Por Michael Penfold
Comprender con exactitud lo
que ocurrió el 15-O durante las elecciones regionales en Venezuela
constituye para muchos un verdadero misterio. Para otros no existe ninguna
sorpresa. Los resultados ya estaban predeterminados pues las condiciones para
ir a votar no eran las adecuadas.
Hay quienes piensan que la
trampa fue electrónica. Otros mencionan diversas irregularidades tales como las
reubicaciones y las sustituciones. Y finalmente hay quienes endilgan la
responsabilidad de la derrota opositora en los abstencionistas. También hay
quienes prefieren aceptar cualquier explicación –pero en el fondo no quieren
entender la verdadera causa detrás del fenómeno– al afirmar que fue una
combinación de todos estos factores.
El enredo es ciertamente
monumental.
Distintas interpretaciones
abren caminos radicalmente diferentes: un fraude clausuraría definitivamente el
camino electoral, las irregularidades conducen a incrementar las presiones
nacionales e internacionales para mejorar las “condiciones” y la abstención
señala que existe un problema de estrategia, organización y liderazgo que debe
ser resuelto para poder competir efectivamente con el chavismo.
Los líderes políticos
opositores han adoptado distintas posiciones con respecto a este tipo de
argumentos, lo cual hace que se dividan entre los que quieren insistir y los
que proponen abandonar la participación electoral –no sólo a las venideras
elecciones municipales sino incluso a las presidenciales–.
Este choque de
visiones ha terminado por confundir aún más a todos los ciudadanos que desean
promover cuanto antes un cambio político en el país.
El chavismo ve su recuperación
electoral de otra manera. Algunos señalan que el 15-O marcó un triunfo de la
paz frente a las protestas de los últimos cuatro meses. Otros mencionan que su
alta votación fue reflejo de un rechazo a las sanciones, lo cual supuestamente
confirma en la mente de la población que el país efectivamente enfrenta una
guerra económica. Según esta narrativa, ante la amenaza de ser expulsados del
poder por el imperialismo, el chavismo se aglutinó para defender el
“bolivarianismo” y salió a votar por convicción: es la confirmación de la más
simple de las épicas revolucionarias.
¿Pero qué fue lo que realmente
ocurrió? ¿Cuál de estas posibles explicaciones es la verdadera? ¿Cómo es que en
un contexto de alta inflación que este año va a terminar en más de 1200 por
ciento, con altos niveles de escasez y con la mayor contracción económica de
nuestra historia, pudo el chavismo obtener 18 gobernaciones e incrementar su
votación en prácticamente todos los estados del país? ¿Qué fue lo que hizo o
dejó de hacer la oposición, en unas elecciones en las que sus candidatos
enfrentaron todo tipo de irregularidades, para dejar de ganar por lo menos 15
gobernaciones que habían sido proyectadas como seguras? ¿Por qué terminaron tan
sólo con 5 entidades? ¿Por qué perdieron una cantidad de votos tan
significativa con respecto a las legislativas? ¿Si efectivamente hubo fraude,
salvo en el caso de Bolívar, donde existen evidencias físicas de un número de
actas que fueron ilegalmente forjadas, cómo es que en el resto del país estas
actas terminaron siendo congruentes? Todas estas preguntas merecen ser
respondidas.
El tema de la abstención
Uno de los primeros argumentos
que se han utilizado para explicar por qué el chavismo obtuvo 18 gobernaciones
(independientemente de las irregularidades y los delitos electorales
observados) es la abstención. Según esta explicación, la oposición fue
derrotada porque la abstención terminó favoreciendo a los candidatos chavistas
frente a una sociedad que decidió desmovilizarse.
Algunos reputados analistas y
politólogos –e incluso diversos voceros de los partidos de oposición– han
recurrido a esta variable como recurso para identificar las razones por las que
en algunos estados perdió el candidato opositor mientras que en otros ganó el
chavismo. Los mismos se basan en las encuestas previas a los comicios que
revelaban que el chavismo estaba mucho más motivado a ir a votar que la
oposición. Se ha llegado incluso a esgrimir el argumento de que la clase media
se abstuvo de forma significativa, lo cual minó la votación opositora,
especialmente en los centros urbanos y por lo tanto en los estados de mayor
tamaño e importancia.
