Por Simón García
La MUD tiene días
cataclísmicos. Trastornada por el inesperado resultado electoral, se resiste a
debatirlo autocríticamente y a poner énfasis en las orientaciones para salir
del choque con la derrota, se enrolla en acusaciones en vez de explicaciones y
algunos de sus dirigentes levantan el ángulo de análisis que le permita
disparar sobre otros y sacar de foco su propia actuación. No actúan como una dirigencia
confiable.
No hay duda que el llamado
fraude asociado a la existencia de un régimen no democrático fue un factor
determinante. Sin el catálogo de vulneraciones a la ley que atraviesa el
régimen al ejercicio libre del voto, los resultados hubieran sido distintos.
Sin embargo, se logró perforar en seis Estados el fraude sistémico. ¿Por qué?
Sectores opositores le bajan
volumen al fraude porque estiman que denunciarlo incrementa la desconfianza en
el voto y el descarte de las elecciones como salida. Tal vez eso explique la
falta de vigor para defender la victoria de Andrés Velásquez que evidenció un
fraude con forjamiento de actas.
La elección estaba definida
por la apuesta, parcial e insuficientemente ganada, de que se podía vencer al
fraude. Pero se descuidaron aspectos que deben ser cumplidos en toda
competencia electoral y más aún en lucha con un poder concentrado en su
perpetuación. Se actuó con un apresto ingenuo que se sintió listo a la manera
de un decente boy scout. A pesar del empeño admirable de nuestros testigos,
hubo una falta de respuesta rápida para superar los agujeros en la defensa del
voto.
El segundo factor que se
recorre con pasos de equilibrista es la abstención en sus dos modalidades. La
alentada por los que condenan el voto como herramienta de legitimidad al
régimen y la generada por decepción ante errores de la MUD. El resorte de las
explicaciones convenientes no considera oportuno mirar hacia María Corina,
admitir un descontento con la MUD o levantar la alfombra sobre si efectivamente
ocurrió una abstención soterrada ante candidatos que no tuvieron tiempo o
capacidad para posesionarse como marca de la Unidad.
Un tercer aspecto tiene que
ver con las campañas de los candidatos, su concepto y su despliegue social y
geográfico en el Estado. La suposición de que la ola de rechazo popular bastaba
para ganar, contribuyó a que no se tocarán las motivaciones no plebiscitarias
de los electores y en varios casos se careciera de una oferta con sentido para
la sociedad regional.
Al momento, la dirección
política en vez de encarar la derrota se dedica a jugar una partida de truco
entre sí. Para aumentar la confusión bajo los cielos la reprobable acción
unilateral de los gobernadores de AD de reconocer a la ANC se trata no como un
error, sino como motivo suicida para explotar a la MUD, dar por cerrada la vía
electoral y nublar las perspectivas de cambio.
La ruleta autodestructiva está
girando. Hay que actuar para frenarla. La dirección debe estar por encima de
sus seguidores.
29-10-17
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