Por Luis Ugalde S.J.
La dictadura se atribuyó el
triunfo en las elecciones a gobernadores del modo como lo hacen los dictadores,
que deciden hasta el porcentaje (94% o 60%) que les conviene como meta y luego
combinan arbitrariamente los medios para presentar el resultado preestablecido.
Ante el hecho de que 80% de los venezolanos repudiamos esta dictadura, el
gobierno tenía que preparar cuidadosamente el conjunto de trampas y
manipulaciones. Ya la votación del 30 de julio para la asamblea nacional
constituyente había sido un enorme y descarado fraude de fondo y de forma. Pero
la gran mayoría de la población y de la dirigencia opositora esperaba que con
una participación opositora masiva de la población y con diligentes testigos de
mesa en todos los rincones del país, tenía la posibilidad de triunfar
impidiendo el fraude sistemático que se proponía el gobierno y de ganar la
mayoría de los gobernadores. El hecho de que en las elecciones parlamentarias
de 2015 los demócratas opositores fueran capaces de defender su rotundo
triunfo, hacía creer que podrían hacerlo ahora. Pero los hechos han demostrado
que la dictadura está más desesperada y decidida a imponerse sin cuidar mucho
las formas, pues ya el mundo la ve como dictadura. Por otro lado la oposición
democrática ha demostrado que no tenía ni la organización ni la unidad ni la
conexión con la gente movilizada, imprescindibles para enfrentar eficazmente a
un gobierno aferrado a su supervivencia totalitaria. Pero lo que no puede
controlar esta dictadura es que en los últimos largos meses viene acelerándose
una inflación que este año va a pasar de 1.000% y el próximo se anuncia
superior a 2.000%, con su brutal empobrecimiento y desesperación para la
población, ruina para la empresa productiva. Un gobierno corrupto, inepto
(salvo para la trampa política) y aferrado a un modelo totalitario que destruye
los derechos fundamentales a la vida, la salud y la libertad, tiene delante una
realidad que se agrava cada día y no se resuelve con trampas electorales.
Ahora todos los demócratas
debemos ser serenos y lúcidos para reconocer los propios fallos, más que echar
la culpa a los otros. El país entra en un estadio nuevo y más grave, que solo
con unidad y claridad estratégica frente a la dictadura y con apoyo
internacional podrá salir de este régimen y emprender la dura tarea de la
reconstrucción.
La Conferencia Episcopal
Venezolana una vez más tuvo el acierto de invitar de manera insistente: “Vayamos
todos a votar por nuestro futuro”, mientras que el gobierno maniobraba para
dividir y empujar a la abstención de los demócratas para perpetuar la
dictadura. El resultado es que con un conjunto de manipulaciones la apertura al
futuro ha sido negada, lo cual nos pone mayores retos a todos los venezolanos,
con un futuro totalitario, miserable y sin esperanza.
El gobierno seguirá con su
juego. Ahora exigirá que los gobernadores electos, incluso los opositores,
vayan a arrodillarse ante la fraudulenta ANC. La obligación de los gobernadores
es someterse a la vigente Constitución de 1999 y no a la ANC constituida desde
la dictadura para matar la Constitución.
¿Y ahora qué?
En los primeros años del
cristianismo los discípulos de Jesús vivían perseguidos y con miedo de que los
mataran como a su Maestro. El ambiente externo era difícil y hostil, pero era
más fuerte el fuego interno de la experiencia espiritual de Jesús Resucitado.
Esta fuerza interior les llevó a vencer todos los obstáculos. Un día Pedro y Juan,
como judíos piadosos, entraban al templo de Jerusalén a orar y en la puerta se
encontraron la mano extendida de un paralítico que desde el suelo pedía esa
limosna diaria que no cambia nada, pero permite sobrevivir. Pedro le miró a la
cara al paralítico y le dijo: “No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te lo
doy: en nombre de Jesucristo, el Nazareno, levántate y camina. Y tomándolo de
la mano derecha lo levantó. De inmediato se le robustecieron los pies y los
tobillos, se levantó de un salto, comenzó a caminar y entró con ellos en el
templo, caminando, saltando y alabando a Dios” (Hechos de los Apóstoles 3,
5-8). En Venezuela ya no tenemos oro ni plata para vivir de la limosna estatal
y el clientelismo político, han saqueado el país y el régimen quiere convertir
a la mayor parte de la población en mendigos con mano extendida para recibir la
bolsa CLAP o cualquier otra limosna, insuficiente pero necesaria para la
supervivencia sumisa típica de estos regímenes.
Ahora más que nunca nuestro
futuro está en no plegarse a la limosna pública, sino en escucharnos, decirnos
unos a otros y practicar el “levántate y camina” democrático y productivo. Esto
hoy está más claro que antes del último fraude electoral, a pesar de la
comprensible depresión luego de la burla ocurrida. Los dirigentes todos unidos,
con autocrítica y renovación, deben coincidir en el “levántate y camina”.
También en todas las áreas de la actividad social, económica y cultural se
tiene que articular ese 80% de los venezolanos para no seguir postrados a la
puerta del templo de la “revolución” pidiendo una humillante supervivencia de
un país que quiere libertad, justicia y convivencia digna para todos.
20-10-17
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