Los datos de los resultados
electorales, por lo menos a nivel de los estados, no parece respaldar
completamente este tipo de argumentos y tampoco favorece abiertamente la idea
de aquellos que hablan de abstención georreferenciada. Quizás pueda haber
referencia puntual en algunos municipios que reflejen lo que se encontró en los
estudios de opinión; pero en términos generales, los resultados arrojan algunas
dudas iniciales sobre la utilidad de este tipo de afirmaciones.
La abstención nacional para
estos comicios regionales (38.9%) fue mucho menor que la observada en la
elección para gobernadores del 2012 (46.1%), y un poco mayor a la registrada en
el 2007 (34.5%). La abstención en gran parte de las regiones del país tampoco
evidencia una desviación muy alta con respecto a la media, lo que en la
práctica sugiere que la abstención no tuvo un claro sesgo político.
Curiosamente, la oposición logró obtener un triunfo en el Zulia que fue el
estado con la mayor abstención observada en toda Venezuela (44.3%). ¿Si la
abstención es la variable explicativa, cómo es que podemos comprender a través
de ella el triunfo opositor en este caso tan relevante? Asimismo, la oposición
perdió en estados como Cojedes y Lara que presentaron una de las menores tasas
de abstención (30% y 36% respectivamente) y en cambio ganó en Mérida (con un
35.2% de abstención) que fue una región que mostró uno de los niveles de
participación más alta.
Estos resultados parecieran
indicar más bien que la distribución de preferencias entre los que participaron
y los que se abstuvieron se distribuyen de una forma similar en los distintos
estados. Simplemente, la evidencia empírica inicial no respalda el poder tan
fuerte que se le atribuye a este tipo de variable sobre diferencias relativas
en la participación por grupo político, tal como apuntaban las encuestas. Es
probable que los datos más detallados a nivel municipal e incluso a nivel
parroquial contravengan esta afirmación. Sin embargo, en el agregado estadal,
la idea de que la oposición perdió en aquellas provincias donde los votantes se
quedaron en sus casas luce un tanto débil. Algunos mencionan municipios
puntuales para refutar esta idea, tales como Baruta y Chacao. Sin embargo,
estos municipios mostraron tasas de abstención elevadas quizás porque fueron
territorios que estuvieron sujetos a una dosis muy intensiva de reubicaciones,
y a los incrementos muy elevados en los costos de movilización.
En la opinión pública
venezolana este tipo de afirmaciones se han afianzado a pesar de ser
extremadamente problemáticas: trasladan la responsabilidad de la derrota
opositora a la sociedad y no logran identificar sus verdaderas causas. La
realidad que muestran las estadísticas que presenta el CNE (que evidentemente
deben ser cuestionadas) es que la sociedad venezolana salió a votar y no lo
hizo de una forma muy diferente a como lo ha hecho en el pasado.
Al relativizar la abstención
como variable crítica, una potencial explicación alternativa podría radicar en
variaciones de los patrones de votación entre aquellos ciudadanos que
efectivamente decidieron salir a votar. Como veremos, estos cambios son
notorios pero también resultan extremadamente complejos de interpretar, en
especial porque muestran una elevada efectividad en la votación del chavismo en
todo el territorio nacional.
Diferencias relativas en la
movilización
Es fundamental partir de una
comparación adecuada con otros comicios para poder tener una fotografía exacta
de lo que ocurrió el 15-O. Esta comparación permite establecer cómo fue que
creció o decreció en número de votantes, con respecto a elecciones anteriores,
tanto el voto chavista como el voto opositor en cada uno de los estados durante
las elecciones regionales. La única forma de garantizar que esta estimación sea
comparable, es normalizando la comparación por el nivel de abstención en todas
las regiones. De lo contrario, la comparación puede llevar a conclusiones
erróneas debido al potencial efecto negativo que ha tenido la emigración de
venezolanos al exterior y podría terminar subestimando o sobrestimando el
verdadero esfuerzo de movilización y cooptación del voto de los distintos
partidos políticos entre aquellos que decidieron salir a participar el 15-O.
La tabla que a continuación
publicamos presenta el crecimiento tanto en votos como en porcentajes de
la votación chavista como opositora. Para ello se recalculó la votación de las
elecciones legislativas de 2015 por estado, tomando como referencia la
abstención observada en las elecciones regionales. Esta comparación de la
participación normalizada por abstención permite estimar el crecimiento en
términos reales de la votación, así como el esfuerzo efectivo de movilización;
dicho de otra manera, captura los verdaderos cambios en la votación de ambos
bandos, independientemente de la abstención y de la cantidad de venezolanos que
en los últimos dos años se hubiesen mudado al exterior.
