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sábado, 21 de octubre de 2017

A qué nos enfrentamos por @cgomezavila


Por Carolina Gómez-Ávila


Dice Erica Chenoweth, destacada politólogo especialista en resistencia civil, que en las sociedades que dedican sus días festivos a militares y batallas es natural la creencia de que la violencia y el valor son la misma cosa.

En la nuestra no sólo dedicamos los días festivos. Quienes detentan el poder político tienen casi 20 años trabajando día y noche para que la población adopte las formas e ideales de la vida del cuartel: mandar, obedecer, ser premiados con lo que por derecho nos corresponde o sufrir castigos ejemplarizantes, son apenas los rasgos más visibles; pero hay otros que prosperan camuflados entre conductas socialmente aplaudidas y lo contaminan todo para que nunca podamos lograr el cambio por el que creemos luchar.

Los resultados de las elecciones de Gobernadores son un claro ejemplo de cómo los líderes opositores reciben vítores o rechiflas tras una suerte de medición visual y auditiva de sus niveles de testosterona. El lenguaje corporal ha ganado más apoyo que los argumentos -ventaja para los machos alfa, estereotipo militar- y han tenido roles estelares el tono y timbre de voz junto con el ritmo y volumen al hablar. Mayor puntaje da el léxico llano, a veces vulgar, y casi siempre provocador en este examen que determina si hubo o no hubo “defensa del voto”.

Independientemente de lo que hagan quienes controlan el poder, el gran ganador en ese examen ha sido Andrés Velásquez y el más claro perdedor -aplicando el mismo baremo- Carlos Ocariz. Mientras el de Bolívar aparece en la mitad de la calle poniéndole el pecho a las fuerzas antimotines, el de Miranda lo hace bajo techo inventariando los motivos de la tragedia. El mensaje primitivo es que el primero está a un tris de la refriega cuerpo a cuerpo y que el segundo le tiene miedo.


Pocos miran lo que subyace. El triunfo de Velásquez (cierto aunque fuera falso y si no lo fuera, aunque se lo arrebaten) y la derrota de Ocariz (doble por no estar en condiciones de rebatirla), no están para mí en sus mensajes comunicacionales. Lo que miro con interés republicano y con admiración democrática, es que -a diferencia de Ocariz- Velásquez logró mantener en sus puestos a sus Testigos de Mesa y recolectó el 100% de las actas que demostrarían un fraude durante la transcripción manual de las mismas. Velásquez reclutó, organizó y veló porque un equipo humano se capacitara y tuviera planes de acción y de contingencia para que su sola presencia evitara distintos ilícitos durante la jornada y recabara, al final de ella, las pruebas que le permitirán demostrar lo que todos preveíamos. Ocariz, en cambio, se declaró incompetente al revelar que no logró su objetivo táctico, perdiendo contacto con el 31% de sus Testigos de Mesa. Tampoco tuvo estrategia para la ya conocida trampa nocturna que se tradujo en los votos fraudulentos que ahora denuncia. Y esta es para mí, toda la diferencia. Ni un aplauso a la actitud desafiante de Velásquez, todos a su trabajo de equipo. Ni una sorpresa ante el comportamiento gris de Ocariz, todos mis reproches a su incapacidad para liderar y garantizar que los mejores diseñaran y cumplieran planes y estrategias.

Nada de lo que he dicho hasta aquí califica o descalifica a Velásquez o a Ocariz para gobernar con pulcritud y eficiencia. Sólo hablo de sus actitudes y habilidades para ganar contiendas. El mismo criterio aplicaría a cada uno de quienes se midió en esta antidemocrática jornada electoral.

Pero me detengo en ellos, extremos, para que nos miremos nosotros. Para que anotemos lo que hemos valorado y aplaudido en nuestros líderes y lo comparemos con las ideas e ideales que desde el mundo militar nos han imbuido en los últimos lustros, porque es a través de esta forma de pensar que nos han sometido como pueblo. Y mientras tengamos esta forma de pensar, no hay cambio a la vista porque, como razona Chenoweth, las sociedades que confunden la violencia con el valor consideran que una verdadera victoria no es posible sin derramamiento de sangre de ambos bandos.

A esto nos enfrentamos.

21-10-17




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