automóviles, naturaleza y alimentos. Algunos pasajeros lo tienen todo. Otros,
aunque son nuestros compañeros en el viaje, cual si fueran fantasmas, no logran
tocar lo que en el tren existe.
Somos capaces de crear cosas
que tangiblemente no tienen forma definida y que además son invisibles: amor,
amistad, principios, valores, dignidad, perdón y respeto. Son esos los
cinturones de seguridad y salvavidas a la vez, que nos permiten ser felices en
este viaje extraño y surrealista.
De repente, el viaje de los
venezolanos adquiere un rumbo diferente. Por casualidad, nos descubrimos como
seres hermosos capaces de crear cosas que solo pueden imaginar quienes tienen
la virtud y el privilegio de amar a otros.
¡El amor existe! Es tan grande
que cuando nos toque bajarnos del tren será lo único que podremos llevarnos y
dejar a la vez.
La vida es una idea. Una
fantasía efímera que sirve para que el amor viva en ella.
Definitivamente, el amor
existe. La prueba: los hombres y las mujeres llenos de amor que luchan por
fecundar la Venezuela heroica que está naciendo en estos días difíciles, pero
llenos de luz y esperanzas.
17-07-17
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