Los resultados son importantes
y muestran cambios significativos en los patrones de votación. En términos
generales, con respecto a las elecciones legislativas, el chavismo en las
elecciones regionales, logró aumentar su votación en términos reales en todos
los estados del país (salvo Apure). Por primera vez desde que se inició el
periodo presidencial de Maduro, este crecimiento incluye incluso a todos los
estados urbanos más grandes de Venezuela. Existen cinco estados que muestran
tasas muy altas de crecimiento, entre 15 a 25 por ciento, tales como Mérida, Miranda,
Guárico, Lara, Nueva Esparta, Sucre, Trujillo y Yaracuy. En Amazonas, el
chavismo creció en más de un 44 por ciento.
Al analizar estos indicadores,
en el papel, la maquinaria chavista fue particularmente efectiva en lograr
capturar la votación entre los que salieron a ejercer su derecho al voto en
algunos estados urbanos de mayor tamaño y también en los estados rurales más
pobres. Este comportamiento refleja un contraste novedoso con respecto a
elecciones anteriores, en los que la maquinaria chavista más bien había
mostrado una alta efectividad en los estados medianos así como en los estados
pequeños.
La oposición, en cambio,
muestra un patrón de decrecimiento en todos los estados (salvo Delta Amacuro)
con tasas de baja efectividad de votación en los principales estados del país.
Los datos también denotan un decrecimiento muy alto de la votación opositora en
los estados urbanos que hasta hace poco habían sido su bastión electoral de
mayor apoyo.
En principio, la historia que
emerge de esta evidencia estadística es una en la que el chavismo fue
sustancialmente más exitoso que la oposición en movilizar y cooptar a aquellos
venezolanos que decidieron participar en el proceso electoral, especialmente en
el cono urbano centro occidental, que es donde se concentra la mayor parte de
la población. ¿Cómo logró el chavismo capturar el voto urbano? Muy
probablemente esto fue resultado del efecto del gasto clientelar a través de
los CLAPS y el uso de mecanismos de control social por medio de los puntos
rojos y el carnet de la patria. Aun si aceptamos el efecto clientelar de la
compra de votos, los datos también revelan que la oposición dejó de ser
competitiva en los principales centros urbanos y que su oferta fue mucho menos
exitosa que en las elecciones legislativas. Esta realidad solo hay una forma de
explicarla: votantes que habían optado por la oposición en las elecciones
legislativas pasaron a votar por el chavismo durante los comicios regionales.
En términos reales, es decir, una vez que se controla por la abstención, la
oposición perdió más de 2 millones de votos y el chavismo ganó 656.000 votos
que solo pudo haber obtenido quitándoselos a su contrincante. Por lo tanto, la
oposición dejó de movilizar 1.350.000 votos con respecto a las legislativas aún
normalizando por abstención. Estos datos sugieren que la oposición tuvo en
estos comicios un enorme problema de organización que no se presentó en las
legislativas.
Esta transformación en los
patrones de movilización pudo haber ocurrido por varias razones: el votante cambio
de preferencias (votaron en contra de las sanciones y las protestas) o el
votante le fue comprado su voto clientelarmente (CLAPS, Puntos Rojos y Carnet
de la Patria). Otra posibilidad es que la identidad de los votantes haya sido
usurpada electrónicamente (lo que en Venezuela llamamos el “voto puyao”).
Todas estas hipótesis son
perfectamente legítimas. ¿Pero cómo podemos explicar un crecimiento tan
acentuado de la votación chavista y una efectividad en la votación tan baja de
la oposición? ¿Cómo es que en los estados Miranda y Carabobo la votación
chavista creció en 17.4% y 10% respectivamente?
Resulta un tanto sospechoso
que en el contexto de la mayor contracción económica de la historia del país y
con un proceso hiperinflacionario en pleno desarrollo, el gobierno obtuviese 54
por ciento de la votación nacional y que el voto castigo no hubiese operado en
la mayoría de las entidades. Resulta tremendamente sospechoso, así mismo, que
los candidatos de oposición mostraran altos niveles de intensión de voto en
todos los sondeos de opinión, al menos en los estados de mayor concentración
urbana como Miranda, Carabobo, Lara y Aragua. Sin embargo, en todas estas
regiones la oposición perdió contra el chavismo, salvo en el caso del Zulia
(donde hubo la mayor abstención pero en donde la oposición lideró en los
sondeos con una amplia ventaja). Este cuadro electoral plantea un acertijo que
tiene que ser debidamente explicado.
De ahí que sea fundamental
establecer si el cambio en el patrón de la votación chavista fue resultado de
un crecimiento orgánico o si fue inflado por medio de irregularidades y delitos
electorales que hayan podido alterar de forma definitiva los resultados en
alguna de las regiones. Algunos analistas han dicho que esto se puede explicar
por medio de una pequeña sumatoria de efectos (sustituciones, reubicaciones,
voto puyao, etc.). Sin embargo, el cambio el patrón de votación del chavismo en
todo el territorio nacional es de tal magnitud que solo un efecto muy grande
que refleje algún cambio político o incluso de preferencias electorales puede
explicar este tipo de fenómeno. El efecto parcial de estos factores luce
demasiado pequeño como para explicar el tamaño del cambio observado. Una tesis
que puede ayudar a responder muchas de estas preguntas está relacionado con el
uso masivo del clientelismo y la intimidación.
Los puntos rojos y el
carnet de la patria
La principal diferencia entre
las condiciones que rodearon las elecciones legislativas con respecto a las
regionales no fueron la conformación del CNE ni el uso clientelar de los CLAPS
sino la masificación del despliegue de los puntos rojos el 15-O y la entrega masiva de
los carnets de la patria. Otra diferencia con respecto a estos comicios
anteriores fueron las sustituciones y las reubicaciones; pero como veremos más
adelante, en términos generales (salvo para Bolívar y Miranda) los efectos de
este tipo de trucos fueron limitados.
De modo que la verdadera
diferencia radica en los puntos rojos y el uso de mecanismos electrónicos para
acceder al subsidio alimenticio. Durante la elección legislativa del 2015, el
carnet de la patria aún no estaba operativo. En la actualidad estos carnets
electrónicos son fundamentales para acceder a los CLAPS y en caso que no hayan
sido renovados se les puede limitar a las personas el acceso a su principal
fuente de alimentación subsidiado. En la práctica, este plástico electrónico
permite ejercer un control social y potencialmente político sobre el acceso de
los individuos a los diversos programas del gobierno pero en particular a los
CLAPS. Según diversas encuestas, casi el 70 por cuento de la población dice
acceder a los CLAPS aunque de forma irregular. Esto supone que por lo menos
3.700.000 hogares pudieron efectivamente ser registrados para utilizar el
carnet de la patria. Evidentemente, la mayor parte de estos hogares se
encuentra en zonas urbanas y de bajos ingresos. El carnet también es presentado
por los líderes nacionales y comunitarios del chavismo como un mecanismo de
control electrónico sobre el comportamiento de las familias.
Los puntos rojos fueron
instalados el día de las elecciones regionales anexo a múltiples centros en
todo el país. Según diversos testimonios opositores, estos puntos rojos
tuvieron conexión a Internet inalámbrico para renovar el uso del carnet de la
patria el 15-O. Estos mismos testimonios afirman que en muchos puntos rojos, la
renovación del carnet estuvo condicionado a que la persona (y por lo tanto la
familia) acudiera a votar (aunque en Venezuela el voto no es obligatorio). Si
efectivamente esto ocurrió a gran escala, algo que no se puede afirmar a
ciencia cierta, el diseño clientelar de este mecanismo le garantizó al PSUV una
movilización prácticamente automática del voto a un muy bajo costo (pues debió
reducir el uso de despliegues de autobuses y Jeeps para ir a buscar a las
personas).
Otros testimonios sugieren que
el carnet era dejado en el punto rojo mientras los individuos iban a votar y
luego de haber depositado su voto debían pasar a recoger en las afueras del
centro la renovación del carnet. El hecho que todo esto ocurriera minutos antes
de entrar a los centros de votación –y a través de un mecanismo electrónico que
lograba exacerbar el mensaje que los votantes estaban siendo observados– pudo
haber condicionado de forma evidente la forma como los ciudadanos en diversos
sectores populares y de clase media baja terminaron votando. La posibilidad de
perder acceso a los CLAPS por no renovar el carnet de la patria pudo haber
llegado a generar un potente condicionamiento del voto y también pudo haber
garantizado una mayor movilización.
Al final de la tarde del 15-0,
los puntos rojos tenían la capacidad de chequear en tiempo real quienes habían
dejado de renovar el carnet de la patria. Estos individuos eran contactados
inmediatamente para que asistieran a renovar su carnet y por lo tanto para que
salieran a votar. El CNE extendió el horario de votación en algunos centros,
sobre todo en los sectores populares, incluso hasta las 9 de la noche, lo cual
expandió la efectividad de este mecanismo clientelar. La expulsión violenta que
reportan algunos testigos opositores a los que fueron sujetos dejaron que este
mecanismo operara con menores controles en los centros en los que se presentó
este tipo de problemas.
Contrario a lo que creen
muchos, las tarjetas de la patria no fueron entregadas tan solo a los
chavistas. Muchos votantes opositores después de las elecciones legislativas
recibieron su carnet de la patria por lo que fueron repartidos a diversos
grupos de la población indistintamente de su credo político. Sin embargo, la
renovación del acceso pudo llegar a responder al cumplimiento de expectativas
sobre el comportamiento tanto social como político del beneficiario, sobre todo
en momento en los que el gobierno enfrenta un evento electoral. Este fenómeno
pudiese explicar cómo fue que el chavismo logró crecer el voto en zonas urbanas
de bajos ingresos y en estados de gran tamaño –con altos niveles de descontento
social– pero también cómo fue que lograron “voltear” alguno de los votos de la
oposición con respecto a las elecciones legislativas. La efectividad de este
mecanismo de coerción social, en un contexto hiperinflacionario, es realmente
pasmoso.
Si este mecanismo llegó a
tener una tasa de efectividad por ejemplo del 30 por ciento sobre el número de
votantes que utilizan el mencionado carnet, entonces es posible explicar no
solo el cambio en la movilización de la votación chavista, sino incluso por qué
no se materializaron las predicciones de las encuestas en cuanto al
comportamiento del voto opositor. Pareciera que en las encuestas los ciudadanos
revelaron sus verdaderas preferencias pero durante el día de la votación el
nuevo sistema los entubó.
El gobierno ha logrado crear
una versión 2.0 de las misiones del 2004 (es imposible olvidar la famosa lista Maisanta
y la expansión del gasto social a través de diversos programas) pero con unos
resultados aún más impresionantes debido a su sofisticación tecnológica y la
forma de condicionamiento del voto a través de los puntos rojos. Este mecanismo
pareciera ser incluso inmune al descontento social y la inflación. Todavía más
importante para el chavismo: este es un mecanismo “limpio” desde el punto de
vista de las actas y las auditorias que está obligado a realizar el CNE.
Evidentemente, el proceso no es limpio ni justo ni libre desde el punto de
vista del votante, pues su voto no solo es sometido a una práctica clientelar
cuestionable (que es muy común en todos los países latinoamericanos) sino que
es sometido a una forma de coerción social a través del mecanismo de los puntos
rojos en el momento de ejercer su derecho al voto (algo que sería impensable en
cualquier democracia del hemisferio occidental).
No es exagerado afirmar,
después de haber estudiado por décadas estos sistemas en diversas partes del
mundo, que hemos llegado a la instauración del clientelismo más desarrollado
tecnológicamente de toda América Latina; es además sin duda uno de los más
autoritarios. Es indudable que el gobierno pudiese haber logrado generar un
cambio en el patrón de movilización de una gran parte de la población por medio
de una tecnología de control social que pareciera ser efectiva en el
condicionamiento del voto y que es altamente inmune incluso a un ambiente de
adversidad económica. El efecto de este sistema es tan grande que en diversos
centros electorales de Miranda, el candidato del chavismo, Héctor Rodríguez,
obtuvo 50 por ciento más de votación que el mismo Hugo Chávez Frías en su mejor
momento. La tasa de participación en algunos de esos centros fue hasta de 85
por ciento. Es posible también que en estos mismos centros operará el “voto
puyao” pero para comprobarlo sería necesario auditar los cuadernos y las
captahuellas.
El efecto de las reubicaciones
Las reubicaciones fueron
diseñadas como un instrumento adicional –una especie de estocada– para definir
las elecciones en el margen. En aquellos estados en los que la dosis de puntos
rojos y carnets de la patria lograron inflar la votación, las reubicaciones
hubiesen permitido hacer la diferencia electoral. La tabla anterior muestra el
efecto porcentual de las reubicaciones en cada uno de los estados que fueron
sujetos a este tipo de tratamiento. Este cálculo puede estar sujeto a errores
pues fue realizado sobre una muestra de centro electorales reubicados en el
Estado Carabobo y extrapolado al resto del país. En Miranda el efecto de las
reubicaciones debe ser más alta que lo aquí estimado pues fue un estado con una
dosis muy alta en este tipo de cambios que afectó a más de 200 mil electores.
Sin embargo, la estimación, con todas sus limitaciones, permite ilustrar el
punto.
Al analizar el efecto de las
reubicaciones, en el contexto de las diferencias porcentuales de la votación,
vemos que las reubicaciones quizás no tuvieron un efecto decisivo en los
estados en los que perdió la oposición salvo en el Estado Bolívar (en donde el
triunfo del candidato del PSUV fue una consecuencia combinada del forjamiento
fraudulento de actas así como de las reubicaciones). La diferencia en Bolívar
fue tan estrecha que este efecto de las reubicaciones pudo haber
impactado. En el Estado Miranda, las reubicaciones también jugaron un
papel fundamental a favor del chavismo; la misma debe ser mucho más alta que el
cálculo aquí reflejado pues la intensidad en el uso de este truco fue
significativamente más elevado que en Carabobo. Ahora bien, más que las
reubicaciones, en casi todos los estados del país pareciera que la variable
explicativa del triunfo chavista pudo haber sido el mecanismo de cooptación
social que generaron los puntos rojos y el carnet de la patria. El efecto fue
tan grande que en la mayoría de los estados en donde se aplicaron –salvo
Bolívar y Miranda– no hizo falta utilizar las reubicaciones para cobrar el
triunfo.
Táchira y Zulia
Los estados Táchira y Zulia
muestran un comportamiento diferente al resto de las regiones del país. Quizás
por ser estados fronterizos, la dinámica del tema alimentario y la dependencia
de las familias de los carnets de la patria y el acceso a los CLAPS sea un
tanto diferente. En la frontera el contrabando provee alternativas que no
tienen disponibles la población que habita en otras provincias del país. En
estos estados el valor transaccional del carnet de la patria probablemente sea
distinta al resto de Venezuela. Pero lo cierto es que tanto en el Táchira como
en el Zulia la efectividad de los carnets de la patria parecieran haber sido
menor (o porque no funcionaron o quizá no les entregaron los suficientes
plásticos) lo cual permitió que los votantes opositores que revelaran sus
preferencias con menores restricciones. En todos los sondeos ambos candidatos
de oposición lideraban en las encuestas con una amplia diferencia, lo cual les
permitió blindarse frente a este tipo de instrumentos. Algo parecido pudo haber
ocurrido en Anzoátegui con Aristóbulo Istúriz. Tampoco es posible descartar que
la “cultura” tachirense, zuliana e incluso merideña (que es una cultura recia)
no les haya dejado a los votantes opositores dejarse chantajear por este tipo
de mecanismo clientelar.
Los testigos, las actas y las
auditorías
Un último punto a considerar
es la capacidad que tiene la oposición de tener testigos en todas las mesas y
de recolectar las actas. La importancia de esto se hizo patente en el Estado
Bolívar. La ausencia de testigos o su expulsión por medios violentos o coercitivos
facilita varios tipos de irregularidades que pueden afectar los resultados de
una elección, que no pueden descartarse hayan ocurrido en esta ocasión, aunque
nadie haya podido probarlo. En este sentido, una lucha adicional sobre las
condiciones electorales debe ser el diseño y la implementación de un nuevo
sistema de auditorías que permita minimizar la posibilidad de modificacion de
resultados por esta vía. Ha llegado la hora de que se pueda auditar incluso los
cuadernos de votación.
Lo que viene
El chavismo pareciera haber
mutado a un nuevo mecanismo de coacción y condicionamiento del voto que es
altamente efectivo y que luce logística y tecnológicamente muy sofisticado. Los
resultados del 15-0 muestran que electoralmente este sistema le funcionó al chavismo
pero lo hizo minando tanto las condiciones electorales como los derechos de los
votantes. ¿Cómo competir con semejante sistema? Difícil saberlo. No existe
ninguna experiencia global que posea un sistema con una tecnología de esta
naturaleza. En principio las diversas consecuencias políticas e incluso también
electorales que conlleva la introducción y la ampliación de una tecnología
clientelar con estas características son las siguientes:
1. Este nuevo sistema
clientelar permite explicar cómo fue que el chavismo logró movilizar su base
electoral aún en un contexto histórico social, económico y políticamente
desfavorable como el que hemos vivido en los últimos años. El costo de
movilización del votante cae estrepitosamente gracias a la infraestructura logística
(puntos rojos) así como a la infraestructura tecnológica y los mecanismos de
control social provistos por el carnet de la patria durante el día de las
elecciones, lo cual logra a su vez condicionar psicológicamente el voto a
cambio del acceso continuo a los CLAPS.
2. Esta tecnología
plantea una asimetría aún más grande entre la infraestructura de movilización
del voto que existe entre el gobierno y la oposición. Las tradicionales
apuestas del 1 x 10 e incluso la logística de transporte se van a hacer cada
vez menos competitivos frente a esta innovación. El clientelismo clásico ha
sido definitivamente enterrado por el chavismo.
3. El chavismo se va a
sentir cada vez más cómodo, gracias a esta tecnología, en llamar e incluso
adelantar elecciones. Es de esperar que la Asamblea Nacional Constituyente
decida mover las elecciones de alcaldes para Diciembre y quizás también acelere
las elecciones presidenciales para el primer semestre del año entrante. También
es de esperar que Maduro apueste a la reelección. Sus probabilidades de obtener
un triunfo, luego de este experimento, seguramente van a crecer dramáticamente.
Este sistema, una vez que el PSUV pueda organizar más elecciones con este tipo
de tecnología clientelar, se volverá cada vez más sofisticado.
4. En caso que el
Presidente Maduro decida no ir a la reelección, especialmente para impedir un
escalamiento de las sanciones internacionales, el candidato del chavismo
contará con una plataforma formidable para vencer a cualquier candidato
opositor.
5. Este sistema
clientelar no sólo fue efectivo para movilizar la base chavista sino que
también ayudó a cooptar el voto castigo opositor. Los 656.000 votos que se
voltearon entre las legislativas y las regionales a favor del chavismo pudieron
perfectamente ser un resultado del funcionamiento de este tipo de mecanismos (y
en especial el de los puntos rojos). Esto solo se puede impedir con un CNE
independiente. Aquellos partidos opositores que bregan por un director
adicional lamentablemente se van a quedar cortos pues con 3 directores
oficialistas y dos opositores y ninguno independiente es imposible desmontar
estos arreglos.
6. Es por ello que para
la oposición también es fundamental presionar para que los venezolanos en el
exterior puedan ejercer su derecho al voto: no tanto para vencer el tema de
abstención sino porque independientemente de su ideología estos votantes no
están expuestos a este tipo de tratamiento clientelar. Sin el voto de los
venezolanos que viven en el extranjero es aún más cuesta arriba derrotar
electoralmente a este tipo de sistema.
7. El gobierno va a
fomentar el crecimiento capilar de este fenómeno a través de sus nuevos
gobernadores. No es casual que uno de los primeros anuncios del Presidente
Maduro, después del 15-O, haya sido descentralizar la distribución del carnet
de la patria a las regiones. Es un paso previo que revela que el chavismo ya se
está preparando tanto para las elecciones de alcaldes como para las
presidenciales.
8. La única forma cómo la
oposición puede competir electoralmente con este sistema tan robusto es por
medio de un cambio de condiciones tanto electorales como en el uso de los
recursos del Estado. Adicionalmente, la oposición requiere urgentemente de una
verdadera unidad política que sea capaz de movilizar emocionalmente a toda su
base ciudadana de una forma voluntaria. Tan solo un liderazgo altamente
carismático en conjunto con una gran alianza social puede llegar a alcanzar
semejante objetivo. Aquellos partidos que afirman en privado que pueden llegar
a correr en unas elecciones presidenciales de una forma tradicional y sin un
relanzamiento de la unidad, que le permita conectar con los sectores populares,
viven en una absoluta quimera.
Si esto fue lo que realmente
ocurrió el 15-O es indudable que este nuevo Leviatán venezolano es simplemente
colosal.
22-10-17
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